Monday, June 25, 2012

La responsabilidad personal en una dictadura

La responsabilidad personal en una dictadura
Sobre nuestras acciones hay que dar cuenta individualmente
CARLOS GOEDDER | EL UNIVERSAL
lunes 25 de junio de 2012 12:00 AM

El totalitarismo y la dictadura existen cuando los individuos renuncian
a la facultad humana fundamental de pensar.

La filósofa Hannah Arendt (1906-1975) es una de las figuras claves en el
pensamiento político. Una obra suya fundamental es Los Orígenes del
Totalitarismo (1951). Acá, el título adopta el nombre correspondiente a
un ensayo incluido en su colección Responsabilidad y Juicio. Es un texto
escrito en 1964.

Los venezolanos atraviesan por un año decisivo. Puede que en 2012, por
motivos electorales, cese un período iniciado en 1999 el cual
técnicamente ha sido algo intermedio entre dictadura y totalitarismo.
Cuando Arendt describe qué es el totalitarismo y qué es la dictadura,
considera, siguiendo a Tamar de Waal, que en una dictadura el tirano
está por encima de todos en la pirámide pública, mientras que en el
totalitarismo la tiranía irradia a todos desde el centro. Una dictadura
irrespeta ciertos derechos básicos, mas el totalitarismo es un atropello
radical a la dimensión política humana, invadiendo con su ideología
todas las actividades ciudadanas. En el caso del gobierno chavista,
ciertamente se está sin llegar a los extremos nazista o estalinista
diseccionados por Arendt, mas por su desafecto al Gobierno muchos
ciudadanos han sido privados de sus derechos mínimos: seguridad
personal, expresión, propiedad, trabajo, servicios públicos; en fin, se
ha quitado la ciudadanía a quien disiente.

Al cesar el desgobierno de Chávez habrá que hacer un incómodo
cuestionamiento a cualquier ciudadano venezolano: ¿qué hacía usted
mientras imperaba el despotismo chavista?

Arendt señala que tal responsabilidad moral dista de solucionarse
echando la culpa al agregado social. La solución fácil es decir que "la
sociedad venezolana" es la responsable por lo que ocurrió bajo Chávez.
Ese pretexto es inválido. Sobre nuestras acciones hay que dar cuenta
individualmente.

¿Qué excusa dará quien trabajó para el Gobierno? ¿Qué dirá quien votó
por Chávez? ¿Cómo se justificarán los militares y acólitos partidistas
por perseguir a los opositores? ¿Y qué dirá quien hizo la vista gorda
mientras obtenía dólares preferenciales?

Arendt nos sitúa ante la "banalidad del mal". Una forma de condenar a
quienes sirvieron a Chávez será atribuirles maldad. No obstante, esa
estrategia, como la propia Arendt comprobó durante el juicio al nazi
Adolf Eichmann, también falla. Muchas veces quien comete atrocidades ni
siquiera exhibe vileza. Es simplemente una rueda de engranaje en el
sistema más perverso que hay: la burocracia. En ella el individuo
desaparece y se diluye su responsabilidad. El funcionario de escritorio
muchas veces se quita culpa arguyendo que obedeció órdenes. Hará lo
mismo el soldado y el militante del partido chavista. Ocurre algo que ya
sucedió bajo el nazismo: gente respetable vio que las pautas morales
cambiaban como si simplemente se sustituyesen los modales en la mesa. Y
se plegaron a la tiranía sin chistar. Actuaron bajo condiciones en que
cada acto moral era ilegal y cada acto legal era un crimen. Pensaban que
adaptarse al mal era lo menos dañino socialmente.

La pregunta de Arendt a quien siguió órdenes dista de ser por qué
obedeció. La cuestión clave es el por qué consintió. La obediencia
incluye a la aquiescencia. Solo el niño o el esclavo quedan indefensos
si desobedecen.

La principal irresponsabilidad ante el totalitarismo y la dictadura, el
error fatal de un Eichmann, es renunciar a pensar. Lo que produce las
peores monstruosidades totalitarias es una irresponsabilidad mínima por
dialogar internamente con uno mismo, por cuestionarse sobre lo que uno
hace. Durante el nazismo algunos disintieron. Y fue porque les era
imposible vivir como criminales. Pensar es la facultad fundamental para
repeler al tirano. Porque ningún gobernante es capaz de existir por sí
solo. Es pensando cuando nace la capacidad individual para juzgar y la
conciencia. Y lo importante es que esa facultad para pensar jamás es
exclusiva de gente ilustrada. Cualquier humano piensa y puede dialogar
consigo mismo.

Arendt considera que ante el totalitarismo es valiente admitir la propia
impotencia y retirarse de la esfera pública. Abandonar cargos oficiales,
dejar de trabajar para el Gobierno y refugiarse en la dimensión privada
es una forma de resistir. Por supuesto, si todos renunciaran y se
negaran a participar, el totalitarismo caería inmediatamente.

En suma, ante la tiranía el individuo está sin excusas.

cedice@cedice.org.ve

@cedice

http://www.eluniversal.com/opinion/120625/la-responsabilidad-personal-en-una-dictadura

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