Henrique Capriles Radonski
Miércoles, 26 de octubre de 2011
Para saber lo que significa el progreso, y en particular el sentido que
le hemos dado en nuestra propuesta al país, no hay más que salir a la
calle y conversar sobre aquello que los venezolanos sueñan para su
futuro y el de sus hijos. En lugar de "izquierda", "derecha",
"escuálido" o "chavista", seguro que escucharemos expresiones como
"echar pa´lante", "verle el queso a la tostada", "tener lo que yo no
tuve", "echarle pichón", "conseguir una oportunidad" y muchas otras
relacionadas con techo, trabajo, seguridad, educación o salud.
El progreso tiene que ser integral o sencillamente no existe. Podríamos
lograr un magnífico sistema de salud, por ejemplo, pero de poco nos
valdrá si no logramos atajar el fenómeno de la delincuencia desbordada,
que esta administración dejó crecer a niveles insoportables, o si no
logramos garantizar un servicio tan elemental como el eléctrico.
Muchos de los programas sociales emprendidos en los últimos años, a
menudo víctimas de un progresivo deterioro, son positivos en sí mismos.
Sin complejo alguno afirmo que deberán ser no sólo mantenidos, sino
consolidados con una fuerte dosis de calidad de servicio y, por
supuesto, borrando todo rastro de sectarismo. Pero ello no basta.
Para progresar, en primer lugar, hay que generar empleos en cantidad y
calidad suficiente, área en la que el actual gobierno no sólo ha sido
ineficiente, sino que se ha convertido en una máquina destructora de
puestos de trabajo. Los venezolanos no se sienten satisfechos al
sobrevivir a punta de subsidios. Por el contrario, recientes estudios
señalan que nuestra gente coloca al desempleo en el primer lugar de sus
preocupaciones, incluso por encima de problemas tan serios como la
inseguridad o la falta de vivienda.
De otras tantas áreas podríamos hablar para detallar la ruta de progreso
que hoy proponemos, incluyendo, muy a la cabeza, el desarrollo de un
sistema educativo orientado no a multiplicar frustraciones a través de
la profusión de títulos, sino a la verdadera generación de capacidades.
El punto de partida de nuestro viaje hacia el progreso será optar por
una Venezuela donde la separación de poderes y la institucionalidad
dejen atrás las arbitrariedades del caudillismo, donde el haber sido o
seguir siendo chavista no sea motivo de exclusión a ningún nivel.
En Miranda puede verse un modelo de cómo esa transición es perfectamente
posible. Sigamos esa senda. El autobús del progreso, donde todos
cabemos, ya está listo para partir hacia un futuro distinto y mejor.
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