Fernando Luis Egaña
Domingo, 30 de octubre de 2011
La capacidad "persuasiva" de la hegemonía comunicacional es
ostensible. Tanto por sus habilidades intrínsecas como por la
cacofonía que se escucha en la acera de enfrente. Pero más allá de sus
reconocidas ejecutorias, lo llamativo de este caso es la obsesión por
asentar que todo es seguro, confiable, victorioso y permanente en la
dimensión del poder presidencial
La propaganda roja está dedicada a proyectar que la salud presidencial
es óptima y arrolladora su popularidad. Un mensaje para prevenir
deslealtades.
Es lógico que la variable oncológica tenga un potencial desestabilizador
para un régimen personalista de jefe único e instituciones decorativas.
De junio para acá, la cascada de rumores ha dado para todo, incluso para
que el oficialismo aproveche las expectativas a su favor.
Pero la incertidumbre sobre la referida variable también tiende a crear
angustia entre los jerarcas civiles y militares de la "revolución".
Angustia no sólo por el futuro del comandante-presidente sino por el
futuro de cada cual. Y la angustia o la ansiedad, claro está, suelen ser
malas consejeras...
De allí que la maquinaria de propaganda de la "revolución" esté
atareada con dos objetivos cada vez más notorios: pasar la página de la
enfermedad de Chávez y proclamar que su respaldo popular llega a niveles
siderales. El mensaje central es que el comandante-presidente se
encuentra más fuerte e invencible que nunca.
Y ese mensaje no sólo se dirige hacia la generalidad de la población,
sino se enfatiza de forma particular a la estructura política del
régimen en todas sus facetas, comenzando por la parte castrense. Al fin
y al cabo, esta última parece no haber estado exenta de la oleada de
especulaciones surgidas a partir de la variable oncológica.
Según la publicidad estatal, esa variable ha dejado de existir por obra
de un milagro literalmente sobrenatural. Todos los voceros rojos repiten
en esencia la misma versión, incluyendo el propio señor Chávez. Y como
no hay información veraz al respecto, la verdad oficial es ésa y nada
distinto es admisible o tolerable, verbigracia Navarrete.
Y para que la nueva fortaleza no se derive únicamente del ámbito médico,
se la sustenta con cifras avasallantes de encuestas no menos
avasallantes. Y las hay genéticamente gubernativas como también de
cuidada y sospechosa independencia.
Y es que una cosa son los numeritos que reflejen la identificación o
comprensión especial por la enfermedad presidencial, y otra es que a
partir de esa tendencia natural de opinión en este tipo de situaciones,
se pretenda construir la percepción de que la "revolución" se encuentra
en el apogeo del apoyo nacional.
La capacidad "persuasiva" de la hegemonía comunicacional es ostensible.
Tanto por sus habilidades intrínsecas como por la cacofonía que se
escucha en la acera de enfrente. Pero más allá de sus reconocidas
ejecutorias, lo llamativo de este caso es la obsesión por asentar que
todo es seguro, confiable, victorioso y permanente en la dimensión del
poder presidencial.
Y asentarlo, sobre todo, con la mira puesta en los elencos políticos y
militares del bolivarismo, cuyo estremecimiento de los últimos meses ha
sido notado con preocupación en Miraflores y La Habana. Mientras tanto,
el país continúa cayéndose a pedazos...
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