Isa Dobles
Jueves, 12 de enero de 2012
En esta última exposición mediática tras la llegada de su socio el
Presidente de Irán, Chávez mostraba un visible cansancio, le costaba
respirar, no tuvo de donde sacar esa intensidad que hacía levantarse a
sus seguidores de sus sillas y enseñar provocadoramente el puño.
Pareciera que a ninguno en las filas chavistas les importara un pito la
salud del Presidente o para ponerlo más crudamente, que les interesara
que se agotara; o una tercera opción, que nadie se atreviera a
confirmar, con una recomendación, al iracundo comandante ciudadano
presidente compañero y camarada que está realmente enfermo.
En esta última exposición mediática tras la llegada de su socio el
Presidente de Irán, Chávez mostraba un visible cansancio, le costaba
respirar, no tuvo de donde sacar esa intensidad que hacía levantarse a
sus seguidores de sus sillas y enseñar provocadoramente el puño. Lento,
fastidioso, reiterativo, fuera de realidad, el mismo "hermano" lucía
fastidiado, y la traducción simultánea del tipo que no lograba mantener
la "intención" del que traducía, todo contribuyó. Competía, además, con
los juegos de un Navegantes que aprovechaba la dispersión de la mente
que en su discurso eterno contra el imperio al que insiste va a detener
con su invitado que ahora es el "rey del maíz" en Venezuela, no
convocaba la mala suerte que les lastima implacable.
A pesar de su insistente afirmación "que está curado", que ya el cáncer
está vencido, por el cual no ha agradecido a José Gregorio Hernández al
que invocó exigiéndole el milagro, si lo que tuvo es la cuarta parte de
lo que publicitaba tener, este hombre debería cuidarse un poquito porque
ahora lo que parece no es que está curado sino que no se quiere curar. Y
a Venezuela, le interesa que se cure. A los venezolanos, pues, también.
Porque ese tinte novelesco, de víctima heroica, se desvanece con el
tiempo. Y entonces las dudas acometen otra vez el alma del país.
Si este sentimiento de pesar, hasta de miedo, de inseguridad que surge
natural ante un drama como es el que un hombre dueño de todo el poder, a
los 57 años, que regala de todo y ofrece más, la vida le señale de
repente que todo eso llega a su fin, es un drama para el hombre pero
también para el pueblo que gobierna que tiene por delante un destino por
cumplir para los suyos, con todo el derecho de su independencia y
voluntad. Su vida, sus emociones, sus sueños, sus responsabilidades, son
suyas. Cada ser humano lucha contra sus dolores, sus decepciones, sus
traiciones, con sus propias armas.
Y no vemos a la esposa de Forero o de Henri Vivas forzando la emoción
popular para que se les compadezca, todo lo contrario. Esta utilización
de su condición en la imagen hinchada, deplorable y lastimosa de Hugo
Chávez es una imposición, una orden subliminal acatada en silencio que
presiona, detiene. A juro, porque él lo quiere así, porque lo necesita
para satisfacer necesidades síquicas, hay que calárselo. Si yo estoy
mal, ustedes no se van a salvar de sufrir también. Porque uno sufre, uno
lo quiere fuerte, lúcido, para que la lucha decisiva sea leal, abierta,
trasparente. Nunca creí que anhelaría el Chávez de ayer. Pero si y que
siga haciendo todo lo que ha hecho. Porque ese es el Chávez al que
queremos sacar del poder para lograr la Venezuela que merecemos.
Lo que menos necesitamos es una jauría alrededor de una silla vacía.
Cuídate, Chávez, por favor!
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