Friday, October 7, 2011

El compromiso de los partidos históricos

El compromiso de los partidos históricos
Trino Márquez
Viernes, 7 de octubre de 2011

La Venezuela actual vive una coyuntura mucho más difícil en el plano
interno que en 1958. A la caída de Pérez Jiménez el país confrontaba
problemas económicos y sociales

Venezuela pasó del atraso y la barbarie a la civilización de la mano de
los partidos políticos que se crearon luego de la muerte de Juan V.
Gómez en 1935. La erradicación total del gomecismo, y más tarde del
militarismo perezjimenista, también fue posible por la determinación de
las organizaciones políticas. Más tarde, luego de 1959, fue posible
contener y derrotar la invasión comunista promovida por Fidel Castro
gracias al Pacto de Punto Fijo y a los acuerdos en defensa de la
democracia suscritos por los partidos y sus líderes fundamentales:
Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y Jóvito Villalba. A Castro se le
enfrentó sin tregua a pesar de la inmensa simpatía que despertaba en
importantes sectores del país. A nadie se le ocurrió realizar una
encuesta para saber si se le encaraba o no.

Los partidos han tomado las decisiones más trascendentes sobre
la base de criterios políticos y principios programáticos. La
presentación de la candidatura "simbólica" de Rómulo Gallegos en las
elecciones presidenciales de 1941 fue una jugada estrictamente política
de AD, en un momento en el cual no existía ni la más remota posibilidad
de que Gallegos obtuviese más que una reducida cantidad de votos frente
a Isaías Medina Angarita. La remontada de Betancourt en 1958 para
obtener la nominación presidencial fue, igualmente, una operación
política. Era una de las figuras, aparentemente, con mayor rechazo
popular. Luego los hechos demostraron que sin su genio habría sido muy
difícil resguardar el sistema democrático de la dura embestida que
sufrió por el flanco derecho y por el izquierdo. Pocas veces una
nominación ha sido más acertada a pesar de las pocas devociones que
Rómulo inspiraba en varios sectores influyentes de la opinión pública.

La Venezuela actual vive una coyuntura mucho más difícil en el
plano interno que en 1958. A la caída de Pérez Jiménez el país
confrontaba problemas económicos y sociales. Fue necesario instrumentar
el Plan de Emergencia para apaciguar el descontento. Los precios del
petróleo habían retrocedido después del auge alcanzado durante la guerra
del Canal de Suez. Pero, la nación no estaba escindida y descuadernada
como ahora.

El régimen chavista no solo capturó el poder del Estado,
también se ha adueñado de algunos espacios significativos de la
Sociedad. Sabemos que controla el Poder Judicial, posee la mayoría de la
Asamblea Nacional, domina el CNE, ha subordinado hasta la humillación a
los órganos del Poder Moral, politizó y degradó a las Fuerzas Armadas,
acabó con la autonomía del Banco Central, ha maniatado a los
gobernadores y alcaldes, y las estatizaciones le han dado a Chávez un
poder económico aún mayor del que ya poseía. La concentración del poder
estatal en manos del autócrata es muy alta. Nada se mueve sin su
autorización.

Junto a este proceso se ha ido construyendo una sociedad
paralela a la convencional. En estos trece años han surgido sindicatos,
gremios, universidades, medios de comunicación, milicias, consejos
comunales, aldeas universitarias, centros estudiantiles y un amplio
tejido social que integran lo que los comunistas de antaño llamaban las
"correas de transmisión" de la revolución. La delincuencia forma parte
de esta nueva "sociedad" que el chavismo ha edificado. La impunidad de
la que los delincuentes disfrutan pareciera ser parte de un plan macabro
para dejar que el miedo se apodere del alma de los venezolanos y los
aniquile como ciudadanos.

Si después del 23 de enero del 58 era necesario contar en
Miraflores con un líder con experiencia, capaz de recomponer el país y
asumir la rectoría nacional con claridad y valentía, hoy sucede lo
mismo, solo que dentro de condiciones más difíciles. Los dirigentes
perezjimenistas huyeron de Venezuela, y sus cuadros medios se
escondieron o se plegaron al naciente orden democrático. Ahora,
suponiendo que ganásemos, los chavistas seguirán vivitos y coleando
después de las elecciones del 7 de octubre de 2012. De ellos, que han
sido destructivos en el ejercicio del poder, nada más habrá que
imaginarse cuán dañinos serán en la oposición. El período del combate a
Castro y a la guerrilla comunista de comienzos de los años 60 será
pálido ante lo que le espera a la nación a partir de 2013.

Las decisiones políticas suelen cambiar las realidades que las
encuestas miden. Ningún escenario se petrifica cuando existe la voluntad
de un liderazgo por modificarlo. Esta verdad la conocen muy bien quienes
han trajinado largo tiempo por el complejo mundo de los partidos. Son
los líderes, y no los encuestadores, quienes deben señalarles a los
electores la opción con la que conviene comprometerse y por la que vale
la pena apostar.

El futuro de la democracia y de la paz no conviene dejárselos
a quines solo son capaces de fotografiar la realidad.

trino.marquez@gmail.com

http://www.analitica.com/va/politica/opinion/8446186.asp

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