Henrique Capriles Radonski
Miércoles, 30 de noviembre de 2011
El petróleo, como hemos dicho, es sólo una herramienta. El verdadero
motor del cambio está en nuestra gente. Por ello nuestra propuesta de
futuro, ese autobús del progreso al que todos pueden subir sin tener que
presentar un carnet o vestir de un solo color, tiene una meta muy clara:
invertir en las capacidades de los venezolanos y promover oportunidades
para todos
Cada día presencio la angustia de quienes pierden la batalla contra la
inflación; de quienes van estirando la arruga con un trabajito hoy y
otro quién sabe y, por supuesto, de los muchos que sencillamente están
desempleados.
A ellos les decimos que nuestras riquezas, con los hidrocarburos entre
las primeras, pueden convertirse en una poderosa palanca para el
progreso de todos los venezolanos. Progreso de verdad, el que crea
muchos y bien remunerados puestos de trabajo, y no el que genera una
mera ilusión de prosperidad que se esfumará en cuanto venga el primer
revés en los precios del crudo.
¿Quién no ha escuchado la historia del hombre que se ganó el premio
mayor de la lotería y acabó más pobre que antes de su golpe de suerte?
Si vemos al petróleo como una lotería, entonces seguiremos importando
todo y subsidiando con crudo venezolano el desarrollo de otras
sociedades que sí entendieron la necesidad de ser productivas y generar
buenos empleos para su propia gente.
Pero el petróleo, como hemos dicho, es sólo una herramienta. El
verdadero motor del cambio está en nuestra gente. Por ello nuestra
propuesta de futuro, ese autobús del progreso al que todos pueden subir
sin tener que presentar un carnet o vestir de un solo color, tiene una
meta muy clara: invertir en las capacidades de los venezolanos y
promover oportunidades para todos.
Invertir en capacidades significa garantizar educación, alimentación,
salud y seguridad con criterios de calidad en el más amplio sentido; sin
olvidar la indispensable solidaridad con los más pobres y vulnerables
para que nadie se quede atrás en el camino del progreso.
Y esas capacidades, como la llave en la cerradura, deben encontrar
oportunidades creadas por muchos inversores: desde el pequeño
emprendedor que pone en juego su talento y sus ideas para crear una
micro empresa, hasta el gran inversionista extranjero o nacional que
está a la espera de un mínimo de seguridad para invertir y generar
empleo en este país lleno de posibilidades.
Todo bajo el marco orientador de un Estado que cumpla su rol regulador y
promotor, impidiendo los abusos, impulsando a quienes más lo necesitan y
creando condiciones para la prosperidad de todos.
Esa meta es más que posible: ya está en el horizonte. Juntos vamos a
recuperar la confianza indispensable para que este autobús del progreso
nos conduzca, como un solo y gran equipo, al destino que por tanto
tiempo ha buscado Venezuela.
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