Monday, November 28, 2011

Uribe y la cuestión venezolana

Uribe y la cuestión venezolana
Eduardo Mackenzie
Lunes, 28 de noviembre de 2011

La incursión del ex presidente Uribe en ese terreno era esperada pues en
Colombia esa temática, desde que Juan Manuel Santos tomó las riendas del
poder, fue transformada en tabú, sobre el cual no se debe pensar, ni
hablar, ni escribir

El ex presidente Álvaro Uribe le hace un gran favor a Colombia y a la
democracia del continente americano al expresar sus inquietudes sobre lo
que ocurre en estos momentos en Venezuela. Su diálogo en Bogotá, esta
semana, con líderes de la oposición venezolana reabre, en buena hora, el
tema de cuál debe ser la posición de Colombia frente a las calamidades
que vive el país hermano y frente al caos que se viene. ¿Debemos ignorar
ese desastre y dejar que llegue a extremos inauditos o debemos ayudar a
quienes luchan por la restauración de las libertades en ese país?

La incursión del ex presidente Uribe en ese terreno era esperada pues en
Colombia esa temática, desde que Juan Manuel Santos tomó las riendas del
poder, fue transformada en tabú, sobre el cual no se debe pensar, ni
hablar, ni escribir.

La nueva línea es, en efecto, someterse en silencio a los dictados de
Caracas, reorientar el punto de vista de Colombia en la esfera
internacional siguiendo los enfoques de Unasur, incluso hasta con la
Unión Europea y los Estados Unidos (lo único que ha escapado a eso es el
expediente sobre la cuestión palestina) y hacer pasar ese viraje como
ejemplo de una política "más hábil".

Ese enfoque le facilita el trabajo a Hugo Chávez y a sus acólitos y le
abre avenidas a los agentes colombianos de esa tiranía. Eso explica lo
que está ocurriendo en el frente interno colombiano y explica por qué
las informaciones y los análisis sobre la situación de Venezuela y sobre
el creciente accionar terrorista de las Farc y del Eln contra Colombia
en los territorios limítrofes con Venezuela, han prácticamente
desaparecido de la prensa colombiana. Nadie informa, nadie investiga
sobre eso, como si esos temas no fueran importantes. Es como si la
estabilidad política y económica de Colombia no dependiera en gran parte
de lo que ocurrirá en Venezuela en los próximos meses y años.

¿Dónde están los reportajes, las entrevistas, los trabajos de las
famosas "unidades investigativas" de nuestros diarios y revistas sobre
lo que ocurre en Venezuela, sobre el combate de la oposición
antichavista, sobre la agonía de la democracia, sobre las maniobras
palaciegas en curso ante la aceleración de la enfermedad de Hugo Chávez
y sobre el papel que están jugando en todo ello La Habana, las Farc y el
Eln?

Hay muy poco al respecto. Muy poco hay también (y eso es lo más grave)
en materia de explicaciones del Presidente Santos a los ciudadanos sobre
su nueva política exterior, sobre los compromisos firmados durante las
cumbres y contactos con su "nuevo mejor amigo". Tras cada reunión entre
ellos lo que queda son minúsculas notas de prensa, poco verificadas,
sobre los aspectos secundarios de esos eventos. De hecho, nadie sabe qué
ha ganado Colombia con su docilidad ante Chávez, ni cuáles son las
ventajas objetivas y a largo plazo de la nueva orientación de la
diplomacia colombiana.

Por eso el acto del ex presidente Uribe al manifestar de manera pública
su inconformidad con ese status quo y con la eventual profundización de
ese curso erróneo durante el encuentro Santos-Chávez del 28 de noviembre
próximo, es un llamado de atención al país sobre los peligros de seguir
observando pasivamente ese fenómeno.

Lo más ridículo de todo es que mientras la Colombia oficial sigue
congelada por los hechizos de Caracas, el propio Brasil, donde la
izquierda gobernante ha tenido una actitud cómplice frente a Chávez y
las Farc, comienza a moverse en otro sentido: Brasilia acaba de crear
una "fuerza de vigilancia estratégica" destinada a reforzar su presencia
en la Amazonía pues estima que en los próximos años, ante la escasez
mundial de petróleo, "la amenaza" vendrá "de la línea del Ecuador para
arriba".

Acorde con eso y en vista de las tropelías que las Farc cometen en
Brasil, sobre todo por sus entronques con el tráfico de drogas, un
diputado socialdemócrata, Otavio Leite, impulsa un proyecto de ley para
que las Farc sean clasificadas como "terroristas". El temor de que esa
organización pueda cometer acciones terroristas durante el Mundial de
fútbol de 2014 y durante los Juegos Olímpicos de 2016, es otro punto que
preocupa a Brasilia.

Colombia, mientras tanto, sigue sin tener una visión estratégica de la
evolución de la conflictividad en el continente pues creemos que con
servir de comodín de Caracas hemos comprado la seguridad a largo plazo.
Ni siquiera el tema de la actuación y desarrollo de las redes operativas
de las Farc en otros países, que tanto preocupa ahora a Brasil, no está
siendo ventilado. Creemos con gran ingenuidad que la muerte de Alfonso
Cano significó la derrota de las Farc o su derrumbe. Ese espejismo
desmovilizador hay que rechazarlo pues nos lleva a una conclusión falsa:
como las Farc ya no son una amenaza sólo falta dar dos pasos para
alcanzar la paz definitiva: amnistiarlos y abrirles "espacios políticos"
para que Timochenko y sus hordas sangrientas puedan "tramitar sus
diferencias" en temas como "el de las tierras", como pide ahora, con
gran precisión, el ex presidente Ernesto Samper.

La nueva campaña desatada por Gustavo Petro, alcalde electo de Bogotá, y
Jaime Dussán, jefe del comunista Polo Democrático, pretende silenciar al
ex presidente Uribe. Ellos ven que hay que mantener la mordaza para que
Caracas y La Habana avancen en sus planes de enredar más y más al
gobierno de Colombia en sus tentáculos.

No quieren que se vea cómo las Farc, a pesar de los golpes recibidos,
conservan sus estructuras urbanas y rurales y está logrando no sólo
infiltrar sino incluso dirigir ciertos movimientos sociales, para
explotarlos, como en los años 80 y 90, como fuerza de choque y masa de
maniobra.

Por eso están tratando de montar el falso escándalo de los "audios" en
donde Álvaro Uribe "instruye" a la oposición venezolana. El sólo acto de
hablar sobre Venezuela es mostrado como un acto de "diplomacia
paralela", como un "saboteo de las relaciones" entre los dos países,
como una "ruptura del consenso". ¿Cual consenso? Nunca hubo en Colombia
un "consenso" a favor de someternos a los caprichos y brutalidades de
Hugo Chávez. ¿No desató en el país un movimiento de hilaridad general
cuando el presidente Santos anunció que Chávez era su "nuevo mejor
amigo"? Esas acusaciones carecen de sentido y son puro fariseísmo.

¿Quienes hacen esa campaña? Los mismos de siempre: la minoría vende
patria que han encontrado en Caracas un sostén a sus miserables
aventuras. Es la misma fracción fanáticamente hostil a la democracia.
Son los que elogian la dictadura castrista, los que financian sus
campañas con dinero saqueado al pueblo venezolano, los mismos que
felicitaron a Chávez cuando declaró a las Farc fuerza "beligerante". Los
mismos que, ante el espectáculo del veloz armamentismo de la Venezuela
chavista, presionaron para que Colombia renunciara al reforzamiento de
siete de sus bases militares con ayuda de Estados Unidos.

¿Qué autoridad moral pueden tener esos señores para censurar al ex
presidente Uribe? Ninguna. El ex presidente Uribe abrió en buena hora la
puerta de la discusión sobre los errores de la política exterior
colombiana. Es tiempo de abordar esa temática con sano criterio y de
impedir que ese debate sea cerrado de nuevo.

eduardo.mackenzie@wanadoo.fr

http://www.analitica.com/va/internacionales/opinion/7870638.asp

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