Thursday, January 12, 2012

Redentorismo

Redentorismo
Heinz R. Sonntag
Jueves, 12 de enero de 2012

La reflexión que se me impone es la pregunta acerca de cómo saldremos de
la situación en la que nos embarcó Chávez hace 13 años. Y la respuesta
es una mezcla de lo que señala Enrique Krauze y una postura propia: "Sin
alternancia de poder cualquier intento de restituir la democracia es
imposible".

En los últimos días de diciembre se publicó en este diario una
entrevista con el historiador mexicano Enrique Krauze, conocido entre
nosotros por El poder y el delirio, su estudio sobre el chavismo, acerca
de su último libro Redentores: ideas y poder en America Latina (2011).
Como sospecho que esta entrevista no ha recibido la atención que merece,
por el bululú de la Navidad, me parece útil retomar, con la venia de la
entrevistadora Michelle Roche, algunas de las ideas por considerarlas
muy pertinentes para los tiempos que vivimos. Krauze empieza por señalar
que la alusión religiosa en el título del libro no es casual, pues con
la palabra "redentores" destaca cómo el trasfondo católico ha demarcado
la realidad política de Latinoamérica. Como los primeros de esos
profetas nombra a José Martí (Cuba), José Rodó (Uruguay), José
Vasconcelos (México) y José C. Mariátegui (Perú), pues encarnan la
vocación de las revoluciones que se sucedieron en sus países desde el
siglo XX.

Llama la atención también que los caudillos y redentores políticos
surgen en el siglo XX, pues en el XIX los políticos se debatían entre el
conservadurismo y el liberalismo, entre la dictadura y la libertad.

Como corolario señala que las revoluciones comenzaron en el siglo XX y
se autoproclamaban como el renacimiento total de sus sociedades, se
convirtieron en movimientos con contenido metafísico: "Esto es religión
transferida a la política".

A la pregunta acerca de qué tiene que ver la herencia católica española
en Latinoamérica con esa necesidad de asumir la política como una
religión, Krauze contesta: "Hay una impregnación religiosa en casi todas
estas figuras históricas, pues ellos se sintieron revolucionarios y se
crearon una imagen de personas que podían no sólo liberar, sino salvar a
los demás. El Che Guevara, por ejemplo, quería redimir a un pueblo y
hablaba como hizo san Pablo siglos antes. Es decir, sin ser religioso
compartía esas categorías, pues las premisas cristianas son la corriente
subterránea de nuestras sociedades en las que propensión a la veneración
de la personalidad y el fanatismo ideológico hacen un cocktail muy
peligroso al que llamo redentorismo".

A la interrogante de si el catolicismo hace que los caudillos sean tan
característicos de esta región, Krauze hace una precisión importante:
"Aunque la tierra latinoamericana es fértil en estos fenómenos, los
ejemplos más terribles han sido en Europa. El pueblo alemán, el más
culto de Europa, entregó su conciencia, su vida y su destino a un
redentor cuya doctrina extrema era el nacionalismo ario que prodigó el
culto de la personalidad como ningún otro. Aunque también están los
ejemplos de Lenin, Stalin, Mao y hasta Castro. En el siglo XXI está
también la caricatura de todos ellos que se llama Hugo Chávez". Krauze
ve en éste, al que dedica el capítulo final de su libro, un ejemplo
particular del redentorismo: "El redentorismo es radicalmente contrario
a la práctica democrática y se refiere al momento cuando un sector del
pueblo abdica de su responsabilidad para ponerla en manos de una persona".

Termina por describir cómo el caso venezolano lo ha conmovido: "Me dolió
ver lo que pasa en el país: la discordia política, el desgarramiento de
la familia venezolana. Es terrible ver al conductor de La Hojilla, Mario
Silva, calificar de traidores a todos los que no piensen como Chávez e
insultarlos con absoluta impunidad". Hasta aquí la reseña. La reflexión
que se me impone es la pregunta acerca de cómo saldremos de la situación
en la que nos embarcó Chávez hace 13 años. Y la respuesta es una mezcla
de lo que señala Enrique Krauze y una postura propia: "Sin alternancia
de poder cualquier intento de restituir la democracia es imposible". Y
agrego yo: sin unidad de todos los actores de la alternativa, sin
distinciones ni pretensiones hegemónicas, lo mismo es cierto.

heinzsonntag@cantv.net

http://www.analitica.com/va/politica/opinion/4836104.asp

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