La verdadera enfermedad del Presidente
Iván R. Méndez
Viernes, 15 de junio de 2012
Somos la enfermedad que lo ha encajado, casi vitaliciamente, en su cargo
de Presidente de este país de cotilleo y adulación patológicos. Si un
padecimiento erosiona la mente de ese Primer Mandatario es la mirada
fija y obsesiva de quienes lo aman u odian. Ellos aplauden o pitan cada
estornudo o comentario que emana del funcionario , hoy elevado a
categoría de Hermano Mayor.
Quizá parezca terrible, pero la verdadera enfermedad de Hugo Chávez
somos los venezolanos, tanto adeptos como opositores.
Somos la enfermedad que lo ha encajado, casi vitaliciamente, en su cargo
de Presidente de este país de cotilleo y adulación patológicos. Si un
padecimiento erosiona la mente de ese Primer Mandatario es la mirada
fija y obsesiva de quienes lo aman u odian. Ellos aplauden o pitan cada
estornudo o comentario que emana del funcionario, hoy elevado a
categoría de Hermano Mayor en una nación donde casi todos se consideran
hermanitos o hijos.
A veces, nos comportamos también como enfermos, como los pacientes,
descritos con precisión por Alberto Barrera Tyszka, "un paciente
siempre sospecha que no le están diciendo la verdad, o que al menos no
le están diciendo toda la verdad, que hay algo que le ocultan. Por eso
insisten, hurgan tan desesperadamente en cualquier lugar, incluso en el
lenguaje".
Esta enfermedad que somos tal vez podría sanarse desde adentro,
trazando mapas de vida con rutas alternas a este pequeño averno o culto
privado que denominamos "chavismo". El país, devastado por la
inseguridad, la impunidad y la inflación se presenta para algunos como
un laberinto sin escape posible, una suerte de sentencia irrefutable de
lo Real, amparada en este depredador momento histórico que nos
asfixia... pero hay mucho más que ese enrejado mental.
En paralelo a estos quejidos inmovilizadores o esperas eufóricas,
aparecen historias de éxito en ámbitos tan amplios como el deporte, las
artes o el emprendimiento de pequeños empresarios. Personas que han
alcanzado sus metas en el mismo escenario donde otros se sientan a
llorar o a mal soñar con mudarse a un país del primer mundo que,
idílicamente, les entregará el éxito que Hugo Chávez les robó. Desde
esos países, aglutinados como una enfermedad sanguínea, ejercen una
nostalgia desmedida e idílica por Choroní, las empanadas, el diablito,
el queso blanco y el clima, por sólo nombrar algunas.
La enfermedad del Presidente es una constante en Venezuela. La sufrieron
personajes tan dispares como Juan Vicente Gómez, Marcos Pérez Jiménez,
Carlos Andrés Pérez, Rafael Caldera "2" y ahora Hugo Chávez. Es la
exaltación total de un simple hombre como delegado de los dioses para
proveer vivienda, automóvil y subsidios. Henrique Capriles, aún siendo
candidato, ya empieza a presentar algunos síntomas de este mal, ya que
es cotidiano escuchar que apenas gane el 7 de octubre desaparecerán la
inflación, los delincuentes-policías se transformarán en ciudadanos
modelos y el resentimiento social que Venezuela arrastra, desde hace
casi 300 años, se esconderá nuevamente en algún rinconcito de la historia.
Definitivamente es una pandemia esta costumbre de delegarle al Otro lo
que tenemos que resolver por nuestros medios, con las herramientas
mentales y materiales a nuestro alcance y en las circunstancias que
conforman la línea de partida, pues la meta (o destino) la definen
nuestro temple y esfuerzo para alcanzar cada objetivo que sumados la
conforman.
Quizá esté equivocado, y este orbitar en torno a un Presidente sea una
táctica para realizarnos plenamente, como satélites, en un universo
donde la vida, siempre, es un asunto de terceros.
ivanxcaracas@gmail.com
http://www.analitica.com/va/politica/opinion/1506121.asp
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