Detrás de los números
Para leer las encuestas hay que mirar las tendencias y no las cifras.
Tal vez las encuestas para bombardear la opinión sean un apéndice
inevitable de la vieja política. Detrás de los números están los actores
que van a determinar la victoria en las próximas eleeciones
SIMÓN GARCÍA
Cuando en octubre de 1935 George Gallup publicó su encuesta en el
entonces semanario The Washington Post, abrió una nueva era en la
investigación de la opinión pública. Auscultando una muestra pequeña se
podía predecir el parecer de millones de personas.
Desde entonces las encuestas son el marcapasos de los políticos. Pero
aunque la cantidad, cada hombre un voto, sea un elemento de la
democracia, los números no son estáticos y las formas de recomponerlos
es consustancial a la calidad de la política.
Cambio que es valioso en las relaciones dialógicas. Las encuestas se
equivocan, en cuanto son instántaneas fotográficas, porque escenarios y
personajes fotografiados se mueven. Esa versatilidad explica los
llamados "fenómenos de los últimos días" que voltean los pronósticos
gracias a la voluntad para desafiar desde abajo a su majestad el número,
como diría Rafael Cadenas.
Para leer las encuestas hay que mirar las tendencias y no las cifras.
Previsión que no funciona en las encuestas de laboratorio o en las
hechas para el tráfico electoral. En estos enlatados los números gritan
que se trata de un arma para manipular la conducta de los electores
antes que una brújula para conocer su comportamiento.
Tal vez las encuestas para bombardear la opinión sean un apéndice
inevitable de la vieja política. Lo que hace más pertinente aferrarse al
objetivo unitario sobre la competencia en las primarias. Especialmente
cuando todavía faltan unos meses, varias decisiones y mucho trabajo no
sólo para consolidar o modificar las tendencias actuales sino para ir al
encuentro de los votantes que permanecen más allá del territorio de la
MUD. La lealtad unitaria es clave.
Detrás de los números están los actores que van a determinar la
victoria. En primer lugar los jóvenes, la mayoría de los cuales tiene
una referencia refleja y externa de lo que es pertenecer a una sociedad
democrática y que no encuentran perspectivas de futuro para pensar y
soñar en un destino deseable para sus propias vidas.
En segundo lugar, tres clases de ciudadanos que van a pesar en la
ventaja. Los que tienen definida una inclinación de voto, pero no la han
cerrado. Los que esperan el momento y las condiciones para tomar una
decisión que optimice su voto y los que, padeciendo los retrocesos del
país, no tienen claro el vínculo entre su conducta electoral y la
superación de esa situación.
La primera franja, la de los despolarizados, es la más inmediata materia
prima para la unificación del país.
Está en los bordes más blandos de los dos polos, el dominante y el
alternativo y no desea participar de una división que arrasa la
convivencia con quienes piensan distinto. Apuestan a la coexistencia
democrática de proyectos políticos rivales. Y eso es bueno y bastante
para un triunfo.
@garciasim
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