Alexander Cambero
Viernes, 7 de octubre de 2011
Llegó la hora de escoger entre el futuro esplendoroso o el pasado que se
muere. Dos opciones que ilustran el devenir histórico de la patria. En
tus manos está el destino de Venezuela. ¡Escoge bien…¡
Jamás hemos practicado el juego de los hipócritas. Esos que se desgarran
sus vestiduras en público, pero sostienen lo contrario en privado, son
tan despreciables como aquellos que se arrastran tras las sandalias de
los amos del poder. Pertenecen al mismo club cosmético de las forzadas
apariencias. Disfraces que abarcan toda una sociedad que se pudre, por
la falta de escrúpulos de muchos de aquellos que dictan la opinión publica.
En lo particular, lamentamos los problemas de salud por lo que atraviesa
el presidente Hugo Chávez. Lo hacemos asumiendo un principio básico de
la naturaleza humana, al hombre en severas dificultades, que incluso le
impiden ejercer adecuadamente el cargo; le deseamos que se restablezca
pronto para que le responda al país por sus múltiples desmanes. No es
posible que la terrible enfermedad, sirva como un mañoso recurso para
que olvidemos el festín que han hecho estos individuos que se hacen
llamar revolucionarios. Son trece años dilapidando los inmensos recursos
económicos que tiene la nación, y que en mala hora cayeron en manos de
unos desalmados.
Que nadie se llame a engaños. El gran responsable de la corrupción, el
despilfarro, la falta de buenos servicios públicos, el desempleo y la
inseguridad; entre otros, es la gestión de Hugo Chávez; además de haber
sembrado la división y el odio en la familia venezolana. Ese crédito
nadie se lo quitará jamás. El autor de nuestras desventuras es el
magnate de Miraflores. Así de sencillo, un megalómano que decide hasta
el cargo del último portero en el gobierno no puede ahora negar su
desastre.
La severa complicación de la salud presidencial, cambió el escenario
dramáticamente. Las políticas oficialistas pasan por los variables que
dibujen las quimioterapias; los funcionarios esperan que un mensaje de
twitter dirija su accionar. Que la llamaba de un eficaz mecanismo, por
cierto nacido bajo tecnología del odiado capitalismo norteamericano.
Traiga aunque sea la voz del hombre clandestino. El líder infranqueable,
aquel que lo condensa todo es su perturbación trascendental; reducido a
ciento veinte caracteres o a la gangosa expresión de un individuo que se
nota agotado, dando explicaciones cada día más incoherentes, tratando de
esconder una verdad que la desparraman hasta sus íntimos. Ni hablar de
las forzadas apariciones en público en donde se observan las duras
secuelas del tratamiento oncológico. Esas imágenes rebaten cualquier
estratagema estúpida de tratar de negar lo que ocurre. Un hecho
gravísimo que le acontece al más importante funcionario de la nación;
sin embargo, él no es la nación. Por lo cual no deben confundirse los
roles. La enfermedad presidencial no tiene porque ser adosada a
Venezuela y sus instituciones. La vida de la republica tiene que
continuar con sus alas abiertas soñando con el futuro. Las naciones no
tienen complicaciones por enfermedades del cuerpo, sufren de otros males
tan severos como el cáncer; y estos son las gestiones corrompidas. Tal
como la ejercida desde Miraflores. Un régimen que tendrá que responder
algún día por tanto daño infligido a los venezolanos. El juicio al
presidente Hugo Chávez, no sólo es un asunto que lo dirimirán en el
ámbito de la justicia. Es el balance de cada ciudadano que estamos
seguros, tiene múltiples razones para rechazar sus pretensiones de
perpetuarse en el poder, aún conociendo de sus limitadas capacidades
intelectuales y hasta físicas. Queriendo gobernar desde un reducto de
hospital a través de un mensaje electrónico; como si Venezuela fuera una
computadora todo en uno. No es que estemos en contra de la tecnología, y
más en nuestro caso particular que ejercemos el periodismo, teniendo
como herramienta fundamental los nuevos avances en materia de
interacción con el mundo de la información. El rol de un mandatario es
otro. Los asuntos de estado deben tenerlo al frente las veinticuatro
horas del día, los problemas no se resuelven con apariciones virtuales.
El poder debe ejercerse en el sitio de los acontecimientos; enfrentando
las duras contingencias que se presentan. Si no está en capacidad de
hacerlo debería nombrar al vicepresidente como encargado. El país no
puede pagar los platos rotos por algo que le puede suceder a cualquiera.
Lo ideal sería que se dedicase a librarse de su terrible mal. A luchar
por mantenerse entre los vivos. De todas formas en octubre del 2012,
colocaremos en Miraflores a un venezolano con todas sus potencialidades
al servicio de la nueva Venezuela. Con más futuro que pasado y qué
gobernará para todos por igual.
Requerimos de un cambio total en la conducción de la nación. Un
liderazgo con la frescura de las buenas ideas, que se impregne con el
espíritu democrático hasta sacarnos de esta pesadilla totalitaria. Que
hable de futuro sin ruborizarse y asumiendo con grandeza los cambios
sociales necesarios. Alguien de carne y hueso con las ganas hasta el
alma y una salud de toro miura para que pueda levantar a Venezuela del
desastre actual. Llegó la hora de escoger entre el futuro esplendoroso o
el pasado que se muere. Dos opciones que ilustran el devenir histórico
de la patria. En tus manos está el destino de Venezuela. ¡Escoge bien…¡
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