Wednesday, November 30, 2011

¡Pobre Guayana!

¡Pobre Guayana!
Eliécer Calzadilla
Miércoles, 30 de noviembre de 2011

En la madrugada del 18 de noviembre del año en curso, luego de un fuerte
aguacero, una buena parte del techo de la Acería de Planchones de la
Siderúrgica del Orinoco se desplomó. El siniestro produjo destrozos en
la acería y, por supuesto, paralizó los hornos donde en mayor medida el
hierro se transforma en acero y, convertido en planchones en esa misma
acería, va luego a otros procesos de laminación dentro de Sidor donde es
transformado en productos de la cadena industrial que van, finalmente,
al mercado. Arriesgo una comparación: la Acería de Planchones es a Sidor
lo que el corazón es al cuerpo humano: la planta produce dos terceras
partes del acero de la siderúrgica. Cuando escribo estas notas, a ocho
días del desastre, la acería sigue con un inmenso agujero en el techo,
los hornos están paralizados y es ahora cuando los escombros comienzan a
ser removidos. El efecto dominó de esta catástrofe es evidente: todas
las industrias que en el país transforman láminas y bobinas en bienes
como línea blanca y partes de automóviles, por mencionar solo dos, están
afectadas.

Uno de estos días participé en una conversación con dirigentes
sindicales de las llamadas empresas básicas y les comenté que si ese
techo se hubiera caído durante la gestión del consorcio
argentino-mexicano-brasileño-venezolano que fue expropiado hace tres
años y medio, hasta los próceres enterrados en el Panteón Nacional
hubieran sido convocados a las filas de la "defensa de la patria". Pero
en Guayana, y en Venezuela, hay un vergonzoso silencio revolucionario
sobre este grave acontecimiento.

La prensa no oficialista ha señalado el origen del derrumbe: el polvillo
acumulado en el techo de la acería más un intenso aguacero hizo que se
desplomara la estructura, los tres hornos eléctricos (son seis en total)
que estaban funcionando debieron ser apagados. Pero las causas que en
verdad contribuyeron a la caída del techo son incompetencia, flojera,
corrupción y crónica negligencia. Los daños materiales son muchos,
pueden calcularse, pero los perjuicios a la ética de trabajo y al
significado emblemático que Sidor tiene para Guayana y el país no pueden
medirse. El parque de industrias pesadas de Guayana está como el techo
de la Acería de Planchones, en el suelo; miles de empleados y
trabajadores cobran sin trabajar y otros miles cobran salarios y
"utilidades" en plantas industriales quebradas. Si hubiéramos sufrido
una guerra la destrucción de la economía y de las industrias de Guayana
no sería tanta.

Cuando el consorcio que lideraba la argentina Ternium administraba,
Sidor produjo 4.3 millones de toneladas de acero; este año 2011 parece
que la industria "nacionalizada" solo alcanzará 2.4 millones, es decir,
2 millones de toneladas menos sin que puedan alegar racionamiento de
energía: durante este año a Sidor ni le recortaron ni le apagaron la
luz. La empresa Ternium pudo haberse equivocado en algunos aspectos que
tienen que ver con la idiosincrasia de los venezolanos (incluidos los
que ejercen gobierno), pero modeló eficiencia, conocimiento, estudio,
productividad y un buen grado de saneamiento de la peste de la
corrupción, que es la gran enfermedad de Venezuela y de la que las
empresas de Guayana son pacientes terminales en este momento: fabrican
mafias en vez de riquezas. Sidor fue nacionalizada en medio de los
discursos patrioteros más ridículos de la historia venezolana:
estratégica, socialista, pilar de la economía revolucionaria…, junto con
las manifestaciones de xenofobia más deprimentes que he visto de cerca.
La destrucción que el régimen ha hecho de Sidor en tres años y medio
revela que no era ni es estratégica: el techo caído de la Acería de
Planchones y la virtual parálisis de la industria es el más poderoso
argumento anti-estratégico.

No puedo proponer que el rabioso orgullo de la llamada revolución
bolivariana recoja los agravios a los extranjeros que dirigieron la
máxima producción histórica de acero de Sidor, pero sí propongo que
durante estos meses que faltan para que por la vía democrática entreguen
el poder, consulten a los técnicos argentinos para que les enseñen cómo
se produce acero eficientemente y sin que se les caiga el techo de las
plantas.

http://www.analitica.com/va/economia/opinion/7212736.asp

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