Aníbal Romero
Jueves, 13 de octubre de 2011
¿Qué ha aprendido el pueblo venezolano estos años? ¿Se trata de un
aprendizaje positivo o más bien patológico, es decir, que refuerza lo peor?
Un vistazo histórico obliga a responder afirmativamente: los pueblos son
capaces de aprender, pero no siempre lo logran, y a veces aprenden con
grandes dificultades. Además, los procesos de aprendizaje positivos son
frágiles y pueden revertirse. Hasta 1945 Alemania y Japón eran países de
tradición autoritaria con escasa o inexistente cultura democrática,
contagiados por ideologías militaristas. Necesitaron una derrota en una
guerra mundial para cambiar. Hay ejemplos menos estimulantes. El caso de
Argentina es elocuente. Perón fue un déspota que se las ingenió para
colapsar a su país. Sin embargo, su figura se convirtió en mito, y la
trayectoria del llamado peronismo demuestra que en política los mitos
pesan más que las realidades.
Menciono esto para focalizar el caso venezolano. Después de más de una
década de experiencia "revolucionaria", ¿qué ha aprendido nuestro
pueblo? Me refiero a los sectores populares y de la clase media baja,
que constituyen una mayoría determinante. ¿Se ha producido un
aprendizaje creador que permita reconstruir nuestra sociedad enferma,
acosada por la violencia y el deterioro generalizados, en una dirección
distinta y positiva y de manera relativamente rápida? Dos aspectos deben
destacarse en función de esbozar respuestas: por un lado, parece claro
que los cuarenta años de democracia no sembraron semillas lo
suficientemente fecundas de apego a la libertad y la convivencia
civilizada. Sé que distinguidas figuras de nuestra vida intelectual no
comparten este criterio, pero no veo cómo eludirlo. Y ello porque, de
otro lado, hay que evaluar de manera fría y objetiva lo siguiente:
durante estos años de "revolución" el régimen y su caudillo han logrado
objetivos muy relevantes para ellos, sin que la reacción de los sectores
populares haya tenido la fuerza que cabía esperar y era deseable.
Para empezar, Hugo Chávez, ataviado de uniforme cubano, ha comprometido
los intereses vitales del país con la tiranía castrista. Lo ha
conseguido con la complicidad de unas Fuerzas Armadas que a su vez se
han transformado en brazo militar del Gobierno, de un gobierno que
prefiere la ideología marxista a los genuinos valores nacionales. De
paso, el régimen "bolivariano" ha difundido con éxito entre la población
una versión distorsionada y completamente negativa sobre los cuarenta
años de democracia representativa, pintándoles como un tiempo de
"catástrofe", en palabras del propio Presidente, hacia el que hoy
millones de venezolanos sólo sienten rechazo y del que parecen no
conservar un legado espiritual verdaderamente denso. En tercer lugar,
resulta desalentador y revelador que a pesar del odio, división y
persecuciones que han caracterizado estos tiempos, de la destrucción de
los principios de limitación del poder, imparcialidad de la justicia y
respeto a la disidencia; a pesar, prosigo, de la profundización hasta
extremos nunca antes vistos de la dependencia de la economía con
relación al petróleo, así como del desmantelamiento del aparato
productivo industrial y agropecuario y de la infraestructura, todavía
Chávez, como Perón, disfruta de significativos índices de respaldo popular.
Todo lo cual me lleva a repetir la pregunta: ¿Qué ha aprendido el pueblo
venezolano estos años? ¿Se trata de un aprendizaje positivo o más bien
patológico, es decir, que refuerza lo peor? ¿Y qué indicaría una u otra
cosa con respecto al porvenir que es razonable vislumbrar? ¿Merece la
mayoría, por 13 años sumisa, el Gobierno actual? ¿Entiende la oposición
que la política es, también, pedagogía?
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