Tuesday, October 4, 2011

Las argucias del totalitarismo

Las argucias del totalitarismo
JORGE LINARES ANGULO | EL UNIVERSAL
martes 4 de octubre de 2011 04:59 PM

Los dictadores totalitarios, que tienen una cierta filosofía y buscan
apoyarse en las masas, casi siempre cuentan con la ingenuidad de los
seres pensantes de las sociedades que terminan por apabullar. Hitler fue
subestimado por las élites políticas, intelectuales y sociales de
Alemania. Creían que sólo era un político ruidoso, un poco inflado de
demagogia. Gustav Gründers, el actor más importante de Alemania a la
sazón, cuando sus colegas alarmados le participaron el triunfo electoral
de Hitler, dijo: "Es un país democrático y ha ganado un partido". Es
decir, en la democracia alemana sólo ha pasado que un partido -el
Nacionalsocialista- ha ganado. Nada de qué alarmarse. Cuando su esposa,
en el extremo de su preocupación, le advierte: "Toma partido o pierdes
tu libertad", Gründers, con un libreto de Hamlet en la mano, le replica:
"Esta es mi única libertad. Yo soy actor, yo necesito la lengua alemana
¡Mi patria!". Envuelto ya en la atmósfera burocrática del nazismo (lo
habían reclutado para utilizarlo) y persuadido de la buena fe de los
dirigentes hitlerianos, cuando propone al presidente del aparato
cultural nazi el montaje de una obra de Chéjov, el burócrata le dice:
"No se deje influir por la cultura bolchevique de moda. La renovación de
la cultura alemana exige la vuelta a las raíces nacionales. La basura
rusa o las comedias francesas son ajenas a la nación alemana" A partir
de este momento, obligado a servir de acuerdo a una agenda dispuesta por
Hitler, Gründgens ya no pudo representar las grandes obras del teatro
universal y tardíamente se dio cuenta del error en que incurrió al
escuchar los cantos de sirena del totalitarismo alemán. Desengañado
perdió todo entusiasmo y poco después cayó en desgracia. En 1981 István
Szabó, el gran cineasta húngaro, llevó al cine, con el título de
Mefisto, este dramático espacio de la vida de Gustav Gründgens, uno de
los grandes actores europeos de la época. En este film el nombre de
Gründgens es suplantado por el de Hendrik Höfgen porque Szabó quiso ir
más allá de lo exclusivamente biográfico para describir la forma
universal de la manipulación del talento y la inteligencia humana por el
totalitarismo.

Los líderes del totalitarismo son hábiles en el uso de la argucia.
Mienten, deforman, calumnian, simulan, reprimen con absoluta ausencia de
escrúpulos. El maquiavelismo es usado por ellos como arma montada sobre
la más insólita miseria humana. Es el espíritu fascista que Arthur
Miller definió de manera lapidaria: "Es fundamentalmente el espíritu de
todas las modalidades de bajeza posible".

Los líderes nazis solían exclamar: "Libertad e igualdad para todos", y
Hitler puso empeño en catequizar a los niños y jóvenes. Éstos,
integrados en la Juventud Hitleriana, cantaban: "Somos un pueblo con una
voluntad común. Unidad y fuerza. Seguimos al Führer". Alusiones a la
moral eran frecuentes en los discursos de Himmler, jefe de la Gestapo y
de las SS, encargado de la "solución final" para el exterminio de los
judíos en el planeta.

En Venezuela hemos visto, día a día, trazas del espíritu fascista. No
nos engañemos: la violación continua de la Constitución, la mentira ante
el pueblo, la calumnia contra la disidencia, las órdenes presidenciales
para asediar a los dirigentes con mayor respaldo, las expropiaciones sin
ley, el lenguaje violento, etc. son señales de un fascio-comunismo
contenido y al final impedido por el espíritu democrático del país.

linaresj1@hotmail.com

http://www.eluniversal.com/opinion/111004/las-argucias-del-totalitarismo

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