Monday, August 29, 2011

La socialdemocracia ante la crisis

La socialdemocracia ante la crisis
Antonio Sánchez García
Lunes, 29 de agosto de 2011

La transición hacia una sociedad plenamente democrática que
enfrentaremos inevitablemente debiera tener como eje de articulación las
dos fuerzas motrices de la Venezuela moderna, la socialdemocracia y el
socialcristianismo, en base a una política centrada en los dos grandes
componentes de las revoluciones modernizadoras: la revolución social y
la revolución política

Hay circunstancias en que el destino aúna en un solo haz de decisiones
pasado y futuro, presente y porvenir. Estamos en una de esas
encrucijadas de la historia. De nuestra sabiduría depende el futuro de
la Patria.

1.- Venezuela fue el primer país de América Latina en dotarse de un
partido de masas que se propuso resolver las dos grandes aspiraciones
del progresismo mundial de la post guerra: la igualdad social y la
libertad política. Ese gran partido fue Acción Democrática, el más
legítimo producto de los anhelos e impulsos de la generación del 28,
profundamente afincado en nuestra realidad social y guiado por una
estratégica visión de país. Un logro, justo es decirlo, que se
anticipaba en décadas al desarrollo de partidos semejantes en el resto
de los países más desarrollados del planeta.

Tal vez lo más relevante de ese extraordinario aporte de Venezuela al
pensamiento y la acción de la modernidad política haya sido la
superación del desencuentro entre revolución social y revolución
política que entrampaba a la élite política de otros países de la región
y del mundo. La revolución social, el igualitarismo asumido como bandera
por parte del socialismo marxista, a costa de la libertad, produjo la
hecatombe del totalitarismo comunista. Como por cierto su desviación
racista y antisemita condujese al totalitarismo del nacional socialismo.
La revolución política, subordinada al liberalismo con preeminencia del
discurso a favor de la libertad, condujo por su parte a sociedades
injustas, en que a la democracia política no se la acompañaba con la
correspondiente democracia social.

Rómulo Betancourt, heredero de la más legítima tradicional libertaria
venezolana pero hondamente preocupado por la cuestión social, intentó la
más compleja y arriesgada aventura de nuestro tiempo, uniendo en un solo
haz de esfuerzos, pensamientos y voluntades la cuestión social y la
cuestión política simultáneamente. Asegurar la libertad mediante su
institucionalización democrática y combinarla con la acción del Estado,
en base al uso racional y democrático de la renta derivada de la
producción petrolera para promover la riqueza social y económica del
país. Unió, en un maravilloso proyecto estratégico, la revolución
política – liberar a Venezuela del yugo dictatorial del gomecismo y su
tradicional caudillismo autocrático – con la revolución social –
homogeneizar la sociedad mediante la democratización de ingresos y
oportunidades.

Obra tan vasta y de tantas proyecciones no podía realizarse sin un
diagnóstico científico de nuestra realidad, tanto histórica como
sociológica y económica. A cuya elaboración dedicara los mejores años de
su vida con una prolijidad, una acuciosidad y una tenacidad
sobrehumanas, solo comparables a la de Simón Bolívar. Como lo demuestra
la esplendorosa edición de sus obras completas llevada a cabo por la
Fundación que lleva su nombre y preside su hija, Virginia Betancourt.
Una obra de lectura obligada a quien se sienta comprometido con el
destino de nuestra nación.

2.- Venezuela, Política y Petróleo y sus múltiples ensayos, artículos
periodísticos y una muy nutrida correspondencia demuestran la honda
preocupación intelectual que guió la más vasta y extraordinaria obra de
su vida de estadista: la construcción del partido que llevara a la
realidad la brillante proposición estratégica contenida en su visión de
la Venezuela moderna. Acción Democrática vino a convertirse así en su
Príncipe maquiavélico, como llamara Antonio Gramsci al partido moderno.

En este y otros aspectos que enfrentara en su actividad
teórico-práctica, Rómulo Betancourt continuó la obra inconclusa de Simón
Bolívar, que nos dotara de República sin asumir la construcción de su
institucionalidad ni su estructuración social por urgencias
geoestratégicas: expulsar de suelo americano el dominio español. Una
falla originaria que nos impediría articular la necesaria
institucionalidad que otros países, como Chile o Argentina, pudieron
acometer desde la Independencia misma. En Chile, en gran medida, gracias
a la superación del caudillismo militarista – la rémora que ha lastrado
nuestra historia durante siglo y medio, reciclada en estos últimos trece
años mediante la autocracia dominante - y la laboriosa construcción del
Estado y su aparato legal, faena debida en gran medida al otro gran
venezolano del Siglo XIX, Andrés Bello.

Es ese gran proyecto histórico surgido de Betancourt y los suyos, a
quienes con tanto orgullo considera su generación, y a cuya construcción
y desarrollo atrae de aliado estratégico a Rafael Caldera y su partido
socialcristiano, que recibe el nombre de Pacto de Punto Fijo, el que
queda abandonado a medio camino y entra en crisis para retrotraer la
república a las tinieblas de la anarquía, la disgregación y el desorden
que hoy mantienen en estado crítico y de colapso general a la república
liberal democrática. Es el agotamiento de ese proyecto histórico y el
naufragio al que el caudillismo militarista que se ha hecho con el poder
de la República han conducido a nuestra sociedad lo que marca y define
la crisis existencial en que nos debatimos.

Una crisis que afecta al conjunto de nuestra vida como Nación, que
implica graves quebrantos en todos los aspectos de su ordenamiento
social, económico, institucional y jurídico pero cuya expresión externa
y más notoria se manifiesta en la cruenta división del país en partes
aparentemente irreconciliables. Una crisis existencial que, por su
gravedad y hondura no puede ni podrá ser resuelta mediante un mero
trámite comicial y demandará de los ingredientes medulares de toda gran
cruzada nacional: un aparato de ideas, un proyecto de Nación, una
estrategia de corto, mediano y largo plazo, que le garantice al país un
marco referencial similar al de Punto Fijo - un GRAN ACUERDO NACIONAL -,
y la unidad de todos los partidos democráticos para conducir la etapa de
transición mediante los necesarios GOBIERNOS DE UNIDAD NACIONAL. Etapa
cuya duración dependerá de la velocidad de la reconstrucción nacional y
el logro de una estabilidad institucional libre de los peligros y
acechanzas con que hoy se nos amenaza desde el bando de la disgregación
y la anarquía.

3.- A pesar de la emergencia de nuevos partidos, no existe otra
referencia partidista e ideológica que los tres grandes factores de
articulación doctrinaria que hoy dominan el escenario político nacional,
a saber: la socialdemocracia, el socialcristianismo y el socialismo
marxista. Es en torno a esas tres grandes referencias ideológicas,
determinantes en la Venezuela contemporánea desde comienzos de los años
cuarenta, que todavía hoy se estructuran los partidos de la actualidad
venezolana. Primero Justicia y Proyecto Venezuela le agregan al
socialcristianismo del que derivan un matiz de liberalismo democrático,
indispensable en un país dominado por el estatismo y escorado
inevitablemente hacia la izquierda del espectro político, precisamente
por falta del debido contrapeso de una cultura liberal alternativa,
dominante sin embargo en nuestra hegemonía. UNT y ABP, resultan del
desgaje de la socialdemocracia, pero su gran referente ha sido, por lo
menos hasta su inmediato pasado, el partido Acción Democrática. Luego
encontramos, en las corrientes marxistas, profundamente infiltradas y
desfiguradas de su mensaje político social por el militarismo
caudillesco, autocrático y populista que les facilitara su acceso al
Poder, dos grandes sectores: los que aún acompañan el proyecto del
llamado socialismo del Siglo XXI y los que le han sido adversos o se le
han desgajado ante su deriva totalitaria. A aquella pertenece el PSUV,
el PC y todos los grupos y grupúsculos de ultraizquierda reunidos en
torno a la figura del teniente coronel Hugo Chávez. De los grupos
marxistas disidentes figuran Podemos, el PPT, el MAS y diversas
personalidades políticas que constituyeran el eje de articulación del
Polo Patriótico, tradicionalmente contrarios y opositores a la
socialdemocracia y al socialcristianismo. En este sentido, el Partido
Comunista de Venezuela ha sido su matriz desde las luchas anti
dictatoriales de los años cuarenta.

La superación de largos procesos dictatoriales vividos durante la
segunda mitad del siglo pasado se ha cumplido gracias a la
reconciliación y/o el reencuentro de las fuerzas políticas dominantes a
la hora de la irrupción de sus crisis existenciales. Fue el caso de
España a la salida del franquismo, que contó con el falangismo renovado
y el partido socialista histórico, amén del Partido Comunista y otras
agrupaciones regionales concertadas en el Pacto de la Moncloa.
Influenciado en gran medida por el Pacto de Punto Fijo. Fue el caso
chileno, que salió del pinochetismo gracias a la concertación de las dos
grandes fuerzas democráticas desplazadas por el golpe de Estado y la
dictadura militar: la Democracia Cristiana y el socialismo democrático
chileno representados por el Partido Radical, el Partido por la
Democracia y el Partido Socialista.

La transición hacia una sociedad plenamente democrática que
enfrentaremos inevitablemente debiera tener como eje de articulación las
dos fuerzas motrices de la Venezuela moderna, la socialdemocracia y el
socialcristianismo, en base a una política centrada en los dos grandes
componentes de las revoluciones modernizadoras: la revolución social y
la revolución política. Vertebrados en una sólida alianza de largo
plazo, que le imponga a las restantes fuerzas políticas disidentes una
visión moderna, liberal, basada en el respeto irrestricto a los derechos
fundamentales y la recíproca responsabilidad social del individuo y del
Estado. Claramente diferenciada del populismo clientelar dominante, del
anti capitalismo y el rechazo a la economía social de mercado que impera
en sectores políticamente antichavistas, aunque social e ideológicamente
ajenos a una visión moderna de nuestro país y aún comprometidos anímica
y espiritualmente con el ogro filantrópico de nuestro presente y nuestro
pasado.

Los dos partidos históricos aún no terminar por decidir su acción para
el futuro inmediato y mediato del país. Confiamos en que lo harán a
plena conciencia de la inmensa gravedad del estado de excepción que
vivimos y liberados de presiones de mercadotecnia y manipulaciones
grupales interesadas. De la fidelidad a sus presupuestos y principios,
de su lealtad al proyecto histórico adelantado por Rómulo Betancourt y
los espíritus más lúcidos que le acompañaran en su magna tarea de
construir la Venezuela democrática, actualizados según las necesidades
del tiempo, depende nuestro futuro como Nación. Hay circunstancias en
que el destino aúna en un solo haz de decisiones pasado y futuro,
presente y porvenir. Estamos en una de esas encrucijadas de la historia.
De nuestra sabiduría depende el futuro de la Patria.

sanchezgarciacaracas@gmail.com

http://www.analitica.com/va/politica/opinion/9225691.asp

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