Oswaldo Álvarez Paz
Martes, 29 de noviembre de 2011
Algunos de nosotros nos hemos ocupado del drama que se vive en nuestras
fronteras. La inseguridad que padecen los habitantes y el dominio
territorial y político de organizaciones irregulares que dominan zonas
perfectamente determinadas. No hay orden, ni ley que lo establezca, ni
autoridad distinta a la voluntad de quienes las dirigen
No hay mentiras eternas. Tarde o temprano se conoce la verdad sobre
cualquier cosa. Es tiempo de ocuparnos de temas que, por ignorancia,
comodidad o complicidad, son esquivados por la dirigencia del país. A
mayor gravedad del asunto, mayor es el silencio. Sucede, por ejemplo,
con la corrupción, sobre todo cuando toca a jerarcas del régimen.
También registramos la progresiva soledad que acompaña a quienes
corajudamente hacen denuncias bien fundamentadas sobre las actuaciones
del vende patria que gobierna. En cualquier país medianamente serio del
mundo los recientemente conocidos acuerdos con China, denunciados con
mucho valor y seriedad por el diputado Miguel Ángel Rodríguez, bastarían
para iniciar un proceso judicial que debería concluir con la remoción y
condena de los responsables. También es lo de Cuba, Irán, Libia, Rusia,
Bielorusia, los petrochulos del Alba, las supuestas o reales
vinculaciones con organizaciones terroristas como las FARC, ETA,
Hezbolla, el narcotráfico y, en fin, la impunidad existente con
estructuras del crimen organizado que han convertido a Venezuela en el
paraíso del crimen, de la delincuencia y de la inseguridad personal y
jurídica. El régimen es un desastre, fiel reflejo de la personalidad de
quien lo dirige.
Algunos de nosotros nos hemos ocupado del drama que se vive en nuestras
fronteras. La inseguridad que padecen los habitantes y el dominio
territorial y político de organizaciones irregulares que dominan zonas
perfectamente determinadas. No hay orden, ni ley que lo establezca, ni
autoridad distinta a la voluntad de quienes las dirigen. Hace poco
tiempo nos enteramos del enfrentamiento de un grupo de Pemones con
efectivos de la Armada concertados para estafar a la nación mediante la
explotación ilegal del oro. Nadie sabe qué y cómo pasó, ni las
conclusiones de la investigación que debe existir.
Ahora hemos sido sorprendidos con cierto atraso, por las acciones del
ejército en la Reserva Forestal de San Camilo, ubicada en la parroquia
del mismo nombre, Alto Apure. Supuestamente hubo un enfrentamiento con
bandidos de la zona, ladrones de ganado y secuestradores, según los
jefes militares de la zona. Sin embargo, los representantes de las
comunidades hablan de una verdadera masacre con saldo de varios muertos
y heridos, previamente torturados, por un grupo militar adscrito al
Teatro de Operaciones N° 1 con sede en Guasdualito. Lo extraño es que
los supuestamente agredidos son paramilitares del oficialismo, según la
"Corriente revolucionaria Bolívar y Zamora, instancia que reúne a cinco
organizaciones sociales y populares". Las acusaciones van y vienen.
Pero, lo cierto es que no sabemos lo que en realidad pasó. Tampoco
tenemos información oficial sobre la naturaleza de esos grupos
"revolucionarios". Lo más grave tiene que ver con nuestra Fuerza Armada.
¿Está cumpliendo con su deber constitucional de defender la soberanía y
la integridad territorial de la República? Tiene la palabra.
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