Rafael Díaz Blanco
Jueves, 6 de octubre de 2011
Hugo Chávez también actúa irresponsablemente con respecto a su salud.
Nos niega toda información oportuna y veraz desconociendo, como siempre,
nuestros derechos constitucionales. Sin embargo, seríamos igualmente
irresponsables sino reflexionamos sobre las consecuencias de su enfermedad.
Dentro de la incertidumbre permanente que el país vive, estimulada y
promovida por Chávez, tenemos que prepararnos para la derivada de la
ausencia del caudillo.
Al analizar la información creíble disponible, las actuaciones del
dictador, de los principales actores del régimen, de sus aliados
cubanos, concluimos que el primer escenario a considerar hoy es la
vacante absoluta del jefe de estado.
Frente a esta situación, la salida institucional es clara, aunque las
elecciones presidenciales luzcan lejanas. Hasta el 2013 asume la
presidencia el Vicepresidente Ejecutivo designado por el caudillo.
Luego, el presidente electo en octubre de 2012.
¿Es ésta una solución políticamente viable? ¿El ungido por el dictador
mantendrá el respaldo de sus seguidores y de la fuerza armada?
Mantener el chavismo unido parece poco probable. Tampoco luce dispuesto
a asumir sin Chávez los mayores riesgos que el nuevo esquema electoral
supondría. Sería sorprendente, en estos tiempos, que la Fuerza Armada
Nacional asuma institucionalmente el poder.
Pensamos que el chavismo, para continua el proyecto totalitario, sin
descartar totalmente la opción electoral, mantendrá y profundizará su
actual esquema dictatorial. La presencia extranjera y las dosis de
represión y violencia aumentarán como también lo harán las perversidades
del régimen.
Creemos que el liderazgo democrático debe comprender que el actual
escenario electoral depende de una nueva realidad donde la incertidumbre
se tornará en inestabilidad. También debe preguntarse el país sobre las
posibilidades de diálogo y de una transición hacia unas elecciones
realmente libres. Consideramos que con Chávez ausente negociar la
transitoriedad democrática es posible, aunque de muy difícil ejecución.
Parecieran faltar interlocutores válidos, patriótico desprendimiento,
fuerza moral.
Creemos que las responsabilidades del liderazgo democrático son
inmensas. Debe impedir la profundización de la dictadura, promover una
amplia movilización popular, construir una unidad programática de largo
aliento alcance, convertir la unidad electoral opositora en amplia
unidad política nacional. Todavía estamos a tiempo. Debemos actuar con
prisa.
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