Sunday, August 26, 2012

Negociación secreta: las pruebas están ahí

Negociación secreta: las pruebas están ahí
Eduardo Mackenzie
Domingo, 26 de agosto de 2012

De lo que no se habla es de lo importante: Uribe cuestionó de frente, en
esa entrevista, el papel que estaría jugando en las maniobras de
negociación, o hacia una negociación secreta con las Farc, el propio
hermano del Presidente, el periodista Enrique Santos Calderón. También
acusó de lo mismo al asesor de seguridad del jefe de Estado colombiano,
Sergio Jaramillo.

Pese a los desmentidos del ministro de Defensa, las dudas persisten
sobre las misteriosas negociaciones secretas entre las Farc y el
gobierno del presidente Juan Manuel Santos. Pues los desmentidos
oficiales son ambiguos. El ministro Juan Carlos Pinzón, por ejemplo,
dice que él no ha autorizado esas negociaciones. Claro que no. El no las
ha autorizado. Pero nadie le reprocha eso al ministro. Quien podría
haberlas autorizado es el jefe del ejecutivo, el presidente de la
República en persona, y ninguno de sus subalternos.

Tenemos pues una respuesta de Pinzón que no se centra sobre las
afirmaciones del ex presidente Uribe. Este no acusa al ministro de
Defensa. El afirma que Santos es quien ha emprendido o está buscando
esas negociaciones en Cuba.

En esta controversia hay que ser exactos. Pues algunos voceros del
oficialismo están dando respuestas inadecuadas, y le están reprochando
al ex presidente Uribe afirmaciones que él no ha hecho. En su entrevista
del 20 de agosto con Diana Calderón, de Radio Caracol, Álvaro Uribe
criticó al gobierno de Santos por "dar señales de preferir una
negociación con las Farc a tener una política de seguridad". Uribe no
acepta, con razón, que Santos pretenda "negociar sin exigirles a las
Farc un cese de sus acciones criminales". El ex presidente estima que
"por buscar el diálogo [Santos] ha debilitado la política de seguridad".

Por otra parte, Uribe no acusa a generales activos de estar mezclados a
la ventura secreta en Cuba. El ex presidente repitió seis veces la
palabra "ex generales" (generales en retiro) en su conversación con
Diana Calderón. Sin embargo, algunos medios dijeron que Uribe estaba
acusando a "militares activos" de estar en eso. Bajo tal presión, el
ministro Pinzón respondió que "no existen generales activos
desarrollando algún proceso como el que se mencionó", y que él ordenará
"la exclusión de las Fuerzas de quien pretenda hacerlo".

De lo que no se habla es de lo importante: Uribe cuestionó de frente, en
esa entrevista, el papel que estaría jugando en las maniobras de
negociación, o hacia una negociación secreta con las Farc, el propio
hermano del Presidente, el periodista Enrique Santos Calderón. También
acusó de lo mismo al asesor de seguridad del jefe de Estado colombiano,
Sergio Jaramillo.

Ante ese punto el silencio de los medios, y de los interesados, es
total. ¿Por qué? Cada día que pasa sin que esos dos personajes respondan
francamente a la revelación hecha por el ex presidente Uribe consolida
la hipótesis de unas negociaciones secretas con las Farc en alguna parte
del globo.

Yo hago parte de los que creemos que Álvaro Uribe está actuando de
manera patriótica y plenamente justificada en este debate. Pues los
elementos que dejan presentir la existencia de un diálogo secreto,
incipiente o no, con las Farc, están sobre la mesa, aunque algunos no
quieran verlos. La mayor prueba de que hay algo en curso es, por un
lado, la misma desenfrenada ofensiva terrorista actual de las Farc y,
del otro, la estrategia de las Fuerzas Militares de responder a éstas
golpe por golpe sin recuperar la iniciativa y desarrollar un plan
ofensivo vasto e integral.

Los colombianos sabemos que la banda narco-terrorista desata sus más
feroces y demenciales ataques cuando el Gobierno entra en diálogo con
ella o cuando envía señales de que quiere negociar y ceder ante ellas.
La negociación (que ellas y sus interlocutores presentan como "de paz")
va siempre acompañada de acciones sistemáticas de guerra, de brutales
atentados y de un exceso de propaganda. Es una ley que aplican todos los
extremistas del mundo cuando el adversario estatal acepta negociar. Para
ellos toda negociación es un medio para obtener lo que no han conseguido
en la guerra: la derrota del Estado. Las Farc no son una excepción.
Ellas han aplicado esa línea durante más de 50 años.

A los actuales golpes de las Farc se suma la actividad abierta de los
agentes políticos de éstas, la esclavización de amplios sectores
indígenas del suroccidente colombiano, el uso de los indios nasa (o
páez) para tratar de desalojar el Ejército del norte del Cauca, y la
tentativa de extender ese modelo al Tolima y al Huila. Y algo muy
curioso: según el analista Jhon Marulanda todo eso parece dirigido
"desde la frontera con Ecuador".

Nadie ha olvidado que durante la farsa de las negociaciones en el
Caguán, y mientras todo transcurría entre sonrisas y abrazos con el
presidente Andrés Pastrana, las Farc montaron una operación destinada a
tomarse Bogotá por las armas. A comienzos de julio de 1999, seis meses
después de iniciados los "diálogos", una columna de 500 hombres, salió
de la zona desmilitarizada y avanzó hacia la capital. Las Fuerzas
Armadas los pararon una semana después en Gutiérrez (Cundinamarca) pero
los combates con fragmentos de esa columna duraron una semana más. El
balance de ese episodio fue terrible. Cerca de 300 guerrilleros (entre
ellos muchos menores) perecieron y 40 soldados y 31 policías ofrendaron
su vida para salvar al país. A tales desgracias se ve abocada Colombia
cuando gobiernos irresponsables caen hipnotizados ante las Farc y sus
promesas de "salida negociada del conflicto".

En enero de 2002, al final de los diálogos del Caguán, Raúl Reyes ordenó
una serie de explosiones en Bogotá y la destrucción de la represa de
Golillas. Sus hombres fracasaron pero arruinaron con dinamita una parte
de la gran válvula. Reyes quería inundar a Bogotá y, de paso, a
Villavicencio, para forzar a Pastrana a concesiones aún más extremas.
¿Quién puede olvidar que tras el fracaso del Caguán las Farc siguieron
exigiendo la desmilitarización de dos departamentos, Caquetá y Putumayo
(una región más grande que Portugal) donde tenían los mayores cultivos
de droga?

El llamado "Marco para la Paz" es otro indicio que refuerza la hipótesis
de la negociación secreta en Cuba, o en cualquier otro país. Esa nefasta
reforma constitucional, impuesta a rajatabla por Santos con la ayuda del
senador Roy Barreras, parece salida de la cabeza de Minerva. Santos
jamás prometió algo parecido en su campaña electoral. ¿De dónde viene
ese texto? Como el misterio es total no quedan sino dos posibilidades: o
es el resultado de una negociación, o es un anzuelo para abrir esa
negociación.

Si es un anzuelo es un poderoso anzuelo. Esa reforma garantiza no sólo
la posibilidad de que esos criminales redomados se puedan presentar en
elecciones y convertirse, mediante el voto popular, en parlamentarios,
gobernadores, alcaldes y presidentes sino que les garantiza a todos
ellos, sobre todo a los jefes, la impunidad de sus crímenes, incluyendo
los crímenes de lesa humanidad. Y eso por una razón: la Justicia
Transicional, la inspiradora del "Marco para la Paz", es una justicia
absurda. El postulado central de la Justicia Transicional, y del llamado
"Marco para la Paz", es hacer prevalecer la noción de "reconciliación"
por encima de todo, de las nociones de derecho, como sanción, justicia,
reparación y del mismo derecho humanitario internacional.

Es una "justicia" que favorece a los violentos pues la paz es la primera
y la última de las nociones vulneradas. Los países africanos y centro
americanos que adoptaron esa extraña "doctrina", repudiada por las
grandes democracias, no alcanzaron ninguno de los objetivos buscados:
tras acoger esa "solución", esos países cayeron en nuevos ciclos de
violencia e inseguridad. Y jamás hubo reconciliación entre los
terroristas y sus víctimas.

La responsabilidad del presidente Santos es inmensa. El temor de que se
esté negociando en Cuba el destino de Colombia no fue creado
artificialmente. El retroceso en el ritmo y orientación de la lucha
antisubversiva, el desmonte del esquema uribista que había reducido las
Farc a un cascarón sin substancia, favoreció el repunte de éstas y de
las Bacrim, y el aumento brutal de sus acciones anticolombianas dentro
del país y en Latinoamérica.

¿El reajuste ministerial que Santos anuncia en el peor momento de la
crisis de seguridad del país servirá para salir del impase si ese
reajuste no es el resultado de un reconocimiento sincero de que se
cometieron errores estratégicos que la fuerza pública, las
instituciones, la economía, la infraestructura y la sociedad en general
están pagando muy caro?

"Si el gobierno dice que no es así yo sería el primero en rectificar",
declaró en estos días el ex presidente Uribe. ¿Por qué el presidente
Santos no aclara de una vez todo al respecto? ¿Qué desmentido ha dado
Santos a la afirmación alucinada de uno de sus ministros en el sentido
de que las acciones de las Farc no afectan la economía del país?

La investigación del atentado en Bogotá del 15 de mayo de 2012 contra el
ex ministro y periodista Fernando Londoño Hoyos, donde murieron dos de
sus escoltas y más de 40 personas fueron heridas, no ha avanzado ni ha
generado una sola captura. ¿No es eso una señal adicional de debilidad
antes las Farc? ¿Quién podría negarlo?

Si las Farc no han acogido todavía el "Marco para la Paz" es porque
quieren eso y mucho más. Sus acciones armadas dibujan una zona enorme
que esperan que Bogotá ordene despejar: los departamentos de Nariño,
Cauca, Putumayo y Caquetá donde ellos tendrían plena autonomía para
hacer sus tráficos. ¿Impensable? No. Eso es lo que Alfonso Cano quería
en sus momentos de mayor euforia. Timochenko no está pidiendo menos.
Para él todo es negociable.

eduardo.mackenzie@wanadoo.fr

http://www.analitica.com/va/internacionales/opinion/8639407.asp

No comments:

Post a Comment