Henrique Capriles Radonski
Sábado, 15 de octubre de 2011
A ningún adulto le gusta que lo traten como a un muchacho, y esa es una
de las razones por las que rechazamos el poder autoritario, porque en
lugar de promoverse con sus propios méritos, pretende asustarnos
pintando escenarios oscuros
La noticia para quienes así se conducen, es que los venezolanos son
mucho más maduros políticamente de lo que ellos piensan. Además, hay
algo muy enraizado en nuestra historia de pueblo independiente y
libertario: no nos gusta para nada que nos mangoneen o manipulen y mucho
menos que pretendan comprar nuestra voluntad.
Digo esto porque, ante la perspectiva del relevo político al que nos
dirigimos, el oficialismo no sólo sataniza a todos aquellos que percibe
como amenaza a su perpetuación en el poder, sino, incluso, trata de
convencer a los venezolanos de que se conformen con lo que hay. Dicen
que cualquiera distinto a los que hoy ocupan Miraflores vendría a
empeorar la situación, a castigar al chavismo y a dar marcha atrás en
las conquistas sociales. Juzgan por su propia condición.
Se llega al colmo de insinuar que la transición a un gobierno distinto
al que existe hoy, sería una fuente de conflictos institucionales o de
un caos social. Eso quisieran algunos, y precisamente intentaron que
ocurriera en Miranda cuando asumimos el gobierno regional. Pero lo que
pasó fue bien distinto. Anunciaron que emprenderíamos persecuciones
políticas que, por supuesto, nunca sucedieron. Los conflictos que
pudieron surgir se resolvieron, pese a muchas provocaciones, sin
represión policial y por la vía del diálogo. Mucho menos hubo multitudes
que salieran a defender una gestión que, entre otras cosas, dejó daños
patrimoniales por cientos de millones de dólares.
A quienes hoy creen que metiendo miedo evitarán su deslave político, hay
que pedirles respeto a la inteligencia de los venezolanos. Que se queden
las viudas de este ciclo histórico esperando el caos y el revanchismo,
porque lo que viene es la evolución hacia un estilo de gobierno muy
distinto, capaz de crear el clima de tranquilidad y respeto por las
diferencias que tanta falta está haciendo.
Del pasado hemos sacado las lecciones necesarias para saber que es la
hora de un Estado moderno, con independencia de poderes,
descentralizado, sin privilegios groseros para nadie, solidario con los
que más lo necesitan, que siembre capacidades y genere oportunidades.
Venezuela se prepara, con toda la fuerza de su juventud, a entrar en su
mayoría de edad. Juntos vamos a demostrar que sí es posible un camino de
progreso con todos y para todos.
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