Oswaldo Álvarez Paz
Lunes, 29 de agosto de 2011
Hugo Chávez sabe que, sano o enfermo, tiene los días están contados en
la Presidencia. El nivel de fatiga del pueblo es abrumador. La caída de
su credibilidad no tiene precedentes y la cuenta regresiva está
irremediablemente en marcha
No solamente no volverán. No seguirán mucho tiempo más en el poder. La
cuenta regresiva está irremediablemente en marcha. Aún cuando el CNE
incumpla con el deber de informar el calendario electoral oportunamente,
2012 marca el final de esta etapa tan obscura y perversa de la historia
contemporánea de Venezuela. Nunca antes un Presidente tuvo las
extraordinarias oportunidades políticas y financieras que éste ha
tenido. Tampoco había sufrido la nación las consecuencias de un régimen
tan nefasto, ineficiente, con desviaciones y corruptelas escalofriantes,
y de paso, sometido ideológicamente a un gobierno extranjero. El
tutelaje castro-comunista traspasa los límites de lo aceptable en
materia de independencia y soberanía, incluso de respeto personal hacia
el Jefe del Estado. Lamentablemente pareciera no respetarse a sí mismo y
eso lo complica todo.
Hugo Chávez sabe que, sano o enfermo, tiene los días están contados en
la Presidencia. El nivel de fatiga del pueblo es abrumador. La caída de
su credibilidad no tiene precedentes. Convertir el tema del cáncer en
instrumento para sus pretensiones reeleccionistas, lejos de ayudarlo,
reafirma la convicción mayoritaria sobre la incapacidad manifiesta para
gobernar.
Sabe que para el día de hoy a esta hora, no hay ninguna posibilidad de
que pueda ganar unas elecciones medianamente transparentes. Haga lo que
haga. También lo sabe el alto gobierno, los jefes políticos de su
partido y los circunstanciales aliados, especialmente, unos cuantos
jefes militares que de espaldas a la Constitución y a su propio
uniforme, se convierten en "apóstoles y corifeos" de la revolución
castro-chavista, parafraseando a ese gran venezolano que fue Rómulo
Betancourt.
Todos lo saben. Ese puede ser el problema mayor. También se saben firmes
candidatos a la inevitable rendición de cuentas dentro y fuera del país.
Ojala y no cometan el disparate de tratar de evitarla tramposeando el
sistema electoral o sobre la base de la violencia, de la represión
física e institucional, que puede resultar peor que la física. La
confrontación puede llegar a extremos impensables en este momento. Pero
se equivocan quienes pretendan retener el poder por vìas
inconstitucionales, incluida la armada, como lo anunció Adán Chávez al
regresar de Cuba con motivo de la enfermedad de su hermano. No vamos a
esquivar el enfrentamiento.
No lo provocamos, pero el miedo desaparece dando paso a la creciente
indignación nacional. No tendrán éxito las maniobras divisionistas, ni
los insultos de quincalla baratera. Venezuela entera cierra filas con
las alternativas de cambio. Más que una simple unidad electoral, se
trata de una verdadera unión nacional para ponerle punto final a la
tragedia actual. Civiles y militares, con la Constitución como
orientación y guía, trabajan en la dirección adecuada. La comunidad
internacional está atenta. La transición democrática es inevitable.
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