Militares a sueldo
Asdrúbal Aguiar
Domingo, 30 de octubre de 2011
Pues bien, ningún autócrata hispanoamericano – que se recuerde –
malquiere tanto a las Fuerzas Armadas como el mentado
Voy a fondo. Más allá del aumento en el 50% de los sueldos de la milicia
que dispone el soldado dictador, quien secuestra a los venezolanos desde
hace 13 años, cabe destacar la cizaña: ¡los opositores no nos quieren!,
afirma éste.
Y agrega otro decir, que vale ponderar para mejor entender lo que viene
tras el beneficio salarial en cuestión y dado el refrán popular ¡al que
le pica es porque ají come! "Están buscando [mis opositores], pero sé
que no lo van a lograr, que haya un grupo de militares dispuestos a
sumarse a esa actitud [dividirnos] y salir hasta con armas a generar
enfrentamientos entre nosotros, a generar hechos violentos para acusarme
como de que [sic] soy el dictador que hizo fraude", argumenta.
Pues bien, ningún autócrata hispanoamericano – que se recuerde –
malquiere tanto a las Fuerzas Armadas como el mentado. Los dictadores
que conoce la región a lo largo de los siglos XIX y XX se empeñan en
crear academias militares, aumentar el apresto operacional y la
disciplina, comprometer a las primeras como institución esencial para la
defensa de los superiores intereses de sus patrias de bandera, en fin,
hacer de cada uniformado un ser consciente de que sin él, admitida la
desviación, la noción de patria no existe.
De allí que, antes que las democracias se instalen a partir de la mitad
del último siglo, en la mayoría de dichas naciones, sus "gendarmes
innecesarios" imaginan repúblicas militares y sociedades políticas
creadas y recreadas dentro de los cuarteles. Asi ha sido desde cuando
los Estados mencionados adquirieren su personalidad – anticipándose al
hecho social previo - y por obra misma de un traspiés en la Emancipación.
En un primer instante, el dictador venezolano hace gala de su condición
militar clásica. Hasta le reclama al Presidente que le antecede – el
jurista Rafael Caldera – habérsela retirado, antes del perdón.Nombra
ministros, gobernadores y jefes de cuanta repartición pública existe a
sus compañeros de milicia, y en algún momento – quizás para purificar
sus antecedentes de golpista – afirma que con él la Fuerza Armada
reconquista los fueros que nunca debe perder a manos de los civiles. Lo
mismo sostiene años atrás, en la Argentina, Jorge Rafael Videla.
Pero lo cierto es que al halago sigue la realidad cruda, que se hace
purgante para los militares venezolanos. Poco a poco son desplazados,
sus jerarquías alteradas – a los suboficiales se les equipara en rango a
los oficiales, dado el principio de la igualdad socialista. La estirpe
del Ejército y sus pares como institución se ve prostituida.
Al dictador le interesa tener un partido militar, una gendarmería de
asalariados, una guardia pretoriana al mejor estilo que la organizada
por su entrañable amigo, Muammar Al Gadafi. Deallí la tarea de
destrucción que emprende sobre la fuente desde la que parte el proyecto
que lo lleva hasta la Primera Magistratura, luego del ominoso 4 de
febrero de 1992.
Su primera medida es la ruptura de la conveniente separación de los
comandos entre las distintas fuerzas de tierra, mar y aire. Las unifica
bajo su autoridad operacional y mediante acto propio reasumesu condición
de oficial activo - no más como teniente coronel - y declara que como
Presidente de la República ejerce el control efectivo, a título de
Comandante en Jefe con derecho a uniforme e insignias, de los indicados
componentes.
Seguidamente, para doblegarlos, manda la creación de una milicia popular
que constituye con militantes de calle a quienes arma, no para la
defensa del Estado sino de la revolución. Al término, sus antiguos
compañeros derivan en coro de iglesia. Vocean ante su presencia la
consigna importada ¡patria, socialismo o muerte! Les subordina al
Comandante Fidel Castro y les impone rendir honores a la bandera cubana.
Al término, cada cuartel, cada brigada, cada división, queda sujeto a la
vigilancia de un comisario político venido desde "la isla de la felicidad".
Dentro de tal contexto, superada la crisis que ello provoca entre los
militares quienes se alzan con micrófonos y no con armas el 11 de abril
de 2002, las Fuerzas Armadas históricas fenecen. Las que restan esperan
por el cierre del círculo que les desplaza con elementos milicianos
cubano-venezolanos que las esperan a la vuelta de la esquina, para
darles el golpe de gracia.
Por un sino de la historia, los soldados quienes ayer acompañan la
libertad de las naciones americanas y más tarde enfrentan a sangre y
fuego la invasión armada que provoca el dictador cubano sobre la patria
de Bolívar, en los años '60 pasados, hoy, sin disparar un tiro escoltan
a sus conquistadores; y mantienen silencio ante la narco-guerrilla
colombiana – su igual enemiga durante el último medio siglo – que les
roba el territorio como aliviadero.
El narcotraficante más famoso – por su conocida relación con la
dictadura y en una cárcel de oro que ésta le procura luego de
extraditarlo desde Colombia, salvándolo de las garras de la Casa Blanca
– declara sin rubor, para colmo, que dos decenas de generales
venezolanos integran su nómina de asalariados.
El dictador, no obstante, sabe que los nervios esenciales de la cultura
militar laten aún en las jóvenes generaciones, quienes cada semana piden
se les dé de baja o rumian la traición de lesa patria en que les
compromete la felonía revolucionaria. Cree, a pié juntillas, como el más
voraz de los capitalistas salvajes y a pesar de su filiación
cubano-marxista, que cada soldado tiene precio. Lo paga por anticipado,
antes de las elecciones del 2012.
No comments:
Post a Comment