¿Un bisabuelo virtual?
[02-08-2012]
René Gómez Manzano
Abogado y Periodista Independiente
(www.miscelaneasdecuba.net).- El teniente coronel Hugo Chávez no oculta
su admiración por el ex dictador cubano Fidel Castro, a quien considera
su mentor espiritual. Hay, sin embargo, un aspecto en el que el
discípulo no siguió las enseñanzas de su maestro. En Cuba, el Máximo
Líder, sin hacer caso a los pericones del viejo Partido Socialista
Popular (algunos de los cuales proponían pintar de rojo la estrella
solitaria de nuestra bandera), tuvo la cordura de mantener intactos los
símbolos nacionales.
El actual presidente sudamericano no. En su afán de cambios, no dudó en
ponerle un octavo lucero al pendón venezolano ni en cambiar de posición
el caballo llanero que figura en las armas de la república, con lo cual
—por cierto— cayó en uno de los más ridículos desatinos de la izquierda
carnívora latinoamericana.
Es el caso que, para quien mirara el escudo de frente, el corcel
aparecía avanzando hacia la derecha. Esto —como es natural— no tenía
relación alguna con los actuales conceptos políticos de izquierdismo o
derechismo, que ni siquiera existían cuando los padres fundadores
adoptaron ese emblema. Sencillamente, el animal, por fuerza, tenía que
figurar orientado hacia uno solo de los dos lados.
Chávez, con el sectarismo que lo caracteriza (y también —¡quién sabe!—
por ser zurdo), cambió el sentido de dirección del equino, pues
consideraba que debía galopar hacia la izquierda. Lo más gracioso del
caso es que el primer mandatario y sus incondicionales del obediente
Congreso, en su ignorancia, lograron lo contrario de lo que querían.
Me explico: Cualquier texto elemental de heráldica aclara que, en un
escudo, los flancos se determinan en relación con su hipotético
portador, no con quien lo mira de frente. Por consiguiente, los actuales
jerarcas venezolanos, en su estulticia, ¡lo que hicieron fue poner a
galopar hacia la derecha a un caballo que antes lo hacía hacia la izquierda!
No obstante, esa ridícula anécdota, pese a conservar su vigencia, tiene
años de antigüedad. Lo actual son las incidencias relacionadas con la
exhumación de los restos de otro verdadero símbolo de la nación
sudamericana: Simón Bolívar. El evento fue aprovechado por el presidente
para sustituir la bandera histórica que reposaba sobre el ataúd del
héroe por una de su propia autoría.
Lo más novedoso es la divulgación del nuevo "rostro oficial" del
Libertador, dado a conocer por el mismo Chávez —¿quién, si no?— en rueda
de prensa. Detrás del conferencista, colgada en la pared, figuraba la
faz de un virtual desconocido, que se parece poquísimo a la abundante
iconografía del gran caraqueño.
Algo excita mi desconfianza: Aunque el actual mandamás venezolano
insistió en que el revolucionario semblante es fruto de la labor de
especialistas nacionales (cuya solvencia científica —o carencia de ella—
desconozco), me resulta harto sospechoso el aire de familia con el
propio presidente actual que ofrece ese novedoso retrato gubernamental.
Este "Bolívar del siglo XXI", de labios gruesos y ancha nariz, tiene el
indudable aspecto de un hombre de ascendencia no sólo europea, sino
también amerindia y africana, como el mismo teniente coronel Chávez. Lo
anterior no es bueno ni malo; simplemente no parece responder a la
realidad en el caso del Libertador.
En mi opinión, hay mil razones para no sentir simpatías por el
autoritario, irascible y vociferante presidente venezolano de hoy, pero
ni una sola de ellas debe tener que ver con su identidad racial. El
mismo principio corresponde aplicarlo a los distintos próceres de
Nuestra América, da igual que se trate de Louverture, Juárez o San Martín.
Un Bolívar medio zambo en lo racial, no sería por eso menos grande, sólo
que el enunciado es harto inverosímil y aun falso. Se sabe que ese
caraqueño universal era hijo de la más rancia aristocracia mantuana,
refractaria a uniones con quienes no tenían una indudable ascendencia
europea. En ese contexto, un Libertador —o un Apóstol, si al caso vamos—
mestizos, resultan tan ridículos y antihistóricos como lo serían un
Maceo, un Juárez o un Guillermón Moncada de cabellos rubios y de ojos
azules.
En el ínterin, seguiré, con respecto a este nuevo "descubrimiento"
chavista, las enseñanzas de mi tocayo, el filósofo francés Descartes.
Dudaré de los supuestos hallazgos de la "ciencia bolivariana" hasta que
la biología o el electorado venezolano saquen a Chávez del Palacio de
Miraflores, y haya nuevas autoridades cuyo dictamen en este asunto me
inspiren confianza.
Si el teniente coronel tuvo la osadía de sustituir la bandera y el
escudo nacionales de casi doscientos años de antigüedad por los de su
propio diseño, y hasta cambiar el nombre del país, ¿por qué habría de
cohibirse a la hora de convertir a Simón Bolívar en una especie de
bisabuelo virtual de él mismo?
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=36649
No comments:
Post a Comment