Roberto Giusti/El Universal
Miércoles, 31 de agosto de 2011
El verdadero protagonismo popular rechaza la limosna a cambio de
sujeción y hace de los ciudadanos seres conscientes de sus necesidades y
de las soluciones a sus problemas, en precisa igualdad de oportunidades,
privilegiando decisiones de carácter técnico fundadas en la consulta, en
función de las necesidades reales y no de criterios partidistas que
degradan la condición humana y reducen el ciudadano a la condición de
mendicante sometido a la dádiva
El elemento dilemático en la próxima campaña electoral (no sólo la
interna de la oposición) no estriba, sólo, en decidir entre capitalismos
y socialismo, ni tampoco entre democracia (burguesa, según el chavismo)
y autocracia bajo la forma del viejo socialismo despótico. Ni siquiera
se trata de una competencia entre dos personalidades, dos estilos o dos
maneras de gobernar, que también, sin embargo, están en juego. Podría
afirmarse, igualmente, que el asunto se reduce a un problema de eficacia
o de falta de ella, de corrupción versus honestidad, de centralización
contra descentralización, factores igualmente a ser considerados, pero
ninguno decisivo a la hora de ponderarlos de manera individual y aislada.
Un tema que sí puede hacer diferencia y que efectivamente la hace es
aquel convertido en leit motiv del gobierno, pero muestra evidente de su
estrepitoso fracaso cuando se trata de aplicar el socialismo en la
práctica. Se trata de la democracia participativa, modelo que se
convirtió, más bien, en una suerte clientelismo tutelado donde el poder
popular resulta apenas una oferta engañosa y todo el aparataje
institucional y político montado a su alrededor (sobre la supuesta base
de los consejos comunales) una farsa tras la cual el déspota concentra
los hilos del poder (presupuestos, decisiones, omisiones,
contrataciones, asignaciones de recursos) a su antojo y con total
prescindencia de la opinión de quienes supuestamente encarnan un sistema
político horizontal y asentado en las reales necesidades de las comunidades.
El verdadero protagonismo popular rechaza la limosna a cambio de
sujeción y hace de los ciudadanos seres conscientes de sus necesidades y
de las soluciones a sus problemas, en precisa igualdad de oportunidades,
privilegiando decisiones de carácter técnico fundadas en la consulta, en
función de las necesidades reales y no de criterios partidistas que
degradan la condición humana y reducen el ciudadano a la condición de
mendicante sometido a la dádiva.
Esa experiencia no resulta un sueño (aunque sus propulsores no se niegan
la capacidad de soñar como clave inicial para la concreción de
realidades), existe, continúa desarrollándose y resulta todo un modelo a
seguir bajo una iniciativa que tuvo su origen en el denominado "Sistema
de Planificación Participativa", en tiempos no tan lejanos de los años
90. Ese sí es un tema que hace diferencia porque va al corazón de la
sociedad, combate el problema fundamental de todos estos países que no
es otro sino el de la pobreza y transfiere el poder a quienes, hasta
ahora, se considera como meros instrumentos de un falso poder popular al
servicio de un déspota insaciable en su apetito de dominio y control
perpetuos.
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