Luis Betancourt Oteyza
Martes, 27 de diciembre de 2011
Parece que el avance inexorable del cáncer que padece Chávez y su pronto
desenlace fatal, como es inevitable y normal en su caso, ha recrudecido
y exasperado su crueldad natural, congénita casi, nacida de su
resentimiento social y familiar. Esta situación, según los médicos,
derivada de su mal y su frustrado tratamiento cubano que ha potenciado
su sicopatía, lo está convirtiendo en un ser peligroso para sus
semejantes; peligroso para todos los venezolanos, incluso para los
mismos chavistas.
Cuando se instaló la actual Asamblea Nacional, acosado por la culpa que
se asienta en la conciencia de todo humano, tenga o no corazón, retó a
que lo culparan por la muerte violenta, a la fecha, de más de 150.000
ciudadanos, lo que agarró desprevenidos a los diputados de la oposición
pero no por ello alcanzó su absolución. Él sabe que su mensaje de odio
social y, sobre todo, racial –cuyo único antecedente fue la incitación
de José Tomás Boves-; su llamado permanente a la guerra interna contra
sus adversarios; sus insultos a quienes teme porque no se le suman,
llamándolos de todo: escuálidos, cipayos, apátridas, traidores, vende
patrias, etc., de los cuales, por cierto, no se ha escapado el fundador
de Venezuela, José Antonio Páez, ha exacerbado las envidias y
frustraciones de muchos que se sienten injustamente preteridos por la
suerte, volcándolos contra sus vecinos y hasta familiares; mientras, con
la complicidad de mandos militares irresponsables, desarmó a las
policías municipales y estadales, humillándolas y desmoralizándolas,
para quitarles toda autoridad preventiva y coercitiva ante los
malandros, que ya entusiasmaba para caer contra la población inocente y
pacífica
La matazón que hemos sufrido en Venezuela es su culpa y su obra; es el
producto más de bulto de la dictadura chavista. En su obra macabra ha
contado con mucha colaboración: los Fiscales Nacionales y sus bandas del
momento; los jefes policiales tornados en esbirros de la peor calaña;
mandos militares serviles y sin honra; jueces cómplices y corruptos, que
han traficado con sus cargos favoreciendo a delincuentes a la vez que
persiguen a inocentes por orden del Mandón Mayor.
Pero no ha bastado la incitación al delito a los receptores del mensaje
de odio presidencial y la persecución ordenada, casi caprichosamente, de
sus adversarios o de simples empresarios ajenos a la política, sino que
ha ordenado prácticas crueles e inhumanas para sus víctimas. Los
ejemplos acusan no sólo a él y sus secuaces sino a todas las fuerzas
vivas de la nación que han ido dejando pasar los días mientras se
consume la tortura de los presos políticos y se distraen en ofertas
electorales sin sentido. La condena a muerte de militares, comisarios y
oficiales de la PM, que van escapando uno a uno con daños quizás
irreversibles; el tormento a que está sometida, por su cobarde orden,
una mujer, María Lourdes Afiuni, por el hecho de hacer justicia, sólo
tienen antecedente en los horrores de las ergástulas de Gómez; ni
siquiera la anterior dictadura de Pérez Jiménez se ensañó de esta forma.
Claro que en un mañana se hará justicia y no habrá borrón y cuenta nueva
cobijados bajo la farsa de la "reconciliación" y los jueces que se han
prestado a las torturas aplicadas a sus trofeos de momento lo pagarán,
como lo pagarán los esbirros, militares y civiles, cuando Chávez
desaparezca físicamente, y se descoyunte este régimen de oprobio, pero
muchos habrán sufrido sin necesidad ni reparación.
La última crueldad de esta dictadura fue algo que pareciera poco frente
a lo que sufren los presos y familiares de asesinados pero es muy
emblemática de lo es capaz un presidente amargado por su enfermedad
incurable y su torpe destino. Me refiero a lo que han hecho con los
sueldos y aguinaldos de los maestros y monjitas de "Fe y Alegría" en
estas navidades. Los hicieron esperar hasta hoy, casi víspera de Noche
Buena, para que sintieran el desprecio de quienes no son sino inferiores
a ellos. Los que no conocen, como esos apóstoles del padre José María
Vélaz, lo que es el amor y el perdón. Los que no se atreven a negarles
su misión porque no han sido capaces de sustituirlos por cubanos que
quisieran quedarse, sin huir como los paramédicos de la fracasada
"barrio adentro".
Se equivocan algunos precandidatos de la MUD, el problema no es la
inseguridad o la educación o la economía, es la Dictadura de Hugo Chávez.
Caracas, 22 de diciembre de 2011
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