Asdrúbal Aguiar
Miércoles, 26 de octubre de 2011
No hay derechos ni garantías para los derechos fuera del ejercicio
democrático y de gobiernos garantes de la democracia- en esencia no son
distintos del dictador
Leo con sorpresa sobre el remate de ofertas electorales que abonan el
camino de los aspirantes a la candidatura presidencial de oposición, a
propósito de los comicios primarios del venidero mes de febrero. La
lista es larga y generosa, sin duda alguna contentiva de urgencias que
afectan la vida común del venezolano y la realización práctica de sus
derechos; ello, a pesar de la puja clientelar que las caracteriza, pues
mientras el contendor común, el dictador enfermo -quien está enfermo y a
la vez no lo está- ofrece la Misión Vivienda, desde la otra banda se le
replica con la promesa de construir 300.000 soluciones habitacionales al
año.
Uno que otro aspirante, con más audacia, ofrece la concordia, el cese de
las banderías y dejar de lado el ingrato pase de facturas que se anuncia
a la vuelta de la esquina. Han sido ominosos y desgraciados, en efecto,
los casi trece años transcurridos en medio de divisiones reales y no
solo de ánimos que anegan hasta el reposo en familia y provocan no pocas
separaciones entre hermanos y divorcios hasta en las parejas, amén de la
saga de compatriotas quienes todavía emigran en búsqueda de ambientes
prometedores, incluso a costa de vivir carenciados. Y no falta quien,
quizás anímicamente doblegado por la realidad que se impone o para ganar
adeptos en la militancia oficialista, señale el compromiso de sostener
los propósitos de 1999 y hacerlos realidad, dada la nula o mala gerencia
que los frustra hasta el presente. No por azar, algunos observadores
extranjeros ven a Venezuela sobre los rieles de un "chavismo light"
sustituto, una vez como el fraterno amigo del fallecido Gadafi tome las
de Villadiego.
Al rompe me pregunto, de allí mi acusada sorpresa, si acaso soy presa,
antes bien, de una ingenuidad irredenta. No creo que una campaña
electoral discurra éticamente, al margen de su éxito, dentro de los
moldes señalados. ¡Me cuesta digerir la fingida serenidad institucional
que nos envuelve y el proceder normal dentro de la misma anomia
institucional y anormalidad que nos engulle como país sin devolvernos!
Dicho en otros términos, veo deshonesto ofrecer o prometer a los
venezolanos el disfrute de unos derechos, sin duda legítimos y
primordiales, sin hablarles del cuadro de garantías ausente que hoy los
prosterna y distorsiona sin solución de continuidad.
A menos que el proyecto que nos anima se reduzca a sustituir al gendarme
militar por un gerente civil calificado o ilustrado y sin mengua de las
prácticas populistas tradicionales, mal cabe siquiera enunciar la
posible vigencia de derechos civiles y políticos, económicos y sociales
si no les precede lo único que puede favorecerlos como derechos de
dignidad y no como bozales de sumisión, a saber, la oferta de sustituir
el andamiaje de la dictadura por un Estado fundado sobre la verdad y al
servicio de la experiencia democrática.
Ciertos sectores creen y afirman, de buena fe, que es poco rendidor en
términos electorales el debate acerca de la democracia y su vigencia
frente a un pueblo que se muere de mengua o es víctima de la violencia
criminal. Y debo decir que eso mismo piensa Simón Bolívar desde los
albores de nuestra nacionalidad, cuando tacha de patria boba la que
imaginan los repúblicos civiles de 1810 y 1811, y nos ofrece y da el
remedio épico, violento y pragmático, que luego nutre la idea del
gendarme necesario instalada desde entonces en la conciencia nacional.
No por azar, los encuestadores de más reciente data -así la OEA y el
PNUD- predican que nuestros pueblos prefieren un plato de frijoles a la
democracia! Nadie les pregunta, por lo visto, si la opción es en contra
o a favor de la libertad, pues la mayoría confunde a la democracia con
la burocracia y la ineficacia de los políticos!
Así las cosas, llego a creer que quienes le ven poca utilidad al debate
sobre lo primero y primordial -pues no hay derechos ni garantías para
los derechos fuera del ejercicio democrático y de gobiernos garantes de
la democracia- en esencia no son distintos del dictador. Apenas le
critican su indolencia o que les haya engañado en 1998. También creen
como los marxistas, que vale la pena el sacrificio y la penuria o a
acaso el "vivir viviendo" mientras llega la hora siempre postergada de
El Paraíso o nos hacemos dignos de la libertad.
Creo, acaso en soledad, que aspirar a las bondades de una democracia
madura que nos sitúe sobre las autopistas de la posmodernidad global,
reclama obviar las respuestas que nos ofrecen los huesos del Padre de la
Patria, la espera de otro Padre Bueno que nos redima, o el anhelo
secular del Mito de El Dorado, del llamado "resuelve" con el mínimo
esfuerzo social creador.
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