Álvaro G. Requena
Domingo, 16 de octubre de 2011
El discurso marxista tilda de anacrónicas y estupidizantes las prácticas
religiosas. "La religión es el opio de los pueblos", es una frase que
resuena, retumba y descalifica, manida en el pasado, rechazada en el
presente, a pesar de que el estamento gubernamental comunista por años
persiguió a los religiosos, prohibió sus símbolos y coartó sus
libertades civiles.
Sin embargo, los socialistas del siglo XXI, se comportan como fanáticos
religiosos, imbuidos de espíritu corderil, seguidor, ciego, acrítico e
idólatras de figuras contemporáneas y pasadas. Además, son sectarios,
exclusivistas y terminan siendo más obstinados, tercos y fanáticos que
los religiosos que descalifican.
Pero no sólo es una actitud de corte religiosa la que imponen a sus
seguidores políticos, es también un culto a la personalidad que
comprende elementos de misterio y admiración por logros, fantasías y
expectativas delirantes. Se han hecho expertos en imbricar las
realidades con las fantasías y en mezclar las acciones populares con las
esotéricas. Lo secreto y las incógnitas son la base del poder de los
iniciados o miembros de la clase gobernante. El conocimiento y las
experiencias académicas y profesionales cuentan menos que la cercanía,
la sumisión y la obsecuencia.
La base teórica es el manifiesto comunista y los complementos
ideológicos son frases pertinentes de Marx, Lenin, Mao y el Ché,
consecuentemente, los personajes adorables con aceptación y sin crítica,
son esos mismos.
Parece ser que habrá un nombre nuevo en esa lista de divinidades.
El asunto tiene mucha importancia, pues no es lo mismo seguir a un
político carismático con buen apoyo propagandístico y excelentes
técnicas de mercadeo, que sentir que los intríngulis de la vida
espiritual se entremezclan con las necesidades socioeconómicas, las
inclinaciones políticas y las creencias animistas, así como las
prácticas de religiones cercanas a nosotros como el cristianismo.
Eso es lo que estamos viendo y padeciendo. No vamos camino de un estado
socialista del siglo XXI solamente, nos están llevando a un estado
político religioso fanático, exclusivista, sectario, contestatario y
contrario por definición a las prácticas sociales y económicas más
deseadas, solicitadas y efectuadas por los seres humanos y que, a lo
largo de siglos de luchas y correcciones de conductas y voluntades, se
han venido depurando y decantando hasta las prácticas imperfectas pero
perfectibles de la democracia representativa, alternante y electoral.
No dejarnos llevar por el camino de lo esotérico y fantasioso es
importantísimo. Poner los pies en la tierra y darnos cuenta de las
realidades absurdas que nos presentan los gobernantes es necesario.
Cambiar de orientación la vocación política del venezolano es una
esperanza que debemos compartir rápido y con intensidad.
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