Simón Alberto Consalvi
Lunes, 29 de agosto de 2011
Una característica de los dinosaurios es que se apoderan de los países,
y una vez que los reducen a la mínima expresión no los sueltan ni
siquiera con la muerte, porque dejan todo preparado para que un heredero
ocupe el trono.
El mundo está fatigado de los dinosaurios, y están llegando a su fin, de
manera irremediable. Vienen del siglo XX y de sus desórdenes, guerras,
conflictos coloniales o raciales, golpes de Estado o intrigas
internacionales. Tienen un extraño árbol genealógico que ilustra las
anormalidades de la época. Algunos son albaceas de los imperios
europeos. Una característica de los dinosaurios es que se apoderan de
los países, y una vez que los reducen a la mínima expresión no los
sueltan ni siquiera con la muerte, porque dejan todo preparado para que
un heredero ocupe el trono.
Así sucedió con Kim Il Sung.
Así con Muamar Gadafi. Así con Hafez al Assad. Así con Hosni Mubarak.
Así con Ben Alí. Y por el mismo camino se orientan Lukashenko y Mugabe.
Son los personajes paradigmáticos de un fenómeno en vías de desaparecer
porque ya es incompatible con el mundo civilizado, aun cuando unos u
otros traten de sobrevivir amparados en las contradicciones de potencias
antiguas o emergentes.
El Presidente, "eterno camarada" Kim Il Sung, fue hijo de la guerra. En
1946 conquistó el poder en Corea del Norte y transformó las fuerzas
armadas en ejército revolucionario. Quiso convertirse en teórico de la
"revolución continuada" y postuló la "idea Juche", de muy difícil glosa.
Se obstinó en desarrollar armas nucleares. En 1994 murió de una
enfermedad no diagnosticada. A la hora de su muerte, se había erigido
480 estatuas. Su biografía oficial refiere que sus obras se editaron en
24 millones de ejemplares en más de 60 idiomas. Sospechando que era
mortal, el "eterno camarada" dejó todo armado para que su hijo Kim
Jong-il ascendiera al poder. Nacido en 1941, gobierna desde entonces y
ya tiene preparado a un hijo, Kim Jong-chul, para que lo suceda. La
dinastía perfecta. Un reino personal.
Muamar Gadafi tenía 27 años y era coronel del ejército del rey Idris que
viajó a Europa a verse con los médicos, el 1° de septiembre de 1969 el
joven militar dio un golpe de Estado, y se convirtió en líder de las
revueltas de todos los continentes.
Con un ingreso petrolero considerable, en un país de población tribal,
Gadafi disfrutó de enormes recursos para impulsar la revolución en el
mundo, y amasar una fortuna cuyas dimensiones están por calcular.
Como Kim Il Sung, tenía preparados a sus hijos para prolongar la
dinastía. 6 meses de guerra le pusieron fin a la pesadilla dinástica.
Fue alternativamente amigo y enemigo de Occidente. Paradójicamente, al
despuntar la primavera árabe, vivía una luna de miel con antiguos
enemigos. Controló Libia durante 42 años. Su guardia personal llamaba la
atención en los países que visitaba: jóvenes espigadas y bellas,
adornadas con elegantes y aterradoras pistolas.
El general Hafez al Assad, jefe de la Fuerza Aérea de Siria, se hizo
popular porque se opuso al proyecto de Nasser de la República Árabe
Unida, Siria y Egipto. En 1970 dio un golpe de Estado. Sobrevivió la
Guerra de los Seis Días y la Guerra del Yom Kippur. También echó las
bases de la dinastía, como Kim Il Sung y Muamar Gadafi. A la muerte del
padre en el año 2000, ascendió al poder el hijo Bashar al Assad, un
joven oftalmólogo graduado en Inglaterra. No tenía pasión política, pero
la muerte accidental del hermano mayor lo puso en la línea de sucesión.
Nadie imaginaba que fuera capaz de desatar la guerra más cruenta contra
la población civil. Según las cifras de la ONU, más de 2.000 sirios han
muerto en los enfrentamientos con los tanques rusos del presidente Al Assad.
El general Hosni Mubarak envejeció en el poder hasta ser derribado por
la marea popular de los pueblos árabes. Ascendió a la Presidencia de
Egipto tras el asesinato de Anwar Sadat en 1981. Dominó Egipto durante
tres décadas, y sus hijos parecían prepararse para heredarlo. Una
dinastía faraónica que la sociedad civil decidió derrocar en busca de
democracia e igualdad.
Otros personajes ilustran el catálogo de los dinosaurios del siglo XXI.
Al tunecino Ben Alí, el primer destronado por la Tormenta del Desierto,
lo llamaban "el policía que llegó a caudillo". El presidente Burguiba lo
nombró jefe de seguridad y luego ministro del Interior, y entonces le
dio el golpe de Estado en 1987. Se erigió en dueño de Túnez. Sólo la
revuelta popular pudo echarlo del poder y del país. Los desmanes de su
mujer ladrona contribuyeron a abrirle la fosa.
Alexander Lukashenko ejerce un poder autocrático en Bielorrusia. Lo
llaman "el último dictador de Europa". Siempre gana las elecciones con
más del 90%, a pesar de que la gente no lo quiere. Gobierna desde 1994 y
juega en el ajedrez del Kremlin.
Sería injusto olvidar en este catálogo a Robert Mugabe.
General o algo así que comenzó siendo jefe de Gobierno en 1980, se hizo
después de la Presidencia de Zimbabwe, y se ha consagrado como uno de
los más obstinados autócratas de África. Mugabe es un artista del fraude.
Extraña coincidencia: casi todos recibieron la réplica de la espada de
Bolívar. What a destiny!
sconsalvi @el-nacional.com
http://www.analitica.com/va/internacionales/opinion/4150517.asp
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