Marco Negrón
Domingo, 9 de octubre de 2011
Al Presidente Hugo Chávez, la enfermedad parece haberlo hecho cada vez
más irascible e intolerante
La semana pasada el Presidente colombiano, acompañado de varios
ministros, recibió en la Casa de Nariño a la Alcaldesa de Bogotá Clara
López, del opositor Polo Democrático. Concurría la Alcaldesa para
presentar los estudios que justifican la construcción del Metro de
Bogotá y de un nuevo ramal de transporte público de superficie. La
respuesta del Presidente Santos fue clara: "El Metro de Bogotá se
construye", de modo que para 2018, gracias a la cooperación entre el
Gobierno nacional y una Alcaldía de oposición, los bogotanos podrán
disfrutar finalmente de tan necesario sistema.
Contrasta ese espíritu de cooperación, por encima de las diferencias
políticas e ideológicas y en beneficio de los intereses ciudadanos, con
lo que ocurre entre nosotros, donde un Presidente de la República al que
la enfermedad parece haber hecho más irascible e intemperante, manda a
sus ministros a buscarle pleito a los gobernadores y alcaldes que no
comparten su ideología. Cuando estima que hay un problema de inseguridad
en el estado Miranda manda al vice-presidente, su candidato a la
gobernación, no a ver en qué pueden ayudar sino a amenazar con
intervenir la policía estadal; si el problema es en el Hospital de San
Cristóbal, manda a la ministra de Salud no a averiguar qué pasa sino,
escoltada por si acaso por un General bajo sospecha, a intervenirlo,
menospreciando a la ciudadanía que votó por el gobernador; la guinda de
la torta es el ministro de la Defensa, militar activo al que la
Constitución veda el activismo político, batallando por la gobernación
de un estado a punta de insultos y amenazas contra el titular del cargo.
Son actos que dicen más que mil palabras y anuncian lo que se avecina
para nuestras ciudades y regiones (y sus habitantes) si el obseso sigue
en el poder después de 2012.
La nueva PDVSA: toera. Como si no le bastara con los fracasos de
Pudreval y Petrocasa, PDVSA anuncia que se va a encargar de ese cangrejo
en que, incomprensiblemente, se ha convertido el Metro de Valencia. El
ministro de Transporte había anunciado el reinicio de obras para el
pasado 21 de septiembre, lo que, como es costumbre, no sucedió. Ahora
aparece el fantasma de la petrolera, asumiendo un rol no definido pero
que difícilmente terminará en algo distinto a un estrepitoso fracaso:
otra versión del centralismo camorrero que hoy se comenta.
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