Friday, August 24, 2012

Una candidatura pétrea y no de la patria

Una candidatura pétrea y no de la patria
Leonardo Palacios Márquez
Jueves, 23 de agosto de 2012

La vejez política del reeleccionista implica una forma egoísta y caníbal
de ejercer el poder en virtud de que se engulle a generaciones de
venezolanos, incluso, de sus mismos seguidores a quienes les niega el
derecho constitucional de aspirar a la Presidencia de la República o a
altos cargos del Poder Público, pues la noria «dedocrática» funciona a
cabalidad.

La vejez que impone el deterioro en el ejercicio del poder, no es
cronológica, no está en función de la edad de quien desea reelegirse,
sino de la forma en que se conduce el Estado.

Una evidencia irrefutable que comenzamos a envejecer es anclarnos en el
pasado.

La dinámica del desarrollo nos comienza a atropellar y lejos de
adaptarnos a los cambios ineludibles de la sociedad, blandimos, como
escudo de gladiador, una resistencia al cambio.

Tal resistencia se pone de manifiesto en actitudes y en la retórica que
no tiene el parabrisas con visión de futuro bajo el optimismo del
análisis del presente, sino un retrovisor que conduce a un pasado que se
recrea, a conveniencia, como siempre mejor.

Las instituciones, cualquiera sea su naturaleza, deben indagar
mecanismos apropiados y los menos traumáticos posibles, para buscar la
interacción generacional y lograr que la visión colectiva de su
liderazgo pueda deslizarse en las olas de los cambios inevitables.

La Presidencia de la República no es una excepción, debe ser la primera
institución que absorba e impulse los cambios.

Las constituciones modernas, que han podido superar la atávica
enfermedad del caudillismo, procuran incorporar en sus textos mecanismos
de no reelección inmediata y definitivas o parcial y relativas,
estableciendo formas independientes basadas en el transcurso de uno o
más períodos presidenciales.

En Venezuela el afán de perpetuarse en el poder ha llevado a fórmulas
fraudulentas de reformas constitucionales para levantar esa prohibición
e imponer una reelección indefinida.

La vejez que impone el deterioro en el ejercicio del poder no es
cronológica, no está en función de la edad de quien desea reelegirse,
sino de la forma en que se conduce el Estado.

El perpetuarse en el poder impone apoderarse de las fuentes de recursos
de la actividad financiera para la conservación de la estructura que lo
sustenta.

El gasto público ya no es "del" o "por el ciudadano", se transforma en
el manejo de la caja chica del eterno candidato o del reelegible
sempiterno; ya no son los recursos destinados a la prestación de las
funciones de asignación de bienes, distribución de la renta mediante la
atención de las necesidades básicas de los sectores económicamente menos
favorecidos y la búsqueda de solventar las desigualdades naturales
mediante el accionar público.

La vocación de mantenerse en el poder busca inmovilizar el Estado para
fines propios, atar su existencia a viejas formas superadas y rechazas
por ineficientes e ineficaces, generadoras de clientelismo corrompido y
corruptor.

Por ello, habla de un «Estado Nacional» como unificador, como motor de
los cambios y transformador de realidades en contraposición a un Estado
Federal y descentralizado, tal como lo establece la Constitución
Bolivariana en su normativa.

Ese «Estado Nacional» crea decenas de obstáculos entre los órganos del
poder y el ciudadano, alejándolo y convirtiéndole en súbdito de un
aparato burocrático, que transforma el Estado democrático y de Derecho
en un «Estado Comunal», que no es más que la estructura paralela del
partido de gobierno bajo el subterfugio de entes protagónicos llamados
Comunas.

La vejez que refleja el aspirante a la reelección no es por haber nacido
en la temprana década de los 50, sino por su empeño absurdo de apelar a
viejas formas y códigos ideológicos trasnochados para dividir a los
venezolanos entre izquierdistas y patriotas y derechistas o apátridas.

Una división artificiosa e incomprensible para la gran mayoría de los
habitantes de esta "Tierra de Gracia", una forma de caricaturizar a
todos aquellos que no compartimos el ensueño totalitario, el frenesí
enfermizo hacia el carcamal cubano que por más de cinco décadas ha
sometido a un régimen de oprobio a los cubanos, sacrificando varias
generaciones enteras y condenándolas a vivir en un país como cárcel y
como juguetes en serie de los antojos de la hermandad de los Castro y
sus acólitos revolucionarios.

La vejez política del reeleccionista implica una forma egoísta y caníbal
de ejercer el poder en virtud de que se engulle a generaciones de
venezolanos, incluso, de sus mismos seguidores a quienes les niega el
derecho constitucional de aspirar a la Presidencia de la República o a
altos cargos del Poder Público, pues la noria «dedocrática» funciona a
cabalidad y solo permite el desenvolvimiento de la personalidad política
limitada y condicionada a los designios del supremo seleccionador.

La vejez política no permite hablar de paz, desarrollo, prosperidad,
tecnología, inclusión, proyección. Tampoco de una digna existencia
ciudadana.

La vejez política no quiere sino que evita a los emprendedores, a los
innovadores, a los que quieren invertir sus sueños y el producto de su
trabajo en Venezuela, en su gente y convertirse en fuerza creadora.

La vejez política quiere etiquetarlos de «burgueses», de "derechistas
pitiyanquis» o «apátridas indolentes» (similar al «gusano» usado por la
nomenclatura castristas para excluir y perseguir).

No le interesa que el venezolano, de cualquier estrato y origen social
(especialmente los bajos y medios), sea emprendedor, aspirante e
innovador como forma de lograr bienestar personal y familiar.

La vejez política se vale de miedo, de intimidación y de opresión no
solo policial, sino administrativa para silenciar la voz de la
disidencia y desvanecer cualquier esfuerzo que promueva cambio y
alternabilidad.

Es por eso, que la candidatura del reeleccionista indefinido es pétrea y
no de la patria, que nos requiera a todos y no a una parte de nosotros,
que nos quiere libres y dignos y no sumisos o dependientes.

En una candidatura añeja que nada dice a un pueblo joven, que no se
engaña fácilmente.

http://www.analitica.com/va/politica/opinion/5258095.asp

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