Sunday, August 28, 2011

Disipando las dificultades

Disipando las dificultades
Alberto Rodríguez Barrera
Domingo, 28 de agosto de 2011

"No es suficiente, antes de comenzar a reconstruir la casa en que uno
vive, simplemente derrumbarla, proveer materiales de construcción y
arquitectos, o convertirse uno mismo en el propio arquitecto, y, además
de todo esto, tener un cuidadoso plan previsto para la nueva
construcción, sino que uno debe tener algún otro lugar conveniente en el
cual residir mientras el trabajo de construir se adelanta; y, de la
misma manera, para poder permanecer irresoluto en mis acciones mientras
la razón me obligaba a suspender mi juicio, para continuar viviendo tan
feliz como pudiera, yo tracé una moralidad provisional para mi mismo,
compuesta de sólo tres o cuatro máximas…"

Descartes estaba contento con su método, ya que sus cuatro reglas le
aseguraban el uso de su razón, si no perfectamente al menos en lo que
tenía al alcance de su poder. No era el atropello y la improvisación con
que proceden ciertos gobernantes, obviamente, ya que Descartes tenía la
honradez de reconocer su ignorancia y de prepararse para obtener mejor
conocimiento.

Figuraba primero entre sus máximas la obediencia "a las leyes y
costumbres" de su país y –pese a que llegaría a ser el "gran innovador"-
quería gobernarse a si mismo "en todo de acuerdo a las opiniones más
moderadas", aquellas menos dadas al exceso y comúnmente aceptadas en la
práctica "por los más sensatos de aquellos con quienes tendría que
vivir", seguro de que no había nada mejor que eso. Por ello es que para
conocer sus sentimientos reales observó "sus acciones en vez de sus
palabras", no sólo por la corrupción de maneras y costumbres, también
porque la gente no declaraba aquello en que creían y "porque muchos no
lo saben ellos mismos".

Creyendo en las opiniones más moderadas, Descartes veía que era más
fácil ponerlas en práctica y que tenían así más posibilidades de ser
mejores, "ya que todo exceso es generalmente malo", y se extraviaría
menos del "camino correcto". Descartes incluía entre las formas del
exceso "todas aquellas promesas mediante las cuales nos privamos de algo
de libertad". No veía en el mundo nada que permaneciera igual, y se
esmeraba constantemente en incrementar sus poderes de juicio, no
empeorarlos.

Así, su segunda máxima era ser firme y resoluto en sus acciones,
"imitando a los viajeros perdidos en el bosque" que no deberían
deambular de uno a otro lado ni quedarse estancados en un solo lugar,
sino ir derecho hacia adelante en la misma dirección, ya que de otra
manera, aún cuando no llegara a su destino, llegaría a algún lado mejor
que el medio del bosque.

Cuando no se está en capacidad de distinguir las más ciertas opiniones,
debemos elegir las más probables, y si no hay posibilidades entre ellas,
debemos elegir las que sean más verdaderas, las más ciertas, y de tal
manera evitamos los ataques de arrepentimiento y remordimiento que
comúnmente agitan a los espíritus débiles mal balanceados, que practican
inconsecuentemente como bueno lo que después juzgan como malo.
(Constituye esto último una de las características del chavismo en su
proceder absolutista e improvisador, incapaz del proceder coherente.)

La tercera máxima cartesiana era intentar siempre el dominio sobre si
mismo en vez de depender de la fortuna, intentar alterar los deseos en
vez del curso del mundo, acostumbrarse a la creencia de que no hay nada
que esté totalmente bajo nuestro poder excepto nuestros pensamientos,
para que –habiendo hecho el mejor esfuerzo con lo que nos es externo-
consideremos lo que fallamos en lograr como absolutamente imposible. La
idea aquí era que si vemos los bienes externos fuera de nuestro poder,
no lamentaríamos pérdidas como "estar en posesión de los reinos de China
y México"; haciendo una virtud de la necesidad, no desearíamos estar
bien cuando enfermos ni libres cuando en prisión, ni desear "cuerpos tan
incorruptibles como diamantes, o anhelar alas para volar como un pájaro".

Para ello se requiere de una constante meditación, la capacidad de los
filósofos de la antigüedad para sustraerse del imperio del "chance",
tristeza y pobreza, para reclamar la felicidad de los dioses, con
pensamientos que los hacían más ricos, más poderosos, más libres y
felices. Perseverar en la razón y el conocimiento de la verdad requiere
de un método con las tres máximas que para Descartes eran "toda la
riqueza que por siempre estarían a mi alcance"; porque la voluntad
siempre busca (o evita) lo que el entendimiento califica como bueno o
malo, y "es suficiente juzgar bien para hacer el bien, y juzgar tan bien
como uno pueda para hacer lo mejor que uno pueda, para adquirir… todas
las virtudes junto con todos los demás bienes que seamos capaces de
adquirir. Y cuando uno tenga la certeza de que todo esto es verdad, uno
no puede fallar en ser feliz".

"Pero todo este entendimiento es arduo, y una cierta indolencia me lleva
imperceptiblemente de vuelta a mi ordinario estilo de vida. Al igual que
un esclavo, felizmente soñando que es libre, teme ser despertado en
cuanto sospeche que su libertad no es más que sueño, y conspira con su
deliciosa ilusión para prolongar el engaño, y así me recuesto sin saber
de mis viejas opiniones, y temo ser despertado de mi sopor a no ser que
las laboriosas vigilias que deben seguir a este tranquilo descanso, tan
lejos de traer luz a mi mente en su búsqueda de la verdad, probaran ser
inadecuadas para disipar toda la oscuridad causada por las dificultades
que acaban de ser planteadas".

A veces nos sentimos como en las luchas interiores de Descartes, pero a
la vez conscientes de que sin pensar y dilucidar los dilemas no
podríamos salir adelante…

chinorodriguez1710@yahoo.com

http://www.analitica.com/va/economia/opinion/9706847.asp

No comments:

Post a Comment