Eliécer Calzadilla
Miércoles, 24 de agosto de 2011
Se puede escribir la historia desde ahora. A quien pregunte cómo fue que
llegamos hasta estas cotas de destrucción institucional y corrupción, ya
tenemos material para contarle. Con cierta frecuencia el lugar común
interroga hasta dónde vamos llegar o a aguantar. Y algún observador que
poco sabe de nosotros, del comportamiento de las masas y de las
perversiones del poder, interroga que cómo fue que un solo hombre,
Chávez, pudo hacer tanto con y contra los venezolanos. Pienso que no son
simples las respuestas, porque las causas son muchas, complejas y a
veces oscuras. A menudo respondo que las crisis de los pueblos no tienen
fondo, que acaso el canibalismo sea uno de los fondos de las crisis, que
las cámaras de gas y los hornos crematorios de los nazis son otros de
los límites del abismo, que un modelo de hundimiento es "el proceso" de
la dictadura argentina que desapareció 30.000 personas, o las barbaries
de los serbios o las matanzas de Ruanda. Pero hay otras respuestas, como
es deseable. Ensayo una.
Advierto que me gusta observar cómo cambian las maneras de ver los
fenómenos políticos. Soy aficionado a mirar la transformación y derrumbe
de algunas certezas en el campo social y económico. Un necio con poder
pontificó en Venezuela, contrariando la historia, que el pueblo nunca se
equivoca. Otro -el que ahora nos gobierna-, solía decir que "la voz del
pueblo es la voz de Dios". Perón probó que el pueblo se equivoca
(esquivo, por obvios, los casos de Hitler y Mussolini). Y la voz del
pueblo no es la de Dios, porque entre los atributos que los teólogos
dicen de Dios no cabe el de cometer pendejadas que los pueblos sí
cometen. Los pueblos sí se equivocan y Venezuela se equivocó con Chávez.
Chávez le cambia el nombre a la república, cambia el escudo, modifica el
número de estrellas de la bandera, cambia la Constitución una vez y la
reforma otra para establecer la reelección perpetua, porque el pueblo se
lo permitió. Cuando Chávez intentó consagrar el comunismo en la letra
constitucional, no quiso el pueblo, y votó en su contra. Chávez dijo
entonces en televisión que esa había sido una victoria de mierda. Si
alguien hubiera nombrado ante las pantallas con esa palabra a una
cualquiera de las nueve victorias electorales que ha obtenido Chávez,
estaría en uno de los sótanos de las mazmorras que el régimen reserva
para sus venganzas judiciales.
Chávez, en verdad, cobijado por votaciones, ha ejercido el mando a su
antojo, como un rey árabe. Amparado en leyes a su medida, que se amoldan
al ventajismo del régimen, ha cambiado circuitos electorales para ganar
elecciones legislativas cuando pierde en cantidad de votos. Pero no ha
podido, no puede, extinguir las elecciones. Y la tendencia de los
sufragios efectivos, y los últimos comicios, confirman que Chávez pierde
las elecciones presidenciales de diciembre de 2012.
La historia, veloz, se está escribiendo por entregas, día a día, y las
causas que desencadenan los hechos están al alcance de cualquiera.
Entretanto las fuerzas democráticas, obligadas por la gente, al
principio, y convencidos del estado de necesidad después, han decidido
enfrentar unidas al régimen. A quienes preguntan hasta cuándo
aguantaremos hay que decirles que con todo el poder y el dinero del que
ha abusado el régimen, los venezolanos hemos impedido las dos cosas que
más desea el chavismo: la abolición del sistema de elecciones
universales, directas y secretas (como en Cuba) y la consolidación,
firme y definitiva, de un régimen fascista con fachada socialista. Los
venezolanos no hemos rendido el voto ni la libertad (lo que hizo el
régimen con la Alcaldía Metropolitana de Caracas ante el triunfo de
Antonio Ledezma, al desconocer la soberanía popular, fue un adelanto del
deseado fin del sufragio).
El clima totalitario y asfixiante, pero terminal, que respiraba España a
la muerte de Franco, y Chile en los días que precedieron a la derrota
electoral de Pinochet, es el que se respira ahora en Venezuela. Está a
la vuelta de la esquina el rumbo democrático. Cuando Adán Chávez y
cuatro generales anuncian un eventual desconocimiento de la victoria
electoral que los demócratas tendrán en diciembre de 2012, reencarnan al
fallido golpista Tejero, bárbaro y felón. Se puede escribir la historia
desde ahora: Chávez y el régimen pierden las elecciones. Y entregan el
poder, quieran o no; es la voluntad del pueblo, rectificando,
corrigiendo. Los pueblos rectifican.
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