Friday, June 8, 2012

Cochabamba: los comunistas y los derechos humanos

Cochabamba: los comunistas y los derechos humanos
Trino Márquez
Viernes, 8 de junio de 2012

Chávez quiere liberarse de la CIDH y de la CIDH para no verse sentado en
el banquillo de los acusados, ni tener que explicar los atropellos
cometidos contra la jueza Afiuni, Iván Simonovis, Baduel, Globovisión,
los comisarios de la PM y el amplio conjunto de venezolanos castigados
por proclamar sus ideas y enfrentar el autoritarismo y los abusos del
gobierno.

Los comunistas y, más en general, los izquierdistas, se preocupan de los
derechos humanos mientras se encuentran en la oposición. Basta que algún
militante caiga preso o sea detenido por un acto terrorista o subversivo
para que inmediatamente comience la cantaleta sobre la "brutalidad" del
régimen burgués o las "falacias" de la democracia representativa. La
añeja izquierda insurreccional venezolana, algunos de cuyos
representantes son conspicuos funcionarios del gobierno bolivariano, se
ahogaban en llanto cuando los reprimían los gobiernos democráticos
instalados después de la caída de Marcos Pérez Jiménez. Olvidaban que se
habían levantado en armas y montado una guerrilla contra la Constitución
del 61 y los gobiernos electos por el voto popular. Eran farsantes de
frágil memoria.

A esta tradición pertenece Hugo Chávez. Esgrime como escusa para
justificar el golpe del 4-F los excesos cometidos por las fuerzas de
seguridad del Estado contra sectores populares durante los días de "El
Caracazo". Exalta la violencia popular. Oculta deliberadamente que las
turbas violentas que se alzaron en la capital y otras ciudades del país
acabaron con el patrimonio de miles de pequeños y medianos comerciantes
e industriales, que habían dedicado su vida a generar empleo y construir
su propio futuro a base de su esfuerzo. De estas víctimas, la demagogia
izquierdista se olvida. También de los soldados y oficiales heridos o
asesinados por los delincuentes organizados que aprovecharon la
confusión de esa jornada para cometer sus fechorías

El fariseísmo del comandante, como suele suceder con los izquierdistas
jurásicos que alcanzan el poder, comenzó a revelarse cuando entró a
Miraflores. Los derechos humanos sufrieron una mutación. Pasaron a
interesarle solo los derechos de quienes habían sufrido los rigores de
la lucha antisubersiva de los años 60 y 70, quienes fueron reprimidos
durante "El Caracazo" y sus cómplices de las asonadas militares del 4-F
y el 27-F. Las personas y grupos que no simpatizan con su anacrónico
modelo perdieron sus derechos. El poder se ejerce, no para proteger los
intereses de todos los ciudadanos, sino para resguardar los de una
franja reducida: la que lo respalda. Los otros, los adversarios, no
cuentan. Hay que castigarlos con el peso abusivo de la arbitrariedad.
Los derechos humanos, lo mismo que la independencia de los poderes,
servían en el pasado para engañar incautos y diseñar efectivas campañas
electorales que atraían el voto de los crédulos Alcanzada la cima del
poder, esa jerigonza no es sino un estorbo. La fachada humanitaria ya no
hace falta.

Con esta idea sectaria arribó el canciller Nicolás Maduro a la reunión
de la OEA en Cochabamba. Llegó con el expreso mandato de descalificar la
Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH) y la Corte
Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH), instancias fundamentales,
fruto del desarrollo de la legislación internacional, y que –por cierto-
se han comportado con el régimen chavista con una decencia solemne, a
pesar de los desmanes de la autocracia.

Los ataques a estos dos organismos por parte de Hugo Chávez y el resto
de los miembros de la ALBA, se cometen en nombre de la "soberanía y
autodeterminación de los pueblos", conceptos acuñados al calor de la
lucha anticolonial y antiimperialista, que nada se relacionan con la
realidad de un mundo cada vez más globalizado e interconectado como el
actual.

Chávez quiere liberarse de la CIDH y de la CIDH para no verse sentado en
el banquillo de los acusados, ni tener que explicar los atropellos
cometidos contra la jueza Afiuni, Iván Simonovis, Baduel, Globovisión,
los comisarios de la PM y el amplio conjunto de venezolanos castigados
por proclamar sus ideas y enfrentar el autoritarismo y los abusos del
gobierno.

El comportamiento del canciller en Bolivia no debe sorprender ni a la
comunidad internacional, ni a los venezolanos. El subalterno de Chávez
reafirmó la línea que en materia de derechos humanos mantiene el
oficialismo en el plano internacional: apoyo a Bashar Al-Asaad, el
genocida de Siria, al régimen demencial de Corea del Norte, a la
teocracia sádica de Irán, a la cleptocracia rusa, a la dictadura
bielorrusa y a la tiranía cubana, todos sistemas despóticos donde los
derechos humanos desaparecieron desde hace mucho tiempo. Estos son sus
aliados, además de la ALBA.

trino.marquez@gmail.com

http://www.analitica.com/va/internacionales/opinion/5880368.asp

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