Jesús Urdaneta Hernández
Domingo, 30 de octubre de 2011
Para nadie es un secreto que el miedo es la principal arma de los
regímenes totalitarios y por ende, la más usada en nuestro país
Desde hace mucho tiempo las cosas en este País, son lo contrario al
deber ser. Ser honesto es ser idiota; ser leal es no entender de
oportunidades; ser responsable es no saber vivir y así, pare de contar.
Dentro de este mundo al revés en el que vivimos, en días pasados fuimos
testigos de una nueva (pero por supuesto no última) situación en la que
se evidencia lo descrito: el gobierno ha decidió multar a Globovisión,
por haber trasmitido e informado a los venezolanos, lo que ocurría en
las cárceles del Rodeo I y II.
En efecto, informar de manera veraz e incluso gracias a
ello, evitar una mayor masacre a la ocurrida, lejos de generar elogios
y reconocimiento profesional, conlleva a una sanción que ni siquiera es
meramente pecuniaria sino vital. Así, el régimen castiga a Globovisión
mientras las cárceles siguen en estado de putrefacción, la nueva
Ministra sólo insulta y profiere improperios incluso a sus trabajadores
y nuevos levantamientos y tomas de rehenes ocurren en las mismas.
Y es que esa ha sido desde siempre la política de este gobierno. Si
nos roban es porque somos descuidados; si nos matan es porque nosotros
generamos la situación o peor aún, todo es irreal y producto sólo de
nuestra imaginación, porque a pesar de los casi 18.000 muertos del año
pasado, la inseguridad no existe sino es sólo una sensación que nos
generan los medios de comunicación.
Ahora bien, esa política de alterar la realidad, y de sancionar a quien
no se presta para el juego, no es casual y obedece a dos razones
fundamentales. La primera, la manipulación de la verdad, para evitar
dejar al descubierto su propia incompetencia e ineptitud y; la segunda
para generar miedo en la población, sin importar la condición socio
económica que se tenga.
Para nadie es un secreto que el miedo es la principal arma de los
regímenes totalitarios y por ende, la más usada en nuestro país. Y nos
guste o no, debemos reconocer que lamentablemente han logrado en gran
medida sus objetivos: mucha gente tiene miedo. Resulta evidente la
autocensura que viene operando en distintos medios de comunicación
social. Ante presiones inmorales ceden y alejan de los micrófonos o de
las tintas a periodistas que mantienen una posición cuestionadora u
oposicionista ante el Régimen; otros se niegan a pasar propagandas
incómodas e incluso a reflejar en sus noticias la realidad tal cual la
vivimos los venezolanos. Por su parte, muchas personas prefieren tener
un bajo o invisible perfil para pasar desapercibidos y así evitar
cualquier tipo de retaliación.
En este país al revés, debemos enderezar las cosas. Llamar a cada una
por su nombre y entender que la única manera que tenemos de lograr
rescatar nuestras vidas es no dejarnos manipular ni extorsionar por el
poderoso, que este caso es el Estado. Un estado en el que lejos de
buscar el bienestar y el desarrollo de su población, busca la sumisión y
el control de ésta a través del terror, para así perpetuarse en el
poder. La concentración del poder por el poder mismo y no como
herramienta de servicio social o colectivo, es una constante que se
repite descrita de manera magistral por Maquiavelo.
Ha llegado el momento de que abandonemos el miedo. Cada uno dentro de su
pequeña o gran parcela de acción, debe entender que la posibilidad del
cambio radica en nosotros mismos. No debemos esperar que otro haga lo
que nos corresponde. Cada quien debe asumir la responsabilidad de sus
actos para así, de manera gradual pero constante convertirnos
nuevamente en una sociedad libre donde cada uno es importante y donde la
fuerza del individuo como ser único y especial es superior al del estado
abstracto y carente de significación en sí mismo, porque sin la suma de
sus individualidades no es nada.
Quisiera terminar con una reflexión hecha por el gran dramaturgo noruego
Henrik Ibsen, quien en su obra "Un enemigo del pueblo" señala:
"Todavía queda por ver si la maldad y la cobardía son lo bastante
poderosas para sellar los labios de un hombre libre y honrado". Estoy
convencido que eso no es así y que no permitiremos que sellen nuestros
labios…
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