Thursday, October 6, 2011

Chávez y el pensamiento mágico

Chávez y el pensamiento mágico
Ibsen Martínez
Jueves, 6 de octubre de 2011

El vendaval de religiosidad que el anuncio ha desatado en el complejo
campo chavista es digno de atención, pues dice mucho de los cambios
profundos que ha experimentado el alma de nuestro país en el último
medio siglo

En efecto, las manifestaciones de solidaridad y simpatía con el
mandatario enfermo dejan ver el ancho espectro de cultos que han venido
restando en Venezuela el predicamento casi absoluto que otrora tuvo la
Iglesia Católica.

Desde las hoy ya muy nutridas denominaciones pentecostalistas que animan
la vida religiosa en las favelas marginadas de nuestras ciudades, en
nuestros campos y en nuestras prisiones, hasta las muchas variedades de
cultos afroamericanos que desde hace décadas nos llegan de Cuba y el
Caribe, pasando por la Iglesia Ortodoxa Griega y la Iglesia Católica de
rito oriental, sin olvidar los ritos chamánicos de las etnias indígenas,
casi todas las creencias que han brotado en el país convocan a diario
vigilias ante el "balcón del pueblo", a bilongos donde se sacrifican
aves de corral y cabritos, a oficios religiosos teledifundidos; todos
ellos explícitamente consagrados a pedir larga vida para Chávez.

Ahora bien, ¿en cuál, de entre tantos dioses, cree Chávez? En todos y en
ninguno, me apresuro a decir.

Ha sido este uno de los rasgos singularizadores de Chávez como caudillo
militar populista latinoamericano: su ambigüedad, para muchos
astutamente calculada, ante el hecho religioso, pero muy especialmente
manifiesto cuando de católicos se trata.

Ambigüedad que, sin duda, ha infundido fuerza a su soberbio manejo del
vínculo emocional que le une a millones de venezolanos desposeídos que,
pese a todos los pesares, todavía le brindan un apoyo que las
encuestadoras más serias colocan en el tramo del cincuenta por ciento
del electorado.

Sin embargo, por debajo de esa ambigüedad que, durante mucho tiempo,
mantuvo a la Conferencia Episcopal Venezolana dividida entre obispos
partidarios de no antagonizar francamente al mandatario desde el púlpito
y quienes han preferido denunciarlo a cielo abierto como comunista,
puede decirse que Chávez ha sido muy consistente en su anticlericalismo.

En esto, se dirá, no se diferencia de los muchos caudillos que el
continente ha parido. Mas lo distintivo del caso presente es que, en un
pasado no muy lejano, las descomedidas expresiones de Chávez y los suyos
contra la curia no habrían dejado de tener consecuencias electorales.

El hecho inocultable de que el púlpito ya no pueda inclinar en un
sentido u otro la balanza electoral venezolana es congruente con el
declinar de una especial cepa del catolicismo que Teodoro Petkoff
describe muy bien como "caribe, realengo y viva-la-pepa".

Y con el auge de las denominaciones pentecostales -añadiría yo- a las
que muchos adscriben a Chávez, señalando al afamado "televangelismo" del
mandatario como prueba reina de que, en el fondo, nunca fue católico.

Ciertamente, Chávez ha sabido hacer valer machaconamente la distinción
entre la curia y los creyentes, como si de un cristiano reformado se
tratase. Así, con frecuencia ha invitado a su programa a estrafalarios
curas "disidentes" de provincias -curas que, por cierto, nunca han
escaseado en nuestros pagos- al tiempo que, vagamente y sin demasiado
énfasis, se declara "cristiano".

Tan disminuido anda el ascendiente de los obispos en Venezuela, y tan
bien aprendida por los suyos la lección de Chávez, que el canciller
Nicolás Maduro, en el curso de la Asamblea General de la ONU, asistió
devotamente hace poco a una misa en el Bronx neoyorquino, oficiada por
un sacerdote simpatizante de Chávez.

La opinión opositora venezolana no ha ido más allá de repudiar lo que
entiende por mal gusto de Chávez, al convertir su calvario de las
biopsias y sesiones de quimioterapia en metáforas palpitantes de las
batallas que nuestros pueblos han de librar contra el imperialismo y las
fuerzas de la reacción oligarca.

Quienes se molestan en elaborar un poco más sus análisis recurren
invariablemente al modelo sicodinámico de Kübler-Ross que describe las
fases emocionales que atraviesa el enfermo diagnosticado con una
enfermedad terminal.

Según este modelo, el turbión de religiosidad que atraviesa Chávez y que
ha infundido en su electorado, correspondería a la primera fase: la de
negación eufórica que pasará más temprano que tarde.

Otros ironizan con el hecho de que el hombre que ha torcido innúmeras
veces la Constitución para hacerse reelegir indefinidamente acaso no
alcance a vivir para gozar de esa prerrogativa personal que le otorgaron
sus obsecuentes "parlamentarios".

Tengo para mí, sin embargo, que desde su posición Chávez hace bien en
trocar el infausto eslogan "patria, socialismo o muerte" por el más
piadoso de "viviremos y venceremos": los efectos no han tardado en
reflejarse en las encuestas. Al cabo, estamos a solo un año justo de las
presidenciales.

La oposición no elige todavía candidato -las primarias están convocadas
para febrero de 2012- y ya Chávez se infla literalmente en plan Cid
Campeador, avivando las emociones de quienes ven en él a su único
formidable valedor dispuesto a gobernar para ellos aun después de morir.

http://www.analitica.com/va/politica/opinion/5124313.asp

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