KIko Bautista
Domingo, 9 de octubre de 2011
Su prestigio es asqueroso. Se han convertido en un gran negocio y por
ese camino han perdido mucha credibilidad
Confieso mi devoción por las encuestas. Son muy útiles en la publicidad
y, en política, aportan lecturas claves para el diseño de cualquier
estrategia. Sin embargo, en nuestro país, las investigaciones han caído
muy bajo.
Su prestigio es asqueroso. Se han convertido en un gran negocio y por
ese camino han perdido mucha credibilidad.
El vil y cochino metal las han vuelto un coleto. Gana quien paga. Hay
encuestadores que salen a la calle a justificar el contrato. A darle
piso a una tesis o a un candidato que quiere aparecer victorioso.
Sin disimulo, se afirman barbaridades y contrasentidos. No importan las
tendencias que, sin querer queriendo, aparecen como datos reales en
todas las investigaciones cuantitativas que se hacen. "La verdad" es lo
de menos.
Las encuestas son fotografías de un momento. Por eso hay que ver su
desarrollo y no el instante. El año y no el día. El problema es que en
casi todas las investigaciones nacionales que salen a la calle está
presente el gobierno. Hay una intencionalidad manifiesta que busca
convertir cualquier número en propaganda.
Visto así el asunto, más que ayudar, las cifras sólo terminan sirviendo
para generar miedo y con ello conformismo. Ahora, la gente con sentido
común sabe leer cualquier encuesta por muy amañada que esta esté. Puede
pasar por encima de la trampa, que suele estar montado detrás del
titular, y ver otras opciones.
Chávez no mueve un paso sin medir sus posibles efectos. Es un bateador
de librito. Todos sus discursos están estructurados en base a lo que
piensa la gente. Conoce tanto el negocio que lo interviene, sin
complejos, a punta de billete.
Triste el espectáculo Hinterlaces que lleva 13 años repitiendo lo mismo.
Ya no es ninguna novedad afirmar que Chávez es un líder religioso, que
puso a la pobreza y a los pobres de protagonistas. Eso no sirve para
nada. El dato es, a estas alturas, obvio. No hay ningún aporte nuevo en
ninguna de las investigaciones que esta empresa realiza, aun cuando
Chávez viene en picada. Así por lo menos lo indican los más recientes
resultados electorales.
Hay un cuento peor, el de Datanalisis.
Esos señores describen un país horroroso. Sus números suelen sobrepasar
por mucho el 50% en rechazo a la reelección.
Pero siempre concluyen en lo mismo. Para ellos, la popularidad de Chávez
es, como diría John Lennon refiriéndose a los Beatles, más alta que la
de Dios.
Nada más penoso que Seijas. Este amigo tiene tiempo que no pega una. No
sale de una formulita. Entonces, el 2D, en la elección de gobernadores y
alcaldes, con los diputados, rodó y rodó sin que medie explicación
alguna. Al contrario, insiste en vendernos una realidad que no cambia nunca.
Cierto que Chávez baja y sube. Un día por la misión vivienda, otro por
la enfermedad. Ahora, si le metemos lupa a estas encuestadoras y a otras
más, en todas, encontraremos que el país aparece como estancado. Es una
constante que la credibilidad del Presidente ande maluca. Los pobres
sienten que avanzaron, que son la clave de la película. Igual que
tocaron techo. Que este gobierno no tiene nada más que ofrecerles, que
el socialismo del Siglo XXI no va a generar ningún progreso.
Hay una sensación de ineficacia en la calle. A los aviones se le caen
las turbinas, choca el único tren que tenemos y el puente sobre el lago
luce a punto de caramelo. La gente no es indiferente a esas cosas.
Revisen los números y verán que la desesperanza está registrada en todas
las encuestas que se han hecho de año y medio para acá.
Un buen observador descubrirá fácil que las masas quieren una oferta
superior a la actual. Están cansadas de la peleadera, de tanto discurso.
Aspiran, por encima de todo, a que les cumplan.
Cierto que las encuestas son un aporte vital en estos tiempos. Pero
existe la política. Nada podrá sustituir el análisis, la discusión. El
debate es imprescindible. El espacio para el cambio no ha dejado de
estar claro. Lo que pasa es que la oposición no logra expresarlo en su
justa dimensión. Hay demasiadas caras y pasado en sus propuestas. Es
duro, pero la mayoría recuerda a los gobiernos anteriores a Chávez como
insensibles. Como unos bichos que se olvidaron del sufrimiento de la
gente y se dedicaron a comerse unos a otros en su pugna por el poder.
El problema es la credibilidad. Chávez promete viviendas para todos y
que va a meter a los motorizados por el hombrillo. No tiene límites.
Ofrece carros, trabajo, viajes, piscinas, caviar, la felicidad total. Lo
que pasa es que después de 13 años sus anzuelos han disminuido
notablemente en su capacidad de enganche. Toda indica que sus discursos
van directo al terreno de la incredulidad. Solamente falta que surja una
oportunidad real que signifique para la gente un resuelve de carne y hueso.
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