Friday, December 2, 2011

La CELAC: ¿qué la inspira?

La CELAC: ¿qué la inspira?
Trino Márquez
Viernes, 2 de diciembre de 2011

La CELAC abre una nueva zona de fricción con Norteamérica. Se excluyó
también a Canadá para que el ataque a USA no fuese tan evidente y
grotesco. Representa una muestra más del antinorteamericanismo verbal de
Hugo Chávez.

La Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC) fue
concebida por el comandante Hugo Chávez como alternativa frente a la
Organización de Estados Americanos (OEA), institución creada en 1948
supuestamente controlada y dominada por los Estados Unidos. El caudillo
–quien desmanteló a la Cancillería y acabó con todo vestigio de
meritocracia y profesionalismo en el servicio exterior-, como no pudo
sepultar la OEA, ni lograr que Cuba se incorporara a este foro
multilateral, quiere pasar a la posteridad auspiciando y financiando una
estructura paralela, que no hará más que reproducir en una escala menor
a la institución presidida por José Miguel Insulza (por cierto, ¿qué
pensará este señor de esa provocación artera al organismo que él dirige?).

La metodología ya la conocemos en Venezuela: a toda
institución u organización tradicional y legítima le levanta al lado su
equivalente, pero informal e ilegítima. Barrio Adentro, las
universidades bolivarianas, los sindicatos y gremios chavistas, las
autoridades metropolitanas, ejemplifican esta práctica del torpedeo.

El interés de los mandatarios presentes en el acto fundacional
de la CELAC reside en ver cómo pueden aprovechar el petróleo venezolano
y la generosidad del gobernante venezolano con el dinero ajeno. Nadie
quiere perderse el festín del cual disfrutan los cubanos, los
bolivianos, los nicaragüenses y los chinos.

La CELAC abre una nueva zona de fricción con Norteamérica. Se
excluyó también a Canadá para que el ataque a USA no fuese tan evidente
y grotesco. Representa una muestra más del antinorteamericanismo verbal
de Hugo Chávez. Subrayo lo de verbal porque en la práctica, salvo
algunos escarceos diplomáticos intrascendentes, nunca el teniente
coronel ha pasado la raya amarilla. El millón de barriles de petróleo
que a diario coloca en el mercado norteamericano, cancelados de forma
inmediata por sus compradores, lo ha hecho desistir de llevar los
disparates verbales a los hechos. La paradoja de esta incómoda situación
es que los gringos, sin proponérselo, financian la revolución
bolivariana, su proyecto de expansión continental y aquelarres como el
de la CELAC, que atentan contra la estrategia norteamericana en la región.

El antiiperialismo adolescente de Chávez solo en apariencia es
seguido por sus colegas latinoamericanos. Todos reconocen el significado
planetario de la primera potencia económica y militar del orbe. Todos
quisieran que los productos manufacturados en sus países puedan entrar
en un mercado tan exigente y extenso como el norteamericano. El
encuentro de Caracas lo ven como una oportunidad de obtener algún
privilegio petrolero. Mientras tanto, las naciones que pueden firmar sus
tratados de libre comercio con EE.UU. lo hacen, y con mucho entusiasmo.
Para Brasil, México y Argentina el futuro no hay que buscarlo en los
sueños bolivarianos de Chávez –para quien la cita de Caracas es una
especie de reedición de Congreso Anfictiónico de Panamá-, sino en
economías de mercado eficientes con capacidad para elaborar productos de
alta calidad que puedan colocarse en mercados con alto poder
adquisitivo, y con potencia para sacar a amplios sectores de la pobreza
en la que la han hundido políticas intervencionistas, colectivistas y
demagógicas.

El teniente coronel se "protege" del "imperialismo"
norteamericano, promoviendo organismos innecesarios y costosos como la
CELAC. Se imagina viviendo en tiempos de la Guerra Fría. Sin embargo, le
abre los brazos y otras cosas al frío imperialismo chino, que crea
enclaves coloniales allí donde se instala. Chávez se enardece porque
los trabajadores de los países capitalistas supuestamente son explotados
por los empresas vernáculas y las transnacionales, pero no dice ni pío
ante la exacción salvaje que padece la mano de obra en las ciudades
industriales chinas, donde la hora de trabajo no llega a un dólar, ni
existe nada parecido a un pliego conflictivo, a una contratación
colectiva o a una huelga para exigir o defender derechos laborales
Derechos que existen en las sociedades occidentales desde hace más de un
siglo. Frente a este cuadro ominoso, que haría llorar a Charles Dickens
y estallar de ira al neurasténico Carlos Marx, el gobernante venezolano
enmudece.

La Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), supuesta
opción ante el Acuerdo de Libre Comercio para las Américas (ALCA), no
pasó de ser un amago sin alcance ni importancia de ningún tipo. Lo mismo
es muy probable que ocurra con la CELAC, pues las motivaciones que la
inspiran son análogas a las del ALBA. Lo peor de estos sainetes es que
somos los venezolanos quienes los financiamos.

trino.marquez@gmail.com

http://www.analitica.com/va/internacionales/opinion/1085896.asp

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