Trampas y trampitas pero no son infinitas
Rosario Orellana
Martes, 28 de agosto de 2012
La absoluta inutilidad de las captahuellas del mejor sistema electoral
del mundo -que hoy se tiran a la basura- para el propósito anunciado, es
patética. Ni siquiera el descarado Ministerio de elecciones del régimen,
mal disfrazado de árbitro, ha osado fabricar en todos estos años un
informe de, digamos, 50 intentos de votos dobles que las captahuellas
hayan evitado.
El CNE es tan pero tan tramposo que cuando le perdimos el miedo a las
captahuellas del 2004, inventó otras más atemorizantes.
En efecto, transcurridos 8 años y 9 comicios pasando por la alcabala de
las maquinitas originales del SAV (Sistema Automatizado de Votación), ya
asustaban menos que un espantapájaros con sombrero y todo (o no han
visto ustedes aves tranquilamente posadas en aquellosvestidos brazos de
madera).
La absoluta inutilidad de las captahuellas del mejor sistema electoral
del mundo -que hoy se tiran a la basura- para el propósito anunciado, es
patética. Ni siquiera el descarado Ministerio de elecciones del régimen,
mal disfrazado de árbitro, ha osado a fabricar en todos estos años un
informe de, digamos, 50 intentos de votos dobles que las captahuellas
hayan evitado. Si las captahuellas sustituidas sirvieron para alguna
otra perversidad es harina de otro costal
Gracias a Dios, las fulanas cazahuellas, como las llama el lenguaje
popular, tampoco sirvieron para la elaboración de listas siniestras como
las Tascón y su derivada Maisanta, las cuales son anteriores al estreno
del artefacto en el Referendo Revocatorio Presidencial de agosto de
2004, ya que la mente y corazón enfermos que mandó a aplicar esas
infames, tenebrosas y excluyentes listas, las concibió con las firmas
previas que hicieron posible aquel referendo.
Pues bien, para ser coherente con su arbitrariedad y función mete miedo,
el CNE tenía que remozar y vigorizar el temor, así que se inventó en
2011 e impuso sin resistencia pública de lo spolíticos ni de los
técnicos, salvo la desoída de la agrupación ESDATA, lo que sería
execrable en cualquier otro país cuyo órgano electoral pretende que lo
crean medio serio: una máquina que identifica las huellas digitales del
votante, conectada a la máquina de votación. No contentos con el
invento, la Presidente del organismo personalmente promocionó la foto
del adminículo conectado a la máquina de votación y enfatizó que
constituyen un todo indivisible. Eso tampoco les bastó. Siguió la
divulgación amplificada mediante una cuña publicitaria. Por fin hubo
reacciones y la cuña fue retirada.
Estamos, pues, sometidos a las máquinas del SAI para la elección
presidencial de octubre. El CNE ha tenido inicialmente éxito con el
aparatejo ya que la foto, por sí misma, puede asustar a cualquier
cristiano o por lo menos le causa una natural duda en cuanto a la
preservación del secreto de su voto.
Es tan evidente la inutilidad del SAI para el propósito de evitar votos
múltiples que cada aparato únicamente tiene almacenadas las huellas de
los votantes de la mesa a la que está conectado. Díganme si no es
ridículo todo ese escándalo y propaganda para una efectividad máxima de
evitar el voto múltiple en una misma mesa pero no en la de al lado ni en
el centro de votación vecino. De allí que por mucho SAI, el voto
múltiple depende de la tinta.
Aún más que antes porque en una hipotética planificación de votos
múltiples, el glorioso SAI podría facilitarlo a condición de que la
tinta no funcione. Veamos: nuestro sistema de identificación también fue
entregado, hace varios años, a los delincuentes que a pesar de vivir de
Venezuela nos dominan, léase invasores invitados castro comunistas, y
les toma tal vez menos de dos minutos producir las cédulas de identidad
adicionales que programen, con otros nombres que les parezcan bonitos y
revolucionarios o hasta monárquico para despistar, Fidel C Ruz y Juan
Carlos de Borbón, por ejemplo, pero todas ellas con la huella del
votante real.
Este votante repitiente, se siembra en las listas de votantes de las
mesas previamente seleccionadas, en centros cercanos entre si y, de
"tocarle" una tinta que pueda limpiarse (en una ocasión no me quedó ni
rastro), allá iría muy orondo y con cara de yo no fui a identificar su
hermosa huellita y ejercer su multiplicado derecho ¡Y tienen el cinismo
de llamarlo sistema de autenticación! Claro, eso y más es de esperar del
régimen de la farsa.
El lunes 20 de agostose realizó auditoría de la tinta elaborada por la
Escuela de Química de la Universidad Central de Venezuela (UCV),
envasada en 116 mil 500 frascos de colorante e igual número de
desengrasantes que le fuera encargada por el CNE. La Facultad de
Ciencias elaboró también un manual para distribuir entre los miembros de
mesa y Eglé Pietri, profesora y coordinadora de la producción de la
tinta explicó el necesario procedimiento de uso para que ésta sea
realmente indeleble e informó que cada pote tiene un precinto de
seguridad que en caso de estar roto, no debería ser aceptado en la mesa
de votación. No se indicó que estuviesen numeradas. El oficialismo es
tan poco fiable que algo de inquietud causa no poder verificar, a la
hora de usarla tinta, que la producida por la UCV no haya sido cambiada
en mesas identificadas como más "atractivas" para las triquiñuelas.
Volviendo al nuevo espanta pájaros, el drama para el CNE asustador y
para el resto de la banda es que las múltiples trampas no son de
efectividad infinita y el candidato de la venezolanidad está haciendo
una campaña que, cual alud, va aumentando su volumen y cada día suscita
mayor entusiasmo. La contracara cotidiana de colapso de servicios,
deterioro generalizado, tragedia y evidente negligencia, incompetencia e
insensibilidad ("La función debe continuar") nutre la determinación de
participar para que la ventaja sea tan contundente que ni el tramposo
CNE pueda ignorarla. Pifias como el regalo que nos hicieron con el
sainete de la gorra, revelan que hasta las madrinas "ceneistas"del
saliente están inquietándose en la misma proporción y que va
desvaneciéndoseel miedillo que se empeñan en provocar.
http://www.analitica.com/va/politica/opinion/5573540.asp
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