SADIO GARAVINI DI TURNO | EL UNIVERSAL
martes 29 de noviembre de 2011 12:00 AM
En una verdadera democracia, no basta que los gobernantes sean
seleccionados a través del sufragio universal, directo y secreto, en
elecciones limpias y periódicas, en las cuales los candidatos compiten
libremente por el voto. Mussolini, Hitler y Napoleón III "le petit",
llegaron al poder electoralmente. La democracia para funcionar
razonablemente, debe asentarse en una "cultura política" en la cual las
"reglas del juego" político sean aceptadas y respetadas por todos los
actores sociales relevantes.
Además como lo afirma, el politólogo italiano Domenico Fisichella, en su
libro Elezioni e Democrazia, en democracia los actores del sistema deben
tener una actitud "negociadora" y no "dogmática". En democracia, los
vocablos "diálogo", "tolerancia", "negociación" y "compromiso" son
buenas palabras. El contendor debe ser reconocido y respetado, por eso
las críticas deben ser "ad argumentum" y no "ad personam". Se enfrentan
y se debaten las ideas y los programas, no las personas. En el debate
democrático, no debería haber espacio para el insulto, la ofensa y la
descalificación, pero sobre todo no debe existir la deshumanización del
adversario. La deshumanización del opositor político es una
característica típica de una concepción totalitaria de la política,
donde no hay adversarios con quienes competir, sino enemigos que aniquilar.
La deshumanización es el paso previo a la aceptación de la "permisión"
de su eliminación física. Para Hitler, el judío era un "untermensch", un
"subhombre", por tanto no tenía derechos humanos. La consecuencia fue el
"holocausto". También en la dogmática dialéctica del marxismo, el
opositor no es un adversario con quien se puede negociar, sino un
enemigo de clase que debe ser aniquilado. De allí, los 20 millones de
muertos de Stalin y el horror del GULAG.
Chávez califica a sus opositores de apátridas, "moscas", oligarcas,
ricos, escuálidos, "pitiyankis", entre otros insultos y
descalificaciones. En una ocasión, afirmó textualmente que "el rico es
un animal con forma humana". En el mensaje de Chávez coinciden y se
refuerzan tanto la dogmática clasista marxista, como la deshumanización
de estirpe nazi, quizás adquirida de uno de sus "maestros" ideológicos,
el nazi argentino Norberto Ceresole. La violencia, con la cual Chávez
descalifica, insulta y deslegitima a sus adversarios, recuerda el
violento discurso de Mussolini contra el diputado socialdemócrata
Giacomo Matteotti, discurso que fue interpretado por algunos fanáticos
fascistas, como una orden implícita del Duce para "castigar" a
Matteotti, quien terminó asesinado "a golpes". Ya algunos candidatos en
las elecciones primarias presidenciales de la Unidad Democrática
venezolana han sido agredidos violentamente por turbas chavistas. En la
Corte Penal Internacional, se ha demostrado que el discurso violento
descalificador y deshumanizante de las emisoras de radio Hutu provocó,
en buena parte, el genocidio de la tribu Tutsi en Ruanda.
La vocación totalitaria del régimen chavista es evidente, sin embargo la
tradición democrática venezolana implantada, básicamente, durante los 40
años de la República Civil (1958-1999) y el descenso, "zigzagueante",
pero inexorable, de la intención de voto para el régimen, hace entrever
una luz al final del túnel.
http://www.eluniversal.com/opinion/111129/el-dogmatismo-de-chavez
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