Henrique Capriles Radonski
Martes, 4 de octubre de 2011
Deterioro es la palabra que se repite en cada conversación, evidenciando
que se debe dar paso a una nueva vía, tan distinta de los vicios que
sufrimos durante las últimas décadas del siglo XX, como del nuevo y
devorador centralismo
La crisis de calidad que hoy atraviesa Venezuela anda de boca en boca.
La propaganda oficial sólo hace más chocante la realidad de una
administración pública cada vez más incapaz de garantizar el
abastecimiento de alimentos y otros bienes básicos, más incompetente
para la prestación de servicios vitales como el eléctrico o la
adecuación de una infraestructura hospitalaria, y más ineficiente en
cuanto a crear condiciones para el empleo productivo y estable.
Deterioro es la palabra que se repite en cada conversación, evidenciando
que se debe dar paso a una nueva vía, tan distinta de los vicios que
sufrimos durante las últimas décadas del siglo XX, como del nuevo y
devorador centralismo.
Las distintas misiones sociales, que vinieron a aliviar la incapacidad
de las estructuras tradicionales del Estado para atender necesidades
básicas, han venido adquiriendo los vicios de esas mismas estructuras:
se han burocratizado y, en consecuencia, se han disparado sus costos
haciéndolas cada vez menos sostenibles y menos eficientes.
Hoy pretenden vender la idea de que quienes proponemos un camino
distinto para Venezuela, somos enemigos de tales programas, cuando, en
realidad, esperamos darles la institucionalidad y el respaldo que
merecen. En Miranda, con mucho, pero mucho menos dinero, hemos logrado
ofrecer servicios altamente satisfactorios y libres de la politización a
que nos quieren acostumbrar.
Para muestra de ello, nuestras más de 50 Casas Amigas de la Salud, donde
los mirandinos consiguen un servicio de la mayor calidad; o nuestros
puestos de Pronto Socorro, que han atendido más de 80.000 emergencias; y
los Centros de Especialidades Médico-Odontológicas, que ya superan los
20.000 pacientes.
Con el mismo compromiso de calidad, dedicamos más de un 60% de nuestro
presupuesto a la educación. Más de 400 planteles han sido
reacondicionados, y nuestras escuelas modulares son un ejemplo de
excelencia integral. Lo más importante, sin embargo, es todo el esfuerzo
en promover el desarrollo profesional de nuestros maestros, reducir la
deserción escolar y optimizar la enseñanza.
Estamos demostrando que sí se pueden construir sistemas de salud y
educación capaces de ofrecer y mantener en el tiempo un servicio digno y
de gran calidad, tal y como merecen todos los venezolanos.
Veo en el horizonte un país donde hacer bien las cosas sea la norma y no
la excepción. Tenemos los recursos y, sobre todo, tenemos un gran
capital humano. Juntos lo vamos a lograr.
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