Álvaro G. Requena
Domingo, 8 de enero de 2012
Venezuela no se arreglará jamás volviendo al pasado ni reparando el
presente. Tendremos que hacer una nueva revolución, esta vez de verdad
verdad, sin armas ni militares, sin miramientos ni exclusiones, sin
privilegios ni carnets, sin desprecios, sin imposiciones ideológicas,
sin apresuramientos electorales y respetando a nuestros conciudadanos y
aquello que nos pertenece a todos. Ocupándonos de nuestras necesidades
de salud, justicia, educación, previsión social, transporte público,
seguridad ambiental en todos sus aspectos y estimulando la participación
electoral en todos los ámbitos.
A principio de año acostumbro reflexionar y escribir sobre como percibo
el año que comienza, lo hago lleno de optimismo y fantasía pues la vida
es así: esperanza e ilusión. El optimismo nos puede llevar hasta el
delirio, pero el pesimismo, las quejas y la nostalgia nos pueden volver
melancólicos y amargados. Me gusta sentirme lleno de esperanza. Rechazo
las barreras, las calles sin salida, las imposiciones, las luchas
perdidas antes de empezar y sobretodo el miedo al futuro.
Venezuela no se arreglará jamás volviendo al pasado ni reparando el
presente. Tendremos que hacer una nueva revolución, esta vez de verdad
verdad, sin armas ni militares, sin miramientos ni exclusiones, sin
privilegios ni carnets, sin desprecios, sin imposiciones ideológicas,
sin apresuramientos electorales y respetando a nuestros conciudadanos y
aquello que nos pertenece a todos. Ocupándonos de nuestras necesidades
de salud, justicia, educación, previsión social, transporte público,
seguridad ambiental en todos sus aspectos y estimulando la participación
electoral en todos los ámbitos.
No podemos seguir tolerando gobernantes especiales que se sientan
ungidos de privilegios únicos, manejen el Estado como su hacienda,
pretendan saber todo de todo y se sientan amenazados y perseguidos. No
podemos seguir tolerando que quienes detentan el poder por designación
sean más poderosos que quienes lo detentan por elección. No debemos
continuar aceptando que nuestros diputados sean dejados de lado, no
tomados en cuenta y sustituidos en sus responsabilidades por la
decretomanía legal que emane del gobernante de turno. La vergüenza de un
diputado es mil veces más importante para el pueblo que lo eligió que
las ideas mesiánicas de la economía, dominación de la sociedad y
destrucción del capitalismo, que preconiza el gobierno.
Al pensamiento futurista le añadiría que si alguna vez tuve esperanzas
de leyes que promovieran la amnistía política, ahora no pienso igual.
Espero que apliquemos las leyes administrativas y penales –tenemos
muchas y muy variadas– que se haga con vigor, rigor y respeto, pero que
se acaben la manga ancha y la ley del embudo actuales. Espero que los
empleados públicos que utilizan su cargo para proselitismo electoral e
ideológico sean sancionados, despedidos y no se les permita reingresar
al servicio público. Espero también que los medios de comunicación
estadales den cabida a todas las opiniones y no sean usados como medios
de propaganda del oficialismo y su partido.
Finalmente, espero que el pueblo no perdone a quienes han sometido a los
poderes públicos a sus voluntades, con la consiguiente pérdida de la
separación y autonomía que son su esencia y sancione también a quienes
lo permitieron.
Esa es la epifanía que me ocurre hoy. Eso el lo que ambiciono para el
2012 y después.
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