Francisco Alarcón
Martes, 11 de octubre de 2011
Estamos al borde del abismo, y transigiremos cuando se termine de aprobar
la nueva Ley de inquilinato
Entregarle el país al comunismo era hasta hace poco inaceptable, hoy nos
rendimos mansamente frente a los designios de los Castro
En Venezuela hablar de propiedad privada constituye un dispositivo
retórico, ésta se desvanece con las nuevas "leyes". Se están
estableciendo prácticas "legales" para cuando el gobierno disponga
acabar definitivamente con ella. La ley de inquilinato será el colofón
para la desaparición de la propiedad privada y herencia, en adelante los
sucesores serán los arrendatarios y el Estado. Con la ley que se está
aprobando de arrendamientos, el respeto a la propiedad privada se
convierte en una ridiculez cuando el objeto de su contenido será
desaparecerla. No tiene ningún sentido hacer una simple defensa oratoria
en la Asamblea Nacional, observando que en realidad todo nos conduce a
la instauración de un Estado comunista por vía "institucional", y
pareciera que esto avanzará indeteniblemente sin que los venezolanos se
hayan dado cuenta, o quieran despertar ante la situación.
Ejemplos sobre quebrantamientos a la propiedad privada sobran, la sacada
del aire de Radio Caracas TV quizás fue el golpe más certero, que
concluyó con dos cosas a la vez, propiedad privada y cierre de un medio
de comunicación. Minar la actividad particular puede realizarse a través
de un solo decreto o de muchas leyes, asfixiándola de una manera tal,
que al final los propietarios y empresarios terminen tirando la toalla.
Nada de extraño tendrá si en cualquier momento Globovisión concluye sus
transmisiones porque no encontrará como sostenerse entre multas y
prohibiciones, viendo sus egresos mayores a sus ingresos. La propiedad
del campo fue otro asunto, allí irrumpió violentamente el régimen y
"negoció" o expropió a productores, matando la agricultura y ganadería.
Actualmente el "proceso" va más lento con estas leyes que aprueban y que
terminarán con los postreros vestigios de la empresa privada. No por
casualidad muchas de ellas han cesado sus actividades o se mudaron a
Colombia, dejando sin quererlo, desfasada la cadena de abastecimiento,
cuestión que ha contribuido al alza y escasez de los alimentos.
Pero el venezolano impertérrito continúa sin percatarse de la ruina de
su país, que ya no solo es moral sino material. Las grandes deudas del
gobierno, la regulación de rubros no son más que una de las maneras de
ir acabando con la nación remuneradora.
Estamos al borde del abismo, y transigiremos cuando se termine de
aprobar la nueva Ley de inquilinato que abate a la propiedad privada.
Serán prioridades que en algún tiempo en esta Venezuela degradada habrá
que reponerlas, y no precisamente incluyendo un vocablo, sino haciéndola
honestar como se hizo a lo largo de su historia y en la tradición de sus
legislaciones.
Entregarle el país al comunismo era hasta hace poco inaceptable, hoy nos
rendimos mansamente frente a los designios de los Castro, advirtiendo
sin ninguna sorpresa cómo desde Cuba nos mandan y amordazan. Será una
dictadura impuesta para un pueblo que fue libre y con prácticas
redentoras, y cuando despabilemos estará todo aprobado para que funcione
un estado marxista, perdiendo nuestra libertad, propiedad privada y
cuanto derecho soberano tuvimos alguna vez.
Y todo emanará de esa Asamblea Nacional que se dedica a devastar las
libertades, vertebrando la plataforma para que "legalmente" no haya
causas para protestar, porque las leyes fueron legitimadas en un
hemiciclo, donde la "oposición" está representada y pretendiéndolo o no,
disculpando la Constitución que nos enterrará. Así creen nuestros
legisladores que se ciñen a los procedimientos democráticos, cuando
estos tampoco ya casi constan cómo la misma propiedad privada.
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