Saturday, November 26, 2011

Una revolución malandra

Una revolución malandra
Humberto García Larralde
Sábado, 26 de noviembre de 2011

La premiación de la barbarie, vulnerando la decisión que, de manera
legítima y en ejercicio de sus potestades autonómicas, tomó el Consejo
Universitario, augura días difíciles a la UCV. Si en 2001 el asalto al
Consejo Universitario de esta Casa de Estudios contó con el apoyo de la
Vicepresidencia de la República –bombas lacrimógenas incluidas- ahora
acciones vandálicas similares contarán con la anuencia directa del
propio Presidente.

Cuando uno creía haberlo visto todo, aparece el presidente Chávez el Día
del Estudiante (21 de noviembre) dándole un espaldarazo a Kevin Ávila,
estudiante expulsado por el Consejo Universitario de la UCV por faltas
graves a las normas de convivencia que rigen esta Casa de Estudios (y de
cualquier organización que se respete). Ávila milita en una banda
oficialista que emula con fervor los Fascio di Combattimento de
Mussolini. Entre los desmanes cometidos por estos forajidos pueden
recordarse, la toma violenta –y posterior destrucción de su mobiliario-
del Consejo Universitario de la UCV en 2001; el intento de saboteo de la
toma de posesión de las actuales autoridades universitarias en acto
celebrado en el Aula Magna, en junio de 2008; la agresión a los
marchistas que regresaban a la Ciudad Universitaria, luego de acudir al
Ministerio de Educación Superior demandando presupuesto justo, el año
siguiente y de la cual queda testimonio fotográfico –que circuló
internacionalmente- en la mano de un squadristi empuñando una pistola,
detrás de la puerta de la Escuela de Trabajo Social; el destrozo de las
instalaciones que se levantaban en la puerta de la UCV que comunica con
la Plaza de las Tres Gracias y de la puerta de vidrio que da acceso a
las oficinas del rectorado en 2010; los insultos y agresiones proferidas
contra la rectora Cecilia García-Arocha durante la asamblea realizada en
el auditorio de la Facultad de Farmacia en repudio del asesinato, a
manos del hampa, del estudiante Pedro Trejo a comienzos de este año; y
la irrupción violenta y grosera en un acto conmemorativo de los 10 años
de haber sido declarada la UCV Patrimonio Cultural de la Humanidad por
la UNESCO, esparciendo –en medio de empujones- carne extraída de las
cavas del comedor universitario, así como los pasapalos destinados al acto.

Otros incidentes vandálicos, como la quema de dos pequeños autobuses
estacionados dentro del recinto universitario el día de la marcha antes
citada, la quema del automóvil asignado al Vicerrectorado Administrativo
de la UCV al que introdujeron en la entrada de la Plaza Cubierta, la
quema -con extendida destrucción de equipos- de las oficinas del
Rectorado, el lanzamiento criminal de bombas lacrimógenas dentro de una
Sala de Conciertos llena de profesores y estudiantes -con grave peligro
para los presentes en ese recinto cerrado- en momentos en que se
discutía la crisis presupuestaria de la UCV, los disparos contra la Sala
de Sesiones del Consejo Universitario y la quema reciente de dos
automóviles más asignados a autoridades de la institución por parte de
motorizados encapuchados que llegaron disparando, no han podido
atribuírsele, a ciencia cierta a esta banda. Pero de que vuelan, vuelan.
Por otro lado, son innumerables las denuncias de amenazas por parte de
estos facinerosos –muchas veces armados- contra estudiantes e incluso
profesores, que han llegado en algunos casos a materializarse en
golpizas con objetos contundentes, como el propinado recientemente a un
estudiante de la Facultad de Derecho.

En muchos de los hechos mencionados se ha podido detectar la
participación activa, a veces protagónica, del Br. Ávila, sobre todo en
los más recientes. Por sólo una de estas actuaciones, la referida a la
agresión contra la Rectora en el Auditorio de Farmacia, pudo concluirse
con el expediente que llevó a su expulsión, por parte del Consejo
Universitario, por un año. ¡Ya era tiempo que se pusiera fin la
impunidad que venía corroyendo nuestra Alma Mater!

Pero en alocución ante un grupo de estudiantes de su tolda el presidente
Chávez pidió solidaridad con el truhán, a quien calificó de ¡"digno hijo
de la patria"! O sea, todos los actos vandálicos con que se le asocia,
son "ejemplo revolucionario". De manera vergonzosa, tal exabrupto fue
inmediatamente replicada por la Fiscalía y la "Defensoría del Pueblo"
(¡!), avalando los modos de "lucha" de este joven. Pero ¿debemos
sorprendernos de esta actitud, proveniente de quien ha expresado su
solidaridad, "amor fraternal" y demás ridiculeces a déspotas de la talla
de Yevtushenko, Gadaffi, Mugabi, Amadinejad y el carnicero de Siria,
Bashar al Assad o el de Sudán, Omar al Bashir? ¿Nos extraña que quién
idolatra al anciano patriarca gallego –Fidel Castro- que ha avasallado a
Cuba como feudo propio por más de 50 años, sometiéndola a la miseria y
la oprobiosa negación de todo derecho, despliegue tan desfachatadamente
la anti-ética de la violencia destructiva?

El 21 de Noviembre es una fecha gloriosa para el movimiento estudiantil,
que no merece ser mancillada vanagloriando los antivalores del
irrespeto, la destrucción, la violencia, la intolerancia y la
discriminación que esgrime Chávez. Ese día, en 1957, valientes jóvenes
de la UCV y de liceos de Caracas se alzaron contra el fraude
plebiscitario que pretendía perpetuar al dictador Marcos Pérez Jiménez
en la Presidencia. Esta sacudida, que no pudo ser ocultada por la
dictadura, sirvió de catalizador a las luchas que culminaron con el
colapso final del régimen militar el 23 de enero del año siguiente.

Con la exaltación de prácticas fascistas el Día del Estudiante, Chávez
pretende acabar con el significado libertario, de lucha por la
democracia, la justicia y la dignidad que representa esta efeméride. Se
desnuda de cuerpo entero, una vez más, su odio contra instituciones como
la UCV, pilares del progreso nacional, así como su miseria humana,
empeñada en glorificar las conductas más deleznables porque no soporta
los esfuerzos por construir un futuro digno, exento de las lacras de
corrupción, ventajismo y violación de derechos humanos que caracterizan
su gestión. Ahora que, ante el asomo de la muerte y la evidente
bancarrota de su petropopulismo de reparto, doblan las campanas por su
"revolución", se esfuerza por "tirar el resto". Cual borracho que,
tambaleante, arrastra manteles, copas y vajilla en su caída, Chávez se
empeña en concentrar sus menguantes energías en profundizar su cruzada
destructora, clamando a los cuatro vientos los antivalores de su
descomposición moral. Y no hay mejor imagen de lo que ello involucra que
la de Hitler en sus últimos días, superbamente representada en la
película "La Caída", chirriando histéricamente por divisiones
inexistentes de la Wermacht y dictando la orden de fusilar en el acto a
cualquier desertor, mientras las tropas soviéticas tomaban Berlín: la
conflagración final que engendraría el ansiado "Nuevo Orden" o, si no,
la destrucción total.

La premiación de la barbarie, vulnerando la decisión que, de manera
legítima y en ejercicio de sus potestades autonómicas, tomó el Consejo
Universitario, augura días difíciles a la UCV. Si en 2001 el asalto al
Consejo Universitario de esta Casa de Estudios contó con el apoyo de la
Vicepresidencia de la República –bombas lacrimógenas incluidas- ahora
acciones vandálicas similares contarán con la anuencia directa del
propio Presidente. Con expresiones como la de Chávez ante sus seguidores
el lunes 21, vuelve a poner de manifiesto el carácter profundamente
primitivo, retrógrado y reaccionario de su "revolución", atentatoria
contra todo lo que signifique progreso, civilidad y paz. Fiel a su
naturaleza fascista, cabe también la calificación de "Revolución
Malandra" a su gesta destructora.

Es hora de invocar las fuerzas morales que nos anima el historial de
luchas y de aportes al desarrollo de nuestra UCV, para poder responder,
al unísono: "¡No pasarán!"

humgarl@gmail.com


http://www.analitica.com/va/politica/opinion/6805006.asp

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