Áxel Capriles
Viernes, 2 de diciembre de 2011
¿Por qué la gente, las grandes masas, no reaccionan con iracundia e
indignación?
La imagen es infeliz pero elocuente (me la comentó un amigo en un
aeropuerto): Venezuela es una mina de oro en la que todos andamos con un
pico en el hombro buscando dar un golpe y llevarnos un pedazo. La
representación mental de algo que está allí para ser expoliado y
saqueado es mucho más penetrante que las aspiraciones éticas y los
discursos políticos moralizantes. Explica, por ejemplo, la complicidad
de los poderes públicos y la indiferencia del pueblo ante la apropiación
indebida y el pillaje de los recursos de la nación como se evidencia en
el manejo del Fondo Chino. ¿Por qué tanta aceptación, complicidad e
incuria? ¿Por qué la gente, las grandes masas (no los pocos
denunciantes), no reaccionan con iracundia e indignación? Una compañera
de trabajo es una confesada antichavista, pero apenas salió aprobada la
nueva ley para el control de los arrendamientos dejó de pagar el
alquiler de su apartamento y corrió a la Superintendencia a registrarse
como inquilina. Le llegó su cuota de aprovechamiento. ¿Y a quién no?
La rapiña y el deterioro van de mano. Mientras más le sacamos a la mina,
menos nos preocupa mantenerla. ¿Puede ser cierto que alrededor del 50%
de los venezolanos apruebe el saqueo de Pdvsa, el colapso de la pista de
aterrizaje del aeropuerto de Maiquetía o el hundimiento del viaducto La
Cabrera? El psicólogo Philip Zimbardo denominó efecto Lucifer a la
manera en que las personas buenas, comunes y corrientes son seducidas
por el mal. El mal y el deterioro son, de hecho, infecciosos. Bastan
unos pequeños gestos para reproducirlos. El aprendizaje por observación
o modelado es más rápido o intenso en la reproducción de conductas
destructivas. El efecto demostración es una forma de imitación por la
que los grupos adoptan los estándares y valores de las clases
dominantes. No muy distinto del efecto del último vagón, otro fenómeno
de imitación por el que las personas buscan montarse en el tren de los
ganadores sin tomar en cuenta los valores.
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