Enrique Pereira
Viernes, 26 de agosto de 2011
Cada quien es dueño de su silencio y esclavo de lo que dice.
A borbotones se le sale a Chávez la rabia por la caída final de su héroe
libio. Después de cuarenta años de dictadura, el pueblo libio decidió
quitárselo de encima. Se quita de encima a una generación completa de
revolucionarios de buen vivir, de lujos y viajes, de excentricidades,
que sólo Chávez puede justificar, pues al final, son caimanes del
mismísimo pozo.
El amado pueblo libio que Chávez anuncia como defensor de la revolución
verde, no existe. Los doscientos abanderados que mostraba de vez en
cuando Venezolana de Televisión y Telesur, desaparecieron. Se cayeron
los argumentos vacios de que los rebeldes libios eran una fantasía
inventada por CNN. Un pueblo cansado de un dictador se fue a las armas y
ahora buscará un destino diferente. Es lo mismo que sucede en Egipto, en
Siria en Yemen y que se riega como la pólvora. Los dictadores pasaron de
moda. No importa cuánto tiempo use Chávez para promoverlos.
Un virus libertario sacude al mundo y la lucha verbal de Chávez no podrá
impedirlo. Fidel y Chávez terminarán amarraditos del mismo salvavidas,
rodeado del verdadero pueblo al que prometieron una revolución para
mejorar sus vidas. Las del pueblo no mejoran, pero si las de sus
familiares, llenos de piscinas, carros, prendas, ropa de marca y viajes.
Miran el sol a través de sus lentes de moda. Asoman la cabeza por las
ventanillas de sus rápidos avioncitos privados.
Los pueblos se cansan de escuchar pendejadas.
Los pueblos se cansan de recibir mentira tras mentira. Los pueblos nos
cansamos de ver como se mal usa nuestro dinero. Ahora nos endeudamos por
otros cuatro mil millones de dólares, con el gobierno ruso, para comprar
más armas. Hasta cuando seguimos comprando armas, al tiempo que el
Hospital del Llanito no tiene recursos para operar y médicos pagados
con sueldos de hambre, acosados por milicianos al mejor estilo cubano.
Hace tiempo que Chávez no convence. Hace tiempo que se le ve la costura
a sus intenciones, a su repetitivo esfuerzo por mantenerse en el poder,
contando fantasías de lo que hará, y equivocándose en todo lo que hace.
Hace más de una década que la excusa de la cuarta republica desapareció
y también hace mucho tiempo que nos dimos cuenta que no es capaz de
organizar nada que funcione. Desde el plan avispa, pasando por el plan
Bolivar dos mil y las desbaratadas misiones, que dejaron de funcionar y
producir votos. Ahora fracasará el plan lástima, generado alrededor de
su enfermedad.
Las revoluciones que prometen casas, educación, medicina, cultura,
deporte y bienestar deberían trabajar para lograrlo. Sólo promesas y más
promesas no lograrán mantenernos tranquilos. Los gobiernos que sólo
producen escusas, terminan aplastados por los verdaderos pueblos que
exigen resultados. Los caimanes terminan ahogados en el mismo pozo.
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