Monday, August 1, 2011

Totalitarismo blando

Avance | Análisis | 30/07/2011 02:11:37 p.m.

Totalitarismo blando

Los chavistas se quejan por la fulana existencia de un latifundio que no
le permite expresarse como deberían en medio de la diatriba pública. Al
mismo tiempo suman espacios a la cadena de medios públicos leales a sus
postulados, con un estado millonario al respaldo dispuesto a complacerlos
Por: Alonso Moleiro

Si algo es difícil en el entorno planetario de la comunicación de este
momento es engañar a la gente. La globalización presenta hasta la fecha,
es cierto, un grave pasivo en materia de derechos económicos y promoción
lineal del bienestar.

Su balance en materia de difusión del conocimiento y transparencia de la
información, sin embargo, presenta un saldo abiertamente favorable.

La explosión de las redes sociales y el desarrollo televisivo fractal de
la televisión expresada en formatos como youtube está haciendo posible
que cada ciudadano tenga una trinchera personal para decir lo que piensa.

Por esos reductos individuales de la comunicación global se cuela
cualquier infidencia, se desmonta, si hay insumos para hacerlo posible,
cualquier matriz, y se vierten toda suerte de puntos de vista.

Este es un costado de la modernidad, todo hay que decirlo, producto de
un estado de la historia que produjeron las sociedades abiertas y las
democracias liberales que la hacen posible. Nos guste o no nos guste.

Reductos políticos y jurídicos que existen asumiendo los límites de su
perfectibilidad, concebidos para ser fiscalizados y criticados por la
ciudadanía.

Quiso George W. Bush justificar la invasión a Irak fabricando un
artificio en torno a la existencia de las armas de destrucción masiva:
fue desenmascarado gracias a la existencia del periodismo independiente
y de la existencia de marco legal que ofrece garantías a las personas.

"Los grandes laboratorios mediáticos", "la dictadura de las
trasnacionales de la información", "el latifundio informativo".

Con esta suma de vocablos prefabricados los minúsculos reductos de la
izquierda borbónica internacional ­que han encontrado en el presidente
venezolano un padrino tardío­ quieren justificar su vocación por la
censura y su renuencia a contrastar sus prejuicios con el dictamen que
ofrecen los hechos.

En Venezuela los chavistas se quejan por la fulana existencia de un
latifundio que no le permite a sus simpatizantes expresarse como
deberían en medio de la diatriba pública nacional.

Al mismo tiempo, suman y suman espacios a la cadena de medios públicos
leales a sus postulados, con un estado millonario al respaldo dispuesto
a complacerlos.

La cadena de medios estatales y para estatales es en este momento
gigantesca. Da lo mismo: salvo algunas excepciones aisladas, sus índices
de audiencia son minúsculos y la calidad de sus contenidos ­pese a
disponer de enormes recursos para comprar sofisticados equipos, pagar
excelentes sueldos y tener poderosas señales de alcance nacional­ es
bastante pobre.

En materia de debates sobre comunicación y política uno de los ejemplos
más acabados del cretinismo ideológico global lo encarna el señor
Ignacio Ramonet, el célebre autor de la tesis del "totalitarismo blando".

Es este un depurado crítico de cualquier matiz en el cual quede en
evidencia que las sociedades occidentales quebrantan su promesa ante la
legalidad y los ciudadanos.

Ramonet objeta las orientaciones de las cadenas informativas de gran
tamaño; censura las fisuras de la política occidental; protesta ante la
orientación de los mercados y los flujos de capital.

En líneas generales, Ramonet denuncia la existencia de un planeta tomado
por corporaciones globales, que imponen, en sus términos, la agenda
informativa que va a consumir la audiencia, inundan el juicio de almas
inocentes con la anestesia de la industria del entretenimiento y
secuestran los espacios para la reflexión y el pensamiento crítico.

Nada de esto le impidió a este sujeto apoltronarse junto a Fidel Castro
­padre del otro totalitarismo, el duro­, para desarrollar una exquisita
conversación ­publicada en un libro­ en torno a sus barbas para que el
jerarca cubano le explicara a los incautos lo que él entiende por
democracia y libertad política.

Fidel Castro: el creador de una sociedad en la cual no existe oposición
organizada, con la tasa acceso a Internet más baja del hemisferio; donde
hay libros prohibidos y sus ciudadanos se enteraron del derrumbe de la
Unión Soviética con tres años de retraso.

Ramonet se irrita ante el escándalo de Strauss-Kahn, el eyectado
presidente del FMI: dice que es el síntoma de la crisis de la
modernidad, del doble discurso occidental, de la flacidez doctrinaria de
occidente y el capitalismo.

Pasa a continuación a sentarse embelesado a escuchar de nuevo las
andanzas de Castro en la Sierra Maestra. Ni siquiera se le ocurrió
preguntarle si no existía otro mecanismo para elegir al nuevo presidente
cubano que no fuera el uso de su dedo índice: cederle la silla a su
hermano, haciendo, con el poder político, de su propiedad personal, uso
de un curioso derecho de sucesión.

Se retrata ante la audiencia con un libro que, como dijo Carlos Alberto
Montaner de otro hagiógrafo castrista, el italiano Gianni Minná, ha
batido un récord universal: es la entrevista más larga en el mundo hecha
de rodillas.

Antes de ocuparnos de combatir el totalitarismo blando que tanto
mortifica a Ramonet, intentemos abolir para siempre el otro: el duro.

http://www.talcualdigital.com/Avances/Viewer.aspx?id=56313&secid=45

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