Milagros Socorro
Lunes, 31 de octubre de 2011
¿Por qué un presidente necesita poner bozal de arepa a las fuerzas
armadas? ¿Acaso su lealtad está en entredicho? ¿Las fuerzas armadas no
han demostrado lo suficiente su adhesión a la Constitución en estos
años? Si Chávez se ha propuesto comprar la voluntad de las fuerzas
armadas es porque espera recibir mercancía de cohecho; esto es, está
abonando a plazos un asalto a la legalidad
H asta el más irracional admite que el aumento de salario para los
militares es necesario.
Más aún, hay consenso alrededor del hecho de que, a pesar del alto
porcentaje (50%) y de que supone una irresponsabilidad fiscal, se queda,
no obstante, corto en un país tan gravemente castigado por la inflación.
Todo el mundo piensa, pues, que los militares, como trabajadores que
son, víctimas de la galopante devaluación de la moneda y expuestos a
súbitos traslados cuyos gastos nadie más que ellos sufraga, merecen ese
incremento.
Y, sin embargo, desde el miércoles, cuando Chávez hizo el anuncio, los
uniformados han sido blanco de venablos que han recorrido toda la
escala, desde el reproche hasta la franca descalificación. ¿Cómo se
explica esto? Muy simple, porque ese aumento debería corresponder a
todos los empleados públicos y no solamente a quienes detentan las
armas. ¿Era previsible para el régimen que la exclusión caería muy mal
en la sociedad? Claro que sí.
Cualquiera hubiera podido prever que la delimitación de una comarca de
privilegiados iba a enfurecer a los olvidados y a encerrar a los
favorecidos en un círculo de reticencias. (Y ya no digamos la oferta
estrafalaria de eliminar para el sector castrense el pago de cuotas
iniciales en la compra de viviendas y carros, solo faltó que se
decretara el uso de tratamientos nobiliarios a quien use gorra y botas).
Y, entonces, ¿por qué Chávez hace esto? ¿Tan enfermo está? Enfermo está,
a no dudarlo; y mentalmente lo ha estado siempre (como estableció el
doctor Navarrete, quien no solo habló del sarcoma sino también de los
periódicos estados de disociación). Pero hizo esta jugada con toda
premeditación para generar la reacción que en efecto ha logrado: aislar
a los militares y reforzar la impresión -que Chávez siempre ha atizado-
de que los civiles desconfiamos de ellos y les dispensamos el mismo
desprecio que él despierta en la mitad de la población.
Con esta operación, no solo humilla al PSUV, a quienes ha expresado con
toda nitidez que su partido son las fuerzas armadas y nadie más, sino
que intenta sobornar a unas filas que cada cierto tiempo elevan un
murmullo de descontento ante su desmedrado poder adquisitivo al tiempo
que ven pavonearse al grupito de oficiales que les pasan delante con
camionetas imposibles de comprar sin corromperse.
Pero, ¿por qué un presidente necesita poner bozal de arepa a las fuerzas
armadas? ¿Acaso su lealtad está en entredicho? ¿Las fuerzas armadas no
han demostrado lo suficiente su adhesión a la Constitución en estos
años? Si Chávez se ha propuesto comprar la voluntad de las fuerzas
armadas es porque espera recibir mercancía de cohecho; esto es, está
abonando a plazos un asalto a la legalidad. Quiere unos militares
convertidos en estamento solitario y odiado, a quienes no quede más
opción que seguirlo en una aventura contra la Constitución.
El guión de la ruindad ya está escrito.
¿Por qué el régimen adelantó las elecciones presidenciales de 2012, de
diciembre a octubre? ¿Tiene esto que ver con el mal que sufre el
Presidente? En absoluto: dos meses no cambian para nada el devenir de
esa enfermedad. Las fechas se movieron con el proyecto de que Chávez
salga triunfador en octubre (para eso las rectoras del CNE obedientes al
mandón han desplegado trampas que están siendo enfrentadas por la
Unidad); y que, inmediatamente convoque una reforma integral de la
Constitución para instaurar la dictadura comunista en Venezuela.
Entre los cambios a imponerse estaría la eliminación de gobernaciones y
alcaldías. Por eso los comicios de estas instancias fueron pautados para
diciembre de 2012 y abril de 2013, respectivamente. El punto, entonces,
no era tanto adelantar la presidencial como desgajarla de las otras...
que con Chávez en el poder no tendrían lugar.
Para todo eso el régimen necesita unas tropas mercenarias, que sirvan al
régimen y no a la república. Unos militares alcahuetas, que apoyen una
maquinación fraguada en la bacinilla de Fidel Castro, donde caen sus
excrecencias y las evidencias de su degradación.
Para terminar de destruir el país sería indispensable la complicidad de
esos militares venezolanos que hoy son condenados y apedreados... como
si no fuera suficiente con haber recibido el palazo de ser involucrados
en la ruin intriga del perverso moribundo.
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