Fernando Luis Egaña
Domingo, 28 de agosto de 2011
Lo que hay en Venezuela es un mega-montaje de gobierno, en el contexto
de una satrapía que concentra y dispone del poder a su antojo, acaso con
el fin primordial de perpetuar su continuismo así sea a costa de la
depredación del país
Simulacro es igual a ficción, imitación ilusoria o falsificación, y eso
es lo que ha conseguido montar el régimen del señor Chávez en materia de
actuación gubernativa. Y no en tiempos recientes, sino desde hace largos
años. Gobierno propiamente dicho, esto es la administración de los
recursos públicos en función de atender las necesidades colectivas y
propender al desarrollo sostenido, no hay.
Y ni siquiera con el caudaloso chorro de petrodólares de la bonanza más
prolongada de la historia. Lo que hay es un mega-montaje de
gobierno, en el contexto de una satrapía que concentra y dispone del
poder a su antojo, acaso con el fin primordial de perpetuar su
continuismo así sea a costa de la depredación de Venezuela.
De allí que, por ejemplo, los supuestos "consejos de ministros" en
cadena obligatoria, en verdad sean ejercicios de propaganda habilidosa
que poco o nada tienen que ver con las funciones legales y específicas
de una acción gubernativa.
Todo un espectáculo para la audiencia cautiva, que encima repiten el
mismo libreto con algunos retoques de novedad. Lo que "existe", por
tanto, es una especie de gobierno virtual que pretende disfrazar la
realidad de un desgobierno generalizado. Un gobierno massmediático que
por lo general no produce consecuencias tangibles más allá de la puesta
en escena o el espacio comunicacional.
Para muestra el botón de la vivienda: mientras la virtualidad muestra
que el tema habitacional es una prioridad del "gobierno revolucionario",
y el propio mandatario proclama que lo asume como compromiso personal, y
se lanzan misiones y otras iniciativas, y se organizan eventos y
movilizaciones al respecto; los hechos confirman una caída intensa y
continuada del sector construcción durante el año 2011...
Y esos hechos no son otros que las cifras oficiales del BCV, cuya
credibilidad, por cierto, ya confronta la presunción del acomodo
político. Y el más somero de los repasos sobre cualquier otra faceta del
desempeño gubernativo, ofrece resultados similares: un contraste abismal
entre la avasallante palabrería y el desbarajuste estrepitoso de la
capacidad de gobernar.
Pero no se debe confundir el calamitoso desempeño gubernativo con
debilidad en el ejercicio del mando. Son dos cosas distintas que pueden
y en efecto coexisten en el reino del dominio bolivarista. La pretendida
revolución ha sido muy eficaz en construir una jaula institucional en la
que está encerrado el conjunto del país. Jaula que además tiende a
disimular los barrotes con ropajes democráticos.
El régimen no admite concesiones efectivas en el control del poder. Y el
que no pueda o no le interese ocuparse en serio de las tareas
intrínsecas de la gestión gubernamental, no significa que su hegemonía
se encuentre herida de muerte. Y ello porque su maquinaria de propaganda
continua manipulando las expectativas sociales, y sobre todo porque su
"sistema" no está estructurado para el funcionamiento gubernativo sino
para la dominación política.
Por eso tenemos que a pesar de todas las evidencias que confirman el
aparatoso fracaso de esas funciones de gobierno, el régimen bolivarista
prosigue campante en su compulsión continuista y en esa estafa colectiva
que implica el gran simulacro. Simulacro de revolución. Simulacro de
emprendimiento. Simulacro de gobierno.
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