Trino Márquez
Viernes, 28 de octubre de 2011
La visión funesta adoptada por el Gobierno de la integración ha
aislado al país y lo convertido en más dependiente de las
importaciones, más endeudado, menos soberano y más débil en el plano
internacional, a pesar de la montaña de petrodólares que reparte entre
los socios oportunistas que se aprovechan del manirrotismo del
caudillo criollo
Los problemas internacionales que confronta el sistema financiero en
Europa, los Estados Unidos y algunos países asiáticos, han determinado
que el Gobierno vuelva a hablar sobre las nuevas formas de integración
que deben producirse en el mundo y acerca de la multipolaridad que
conviene construir para evitar la hegemonía de la potencias
tradicionales. El movimiento de los "indignados" en distintas naciones
del planeta ha propiciado este relanzamiento del tema. Conviene recordar
lo que el Presidente de la República entiende por relaciones
internacionales. Comencemos por El ALBA.
Esta fue la opción que el régimen propuso frente al ALCA. Su
fracaso en el plano económico ha sido un rotundo. Solo ha servido para
que los recursos que deberían invertirse dentro del país, se malgasten
en otras naciones a través del financiamiento de planes alocados. ¿Por
qué este fiasco? ¿Por qué el Gobierno no ha logrado aumentar y
diversificar sus exportaciones, ni siquiera a los países que ha
satelizado, a pesar de ser Venezuela la única potencia financiera de ese
disminuido grupo?
La razón fundamental reside en que una economía tan
intervenida por el Estado como la nuestra, está incapacitada
estructuralmente para integrarse o complementarse con otras economías,
ni siquiera con las de gobiernos que comparten el mismo proyecto
ideológico y político. Igual ocurrió con los países de Europa Oriental
durante la era comunista. Ninguna de las naciones periféricas de la
Unión Soviética fue capaz de abrocharse a las otras del bloque o a la
URSS, debido a que contaban con economías raquíticas, sin propiedad
privada, azotadas por los controles y las regulaciones; es decir,
comunistas. Apenas lograban sobrevivir gracias a los subsidios
proporcionados por el Kremlin y por la República Democrática Alemana
(RDA), que ostentaba el aparato industrial más desarrollado antes de la
II Guerra Mundial.
La experiencia enseña que solo pueden acoplarse economías de
mercado vigorosas, donde se respetan las leyes de mercado, se estimula
la competencia, se fomenta la productividad, existe la división y
especialización del trabajo, se aprovechan al máximo las ventajas
comparativas y competitivas del país, se respeta el Estado de Derecho y,
especialmente, los derechos de propiedad.
El régimen actual, ocupado en construir el socialismo del
siglo XXI, cargado de estatismo y colectivismo, confiscaciones y
expropiaciones, ha bloqueado toda posibilidad de que Venezuela se
convierta en líder de la integración, aun dentro del ALBA. El ensamblaje
con otros países ha sido sustituido por una visión perversa de la
integración y de las relaciones internacionales. El chavismo entiende
por integrarse al resto de la región y al mundo de cinco maneras
distintas, todas dañinas para la nación, pues se basan en el derroche de
los dólares aportados por el petróleo.
La primera forma consiste en desconocer los acuerdos
preexistentes y destruir los grupos que constituidos antes de 1999. Se
salió de la Comunidad Andina de Naciones, acabó con el Grupo de los
Tres (México, Colombia y Venezuela) y deterioró gravemente las
relaciones bilaterales con Colombia, nuestro principal socio comercial,
después de USA.
La segunda visión se traduce en importar cantidades ingentes
de bienes. La destrucción del aparato económico nacional, sobre todo el
agrícola, ha obligado al Gobierno a importar enormes volúmenes de
productos. Más de 60% de los alimentos que consumimos provienen del
exterior. Lo peor de este cuadro es que esos productos se les compran a
empresarios privados que desarrollan sus actividades en ambientes donde
se respeta y fomenta la iniciativa particular y donde los controles son
escasos. Entre quienes más se han beneficiado de este particular modo de
entender la "integración" está Brasil, una de las potencias económicas
emergentes más importantes del planeta.
La tercera vía se basa en subsidiar a los países satélites.
Mediante esta práctica imperialista se transfieren recursos financieros
a los gobiernos protegidos para luego presionarlos, amenazarlos,
chantajearlos y someterlos: Bolivia, Ecuador y Nicaragua han sido los
más favorecidos (Cuba, que ocupa el primer lugar en este combo pues
recibe gratuitamente cien mil barriles diarios de crudo, también forma
parte de otra categoría aun más nociva).
El cuarto camino se fundamenta en endeudarse
irresponsablemente. La contribución a la multipolaridad se limita a
hipotecarse hasta la coronilla con China, y, en menos, con Rusia e Irán.
La quinta categoría de la integración se basa en subordinarse
a otros países y renunciar a la soberanía nacional. Esta especial forma
de enganche se da con Cuba. A los hermanos Castro se les entregaron la
seguridad personal del Presidente de la República, el manejo de las
notarías y los registros, la fabricación de las cédulas de identidad, la
formación del personal de la FAN. Su bandera ha ondeado en Fuerte
Paramacay y ante ella se han cuadrado oficiales venezolanos.
La visión funesta adoptada por el Gobierno de la integración
ha aislado al país y lo convertido en más dependiente de las
importaciones, más endeudado, menos soberano y más débil en el plano
internacional, a pesar de la montaña de petrodólares que reparte entre
los socios oportunistas que se aprovechan del manirrotismo del caudillo
criollo.
No comments:
Post a Comment