Sunday, October 2, 2011

¿Qué más falta por destruir?

¿Qué más falta por destruir?
Fernando Luis Egaña
Domingo, 2 de octubre de 2011

El profesor europeo se está haciendo la misma pregunta que nos hacemos
millones de venezolanos todos los días: ¿y qué más falta por destruir?

Un profesor europeo que conoce muy bien a Venezuela desde hace tiempo, y
que suele venir cada dos o tres años para dictar conferencias, acaba de
comentar que está realmente impresionado por el grado de deterioro que
percibe en el país. Su última visita fue en el 2008, y desde entonces
hasta la fecha, él aprecia con preocupación el barranco por vamos
cayendo como nación.

Comenzando por la situación de inseguridad que, en su opinión, es
aún más grave que en México o Colombia, porque en Venezuela la explosión
de violencia criminal no se encuentra localizada en regiones
determinadas sino que acontece en todo el territorio nacional. "Cada vez
que vengo, afirma, el ambiente de indefensión y temor es más agudo, lo
que explica que la gente ande a la defensiva y como prisioneros en
donde vivan y trabajen".

Y tiene razón. Desde el Táchira hasta Margarita, el hampa campea
soberana y los 20 mil homicidios que se estiman para el presente año,
así lo demuestran con toda su carga de tragedia para la familia
venezolana. El que Venezuela se esté convirtiendo en uno de los lugares
más violentos del mundo, rinde suficiente cuenta al respecto.
Pero al académico extranjero no sólo lo impacta la espiral descontrolada
de violencia, sino el grave desmejoramiento de la infraestructura
física. Y eso que el buen amigo apenas se queda en el país un par de
semanas, porque si viviera acá no podría creer el nivel de regresión que
se padece en esta materia. Y en otras de similar tenor, como el
deterioro creciente y constante de todos los servicios públicos.

Carreteras y autopistas abandonadas, aeropuertos cerrados y puertos
entrabados, el transporte subterráneo canibalizado y hasta el único tren
de pasajeros de Venezuela en graves problemas. La aviación comercial en
terapia intensiva y el sistema eléctrico guindando en la cuerda floja de
la desidia y la improvisación. Acaso ni en Libia después de la guerra,
habrá un asolamiento de esa magnitud.

Sus anfitriones universitarios le refieren el acoso gubernamental y
presupuestario en contra de la educación superior que no lleve el mote
de "bolivariana", y no le garantizan que puedan recibirlo dentro de dos
años, porque si las cosas siguen como van, no hay seguridad de que las
principales universidades autónomas lo sigan siendo, e incluso estén
funcionando.

Como el profesor es un especialista en ciencias políticas, y viene
estudiando a fondo el proceso político venezolano de los últimos años,
no necesita que nadie le explique el estado de postración de las
instituciones democráticas, la naturaleza despótica y personalista de
la "revolución bolivarista", la severa restricción de derechos
ciudadanos y el manejo partisano del sistema electoral.

Y tampoco requiere de mucha investigación para darse cuenta del desmadre
económico, de la carestía y escasez, de la desconfianza e incertidumbre,
del tamaño descomunal de la deuda, y de la maraña de mentiras oficiales
que se presentan como estadísticas triunfantes. Lo que sí le cuesta
comprender, es cómo todo esto ocurre con el barril de petróleo
venezolano promediando los 100 dólares.

También le cuesta entender que a pesar de tan gravoso panorama, todavía
un porcentaje considerable de venezolanos considere que la situación del
país es buena o regular. Quizá sea que la esperanza es uno de los pocos
activos que no ha sido destruido, o que el avasallamiento del poder
estatal no deja lugar para apreciar un futuro distinto al presente... Lo
cierto del caso, es que el profesor europeo se está haciendo la misma
pregunta que nos hacemos millones de venezolanos todos los días: ¿y qué
más falta por destruir?

flegana@gmail.com"

http://www.analitica.com/va/politica/opinion/8861862.asp

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