Rafael Díaz Blanco
Sábado, 31 de diciembre de 2011
En estos días navideños, días de paz y reconciliación, pero también de
reflexión, pienso en nuestros presos y perseguidos políticos. Creo que
es nuestro deber hacerlo. Son días para acordarse de quienes se fueron,
pero también de quienes no nos acompañan por estar privados de libertad.
A los presos debemos recordarlos como si nosotros mismos estuviéramos
presos.
En la lucha por la libertad es fundamental que los presos, los
exiliados, todos los perseguidos por razones políticas estén siempre
presentes en nuestros corazones. En Cuba hay miles de presos políticos.
No se sabe cuántos son. Si se quiere todos están presos. En Venezuela
son mucho menos. Ambas son dictaduras. Una totalitaria. Otra
postmoderna. La de los Castro ha sido interminable, violenta, feroz y cruel.
La nuestra más larga que muchas, es selectiva en su violencia, ferocidad
y crueldad. Sin embargo, los tiempos cambian. En la isla caribeña
recibirán la excarcelación anticipada casi 3.000 presos políticos,
incluyendo 86 ciudadanos extranjeros de 25 países, 13 mujeres, personas
con más de 60 años, y jóvenes adoctrinados. En nuestra patria solo salen
de prisión unos pocos, recluidos en sus casas bajo régimen de
presentación, seguirán con la libertad restringida.
En Cuba, Raúl Castro informa que el indulto se concede por petición de
los familiares de los presos, las iglesias, así como ante la próxima
visita en marzo del papa Benedicto XVI. Igualmente anuncia una reforma
migratoria que permitirá salir del país a miles de cubanos poniendo fin
a 50 años de restricciones.
En Venezuela, la Fiscal General de la República dice cínicamente que las
medidas de excarcelación demuestran el respeto del gobierno por los
derechos humanos. En realidad, su único propósito es evitar que los
excarcelados fallezcan en prisión con grave deterioro de la imagen
internacional del régimen.
Cuando un preso político recupera la libertad nos alegrarnos, pero
sobretodo debemos reafirmar nuestro compromiso con quienes todavía
sufren cárcel y persecución. Soñamos con navidades sin perseguidos, sin
exiliados, sin presos políticos. Será posible cuando ya acabemos con los
perversos regímenes políticos de Cuba y Venezuela. Cuando la impunidad
de quienes abusan del ejercicio del poder haya concluido.
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